Tras una jornada primaveral, llena de sol, a las nueve de la noche de ayer comenzamos la solemne vigilia pascual con la bendición del fuego en el atrio de la iglesia de Nuestra Señora del Pino. Había más gente de la que cabía esperar, no solo de Vinuesa, sino también de los pueblos vecinos. Todo discurrió con solemnidad, participación y buen ritmo. El fuego, el agua, la Palabra y la Eucaristía nos ayudaron a entender que el Resucitado es la luz que ilumina las tinieblas, el agua que limpia nuestra suciedad y sacia nuestra sed, la Palabra que nos explica la vida y el pan que la nutre.
Al filo de las 10,45 de la noche, concluida la vigilia, enfilamos la procesión desde la iglesia parroquial hasta la ermita de La Soledad con la imagen del Resucitado, acompañados por la gaita y el tamboril. Me acosté un poco antes de la medianoche con la alegría serena de quien intuye, siente, sabe, saborea que todo esto es verdad, que no estamos dando rienda suelta a la imaginación colectiva, sino que actualizamos una historia verdadera, la historia más verdadera jamás contada.
Hoy, Domingo de Pascua, podemos hacernos algunas preguntas que pueden ayudarnos a comprender mejor la novedad de este día. Siguiendo la primera lectura, el apóstol Pedro nos sirve de guía. ¿Quién fue Jesús? En su discurso a las multitudes, Pedro hace un resumen lacónico y preciso: Jesús fue alguien “que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. ¿Qué le pasó a Jesús al final de su vida? De nuevo Pedro resume lo esencial de la historia: “Lo mataron, colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día”.
¿Cómo sabemos que esto es verdad? Pedro sigue tomando la palabra: “Dios le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos”. ¿Cuál es la misión de estos testigos que han comido y bebido con él? Pedro concluye su alegato así: “Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos”.
¿Cómo resonará esta historia en las mentes y en los corazones de quienes no se fían mucho de estos testigos (o sea, de nosotros) y hacen su propio itinerario de fe tomando un poco de todo en este inmenso supermercado de las espiritualidades contemporáneas? El Resucitado inunda ya el mundo entero, es el contemporáneo de todos los hombres y mujeres, creyentes o no, actúa como fermento de novedad en la masa del mundo. Lo que ocurre es que a menudo “no sabemos dónde lo han puesto”. Nos cuesta reconocerlo.
Él, el ser luminoso por excelencia, se ha disfrazado con el vestido de la humanidad. Lo buscamos lejos cuando él está muy cerca. Lo buscamos arriba cuanto él está abajo. Lo buscamos fuera cuando él está dentro. Lo buscamos en el templo cuando él está en la calle. El Resucitado es un insumiso que no respeta nuestros códigos de conducta. La resurrección supone la ruptura de todo lo viejo y caduco, la irrupción de la novedad de Dios en los pliegues de nuestra frágil humanidad. Algún día entenderemos y disfrutaremos este misterio.
Feliz Pascua de Resurrección Gonzalo.
ResponderEliminarFeliz Pascua Gonzalo.Me gustan y me hacen mucho bien tus comentarios.Un abrazo.RESUCITÓ.
ResponderEliminarFELIZ PASCUA Gonzalo. Gracias por tus palabras
ResponderEliminarFeliz Pascua y muchas gracias.
ResponderEliminarAcabas la entrada de hoy con estas palabras: “Algún día entenderemos y disfrutaremos este misterio”. Comparto este tu deseo y deseo y espero que sea así.
ResponderEliminarGonzalo, gracias por toda tu reflexión… Que esta Pascua, no sea solo un día… sepamos vivirla cada día, descubriendo la presencia del Resucitado en nuestra vida. El se compromete con nosotros, que nosotros seamos capaces de comprometernos con Él.
Feliz Pascua para ti y para todos.
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