sábado, 15 de enero de 2022

Desahogo sabatino

Reconozco que la actualidad nos brinda temas de más calado. Reconozco que, por alguna razón inexplorada, este asunto me saca de mis casillas. Reconozco que tal vez exagero un poco cuando lo presento. Pedidas las disculpas pertinentes, entro a saco en el meollo de la cuestión. Lo digo sin filtro, esperando que nadie se ofenda, aunque no estaría mal que la entrada de hoy la leyeran (cosa altamente improbable) los interesados y tomaran nota. No puedo tolerar que algunos desalmados se dediquen a ensuciar los espacios públicos con sus pintadas asquerosas (finamente llamadas grafiti en español o graffiti en italiano y otras lenguas). Esta mañana hemos amanecido en Madrid con un día claro y 2 grados bajo cero. Después de celebrar la misa en el colegio de las Concepcionistas, me he dado un paseo por el entorno para ver cómo van los remates de la remodelada Plaza de España. He visto a una brigada de limpieza desinfectando y ordenando el espacio que durante la Navidad han ocupado la pista de hielo y las casetas. Hasta aquí todo bien. 

Me he ido encendiendo cuando he visto que muretes de granito, juegos infantiles y bancos de madera estaban ya profanados por las pintadas que ensucian otros espacios de la ciudad. Para este tipo de delitos no aplico ninguna eximente. Si de mí dependiera, obligaría a los responsables a pagar una multa sustanciosa, limpiar las superficies ensuciadas y realizar en compensación un trabajo social. O sea, que aplicaría una respuesta deliberadamente desproporcionada para disuadir a futuros ensuciadores. Llamarles artistas callejeros o rebeldes sociales me parece una hipérbole digna de mejores causas.

Como dentro de mí existe también un educador social, enseguida escucho una vocecita interior que me repite los típicos argumentos de quienes minimizan esa “travesura” juvenil: “¿Por qué te enojas tanto? ¿No ves que son chicos que necesitan expresar su rabia? ¿No te parece que es mejor que ensucien las paredes antes que dedicarse a robar o a consumir droga? ¿Acaso no es un signo de justificada rebeldía frente a la hipócrita sociedad burguesa que quiere conservar limpios los espacios públicos mientras mantiene sucia la conciencia? ¿No crees que el arte tiene siempre un lado transgresor? ¿Por qué, en vez de criticar tanto estas expresiones, no te preguntas por las causas que empujan a algunos jóvenes a actuar así? ¿Te has cuestionado si detrás de estos fenómenos que tanto te molestan hay heridas familiares, fracaso escolar, desamparo social y falta de oportunidades?”. 

Harto de tanta argumentación buenista, le digo a mi vocecita interior que se calle de una vez, que de voces como la suya está la sociedad llena y que argumentos como los que ella usa no hacen sino justificar y prolongar el estado adolescente e irresponsable de un amplio sector juvenil. Al escuchar mi fuerte reacción, la vocecita no rechista más. Se da cuenta de que no está el horno para bollos.

La tentación irrefrenable de ensuciar las ciudades (otra cosa es adornarlas con murales artísticos) es uno de los signos de nuestro tiempo. Hay tesis sobre el asunto. Conociendo cómo se las gastan algunos, estaba seguro de que, más pronto que tarde, la nueva Plaza de España acabaría “decorada” con pintadas insufribles. Para este tipo de gamberros sin sentido cívico, una superficie nueva y limpia es siempre una tentación a “expresar su sacrosanto derecho a la crítica social, la creatividad artística y el sursum corda”. No faltan algunos corifeos que les ríen las gracias o que, por lo menos, las excusan con argumentos parecidos a los de mi estúpida vocecita interior. A estos aduladores juveniles les diría que todo el dinero que se gasta en limpiar lo que algunos caraduras ensucian con sus juegos libertarios se podría emplear en programas sociales de más fuste. 

Siento quebrantar mi natural tendencia a la comprensión, pero en este caso yo no me andaría con pamplinas. Aplicaría sin eximentes el procedimiento sugerido más arriba. Nos falta mucho hasta crear una verdadera conciencia cívica. Sí, ya sé que es más importante proporcionar vivienda a los sin techo y alimento a los que no llegan a fin de mes. ¡Lo mejor sería recordar estas carencias con una enorme pintada -cuanto más fea, mejor- en la fachada remozada del rascacielos de la Plaza de España! ¡Con un par!

2 comentarios:

  1. Suscribo totalmente tu discurso. Aunque sólo fuera por razones económicas era para aplicar esas medidas disuasorias que propones. Con os impuestos de todos se hacen obras de mejora y resulta que luego hay que añadir a esa inversión un gastos sustancioso en remediar gamberradas... Maria Cristina

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  2. Hola Gonzalo. Estoy totalmente de acuerdo con tu entrada y me uno a tu indignación.
    Creo que existen otras maneras de expresión artística por medio de esta técnica y en Medellín tenemos una muy significativa. Te dejo el link: https://www.youtube.com/watch?v=k283vwLlZv0

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