En Europa está a
punto de terminar este XXX
Domingo del Tiempo Ordinario. No he tenido oportunidad de escribir el
comentario que cada domingo suelo hacer a partir del Evangelio del día. Antes de
las 7 de la mañana, salí de Vic en compañía de otros tres claretianos, rumbo a
la abadía
de Fontfroide, el monasterio cisterciense donde Antonio María Claret
falleció el 24 de octubre de 1870. A pesar de las restricciones impuestas por
el Covid, era una visita obligada. Los últimos monjes cistercienses salieron del monasterio en
1901. En 1908 fue comprado por el matrimonio Gustave y Madeleine
Fayet, enterrados a pocos metros de la tumba en la que Claret reposó 27 años.
Esta familia, cuyos herederos mantienen todavía hoy la propiedad, se encargó de la
restauración del monasterio. Hoy Fontfroide es un lugar muy cuidado, abierto al
turismo. De vez en cuando se desarrollan también, en el antiguo dormitorio de
los hermanos legos, actos culturales como conciertos, conferencias, seminarios,
etc. Sus vinos, aceites, mermeladas y licores de hierbas se venden en la tienda
que hay a la entrada. Poco a poco, la marca Fontfroide va adquiriendo renombre
en el Languedoc, la tierra de los cátaros, y en toda Francia.
Hemos llegado al monasterio
hacia las 9,30 de una mañana suave de otoño. A la entrada nos esperaba Arianne,
miembro de la familia propietaria del lugar. Nos conocemos desde hace años. Con
mucha amabilidad nos ha acompañado a la vieja iglesia gótica. En la capilla de
San Bernardo hemos celebrado la Eucaristía de este domingo. Como es lógico,
hemos dado gracias a Dios por la vida de Claret y orado por todos los miembros de
la Familia Claretiana y por las personas que encuentran en el santo misionero
una fuente de inspiración y un poderoso intercesor. Desde allí nos hemos
dirigido al viejo cementerio de los monjes. En la pared del fondo se conserva todavía
la lápida del sepulcro en el que Claret estuvo enterrado desde 1870 hasta 1897
en que sus restos fueron trasladados a Vic. Hemos orado juntos y hemos grabado
algunos mensajes de vídeo en español e inglés para toda la Congregación. Nos parecía
que era conveniente hacer ver que Claret no está muerto en ese sepulcro, sino que
su espíritu ha alcanzado todos los rincones del mundo. Creo que se ha cumplido
al pie de la letra lo que Jesús dice en el evangelio de Juan: si el grano de
tierra se hunde en la tierra puede producir mucho fruto. Tras dos horas en el
monasterio, nos hemos dirigido a la cercana ciudad de Narbona para compartir el
almuerzo con la pequeña comunidad claretiana (dos cameruneses y un argentino) que
trabaja pastoralmente en la zona. Como era de esperar, hemos terminado
degustando una excelente tabla de quesos franceses y un buen cava catalán etiquetado para la ocasión, regalo de un laico que se siente claretiano por los cuatro costados.
Hacia las 6 de la
tarde hemos llegado de regreso a Vic atravesando los bosques que se alargan
cerca del Montseny. La paleta de colores otoñales nos ha dejado boquiabiertos.
Al llegar, nos hemos enterado de las nuevas medidas adoptadas por los
gobiernos de España e Italia para combatir los efectos devastadores de
la pandemia. Esperemos que mañana no tengamos problemas para regresar a Roma. Lo
vivido en estos tres días por tierras catalanas y francesas ha sido tan intenso
que no es fácil reflejarlo en unas pocas líneas. Por otra parte, la falta de
tiempo y el cansancio acumulado no me permiten multiplicar las reflexiones. A
veces, es suficiente dejarse llevar por la fuerza de los lugares. Donde han
vivido los santos se crea un ecosistema de santidad. Todo lo que les rodea
cobra un nuevo sentido. Si los admiradores de Leonel Messi, Rafa Nadal o Lewis Hamilton
se emocionan con las proezas de sus héroes, ¿qué puede sentir una persona cuya
vida, como es mi caso y el de tantos otros hombres y mujeres, ha sido
determinada por la existencia de un santo como Antonio María Claret? De no
haber sido por su fidelidad a la llamada de Dios, yo no sería el misionero que
ahora soy. Claret, pues, ha sido una mediación imprescindible en la orientación
de mi vida. Algo de esto he meditado estos días contemplando su sepulcro en la
cripta del templo de Vic, releyendo algunas cartas que narran sus últimos días o visitando el cementerio de la abadía de Fontfroide donde sepultaron su cuerpo.
Grazie
ResponderEliminarBendiciones a todos los visitantes y muy buena estadía..saludos desde Argentina
ResponderEliminarGracias P
ResponderEliminarGonzalo por estas palabras que emocionan.... Gracias por este compartir de Familia....Viva Claret para siempre!!!*
Gracias Gonzalo, gracias porque a pesar del cansancio te has acordado de tus amigos del Rincón... Pocas palabras bastan para transmitir el mensaje. Gracias por ir acercandonos a Claret con palabras pero también con el testimmonio de tu vida... Un abrazo
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