El título de la entrada de hoy es una traducción literal del libro La scommessa cattolica, escrito por un matrimonio formado por dos profesores de la Universidad Católica de Milán: Chiara Giaccardi y Mauro Magatti. Se trata de un libro muy reciente, publicado hace tres meses. Explica
el “sentido de precariedad” con el que muchos católicos –sobre todo europeos y americanos–
viven hoy su fe. Se trata de un sentimiento difuso que no siempre se puede
expresar con palabras. Surge como reacción emocional ante la profunda erosión
de los tres pilares que –a juicio de los autores– han sostenido durante siglos
el edificio de la cristiandad. El primer pilar era la omnipotencia divina, que
garantizaba un orden religioso y político. Todo el mundo sabía lo que había que
creer y hacer, por más que hubiera infidelidades personales y colectivas. El “orden
divino” era el fundamento del “orden humano”. El segundo pilar era la preocupación
por la salvación personal, siempre amenazada por el pecado. El
tercer pilar era la necesidad de predicar el Evangelio al mundo entero para que
todos pudieran salvarse.
Hoy vivimos en
una época en la que estos tres pilares se han desmoronado, total o parcialmente.
Vivimos un profundo cambio de paradigma cultural que ha afectado a la comprensión
y vivencia de la fe. La omnipotencia de
Dios ha sido sustituida por la omnipotencia de la ciencia y de la técnica. Sobre
ellas se basa el nuevo orden social. La salvación personal no se entiende ya
como liberación del pecado y esperanza en la vida eterna, sino como preocupación
por el bienestar personal (salud física y psíquica, trabajo bien remunerado,
relaciones satisfactorias, jubilación digna, etc.). La universalidad del cristianismo se declina
ahora como globalización económica y cultural y ecologismo difuso. El individuo se siente cada vez más solo
frente a un proceso mastodóntico de
institucionalización de la vida humana y de deterioro del planeta. Faltan estructuras intermedias. Algo
parecido sucede en la Iglesia. Muchos católicos sienten que pertenecen a una
gran institución llamada Iglesia católica (más o menos admirada o criticada, según
los contextos), pero luego tienen que vivir la fe en solitario, por su cuenta, porque
faltan comunidades “a medida humana” en las cuales puedan crecer como creyentes.
En este nuevo
contexto, ¿en qué consiste la “apuesta católica”? La respuesta parece obvia,
pero tiene una enorme carga revolucionario: en ser fieles a Evangelio. No
podemos abandonarnos a la nostalgia de una Iglesia que fue pero ya no es ni
tampoco someternos acríticamente al imperio de la tecnociencia actual. La novedad católica,
que nace de la fe en un Dios hecho hombre, es abrazar la tierra (todas las
realidades humanas) desde el cielo (con una mirada trascendente). O, dicho de
otra manera, hacer ver que todas las realidades humanas están transidas de la
presencia de Dios, aprender a descifrar el misterio humano desde la clave que Jesús
nos ofrece con su vida y su palabra. Pero para esto es preciso superar el
cristianismo individualista que hoy vivimos en Europa. Entre los individuos y
la gran institución es preciso crear una red de pequeñas comunidades donde sea
posible vivir de manera concreta las dimensiones de la iglesia: relaciones
fraternas (koinonía), formación
permanente (didaskalía), oración y y
celebración (leitourgía) y compromiso
misionero (diakonía y martyría). En el ambiente rural del
pasado las parroquias cubrían esta necesidad. Hoy, en un contexto mayoritariamente
urbano, es necesario imaginar otras formas de agrupación que, sin desdeñar las
demarcaciones parroquiales, respondan a las necesidades y posibilidades de los
católicos que viven dispersos en las ciudades, como “minorías cognitivas”, por
decirlo de una manera técnica. Por eso tienen futuro todos los grupos y
movimientos que ofrezcan una propuesta comunitaria atractiva y muy vinculada a
la escucha y práctica del Evangelio.
Ha sido mi preocupación como misionero de los ultimos 4 años como párroco. Los Claretianos de Puerto Rico, luego de un discernimiento, hemos echado a andar un Proyecto de Parroquias Claretianas Solidarias, donde tres comunidades religiosas CMFF (7 cmff en total) decidimos vivir juntos en una misma casa para evangelizar 3 parroquias colindantes. Nuestro objetivo: animar una nueva evangelizacion que acentúe ese nuevo modelo eclesiologico de "Pequeñas Comunidades de Vida", que surjan a su vez de nuevas estruturas que ofrezcan a los alejados afectivos y geograficos, un encuentro con Jesús y un camino de discipulado en una Comunidad referencial. Creo que debemos compartir estos procesos que veo que se siguen multiplicando poco a poco y cada vez más en America y Europa.
ResponderEliminarGracias, Héctor, por contar una experiencia concreta. Es encesario que los párrocos se aimen a imaginar otras formas de organizar la vida cristiana de las parroquias. Me parece que lo esencial es involucrar desde el principio mismo a los laicos que forman parte de esas comunidades: pensar, soñar y comprometernos juntos.¡Ojalá eso ayude a revitalizar la vida cristiana en Puerto Rico!
EliminarEl Espíritu Santo confirma su inspiración através de otros hermanos!! Iglesia Santa de Dios. Gracias Señor Jesús!!! Saludos desde Puerto Rico
ResponderEliminarSaludos tambien para usted, "unknown" lector (o lectora) de Puerto Rico.
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