Que esté en Corea
no significa que hable coreano. La verdad
es que no sé más que algunas palabras sueltas y supongo que mal pronunciadas. ¿Cómo
me las arreglo entonces para animar un retiro espiritual a claretianos de Corea? Recurro a
varias estrategias. Para empezar, hace un mes envié un folleto con todas las instrucciones para
los ejercicios personales. Cada participante dispone de él traducido al
coreano, lo cual le permite manejarse con mucha autonomía. Por otra parte, mis
charlas y meditaciones son en inglés, lengua que entiende algo más de la mitad del grupo.
Las acompaño con material audiovisual, lo que facilita la comprensión. Y, por
último, procuro comunicar pocas ideas con el mínimo de palabras, de forma que
sea posible ir haciendo una traducción consecutiva inglés-coreano que no resulte pesada. Para ello cuento con la ayuda de dos claretianos coreanos que se van
alternando en la tarea y que, a juzgar por los juicios de los demás, lo hacen muy bien. Si os cuento esto no es porque crea que os interesa lo
más mínimo cómo me manejo por estas tierras sino porque resulta que hoy, 21 de
febrero, es el Día
Internacional de la Lengua Materna. El lema de este año es Hacia
futuros sostenibles a través de la educación multilingüe. Como
desde hace muchos años estoy expuesto a varias lenguas, soy muy sensible a este
tema. De hecho, en este blog he hablado
ya varias veces a propósito de los
equívocos que surgen en los grupos multilingüísticos y también de las
lenguas como instrumentos de comunicación, no como armas arrojadizas o
herramientas ideológicas.
Hoy la UNESCO nos
propone reflexionar sobre la lengua materna que, aunque su nombre parece que va
en esa dirección, no se refiere solo
a la lengua de la madre sino también a la primera lengua adquirida, a la lengua
en la que uno se expresa mejor, a la lengua aprendida por interacción con el
entorno, etc. Los expertos sostienen –aunque siempre habrá otros expertos que
opinen lo contrario– que todos los fonemas no asimilados en la primera etapa de
la vida (que algunos alargan hasta los 12 años) producen una sordera lingüística a los sonidos y términos
en lenguas extrañas. Esto lo he podido comprobar en las dificultades que muchos
hispanohablantes adultos tienen, por ejemplo, para pronunciar la ese sonora intervocálica del
italiano o del francés. ¡No digamos ya algunos fonemas de la lengua polaca! La
habilidad en la lengua materna es esencial para el aprendizaje posterior. Un
escaso dominio de la lengua materna casi siempre dificulta el aprendizaje de otras
lenguas. Por lo tanto, la lengua materna
debería tener un papel primordial en la educación. También esto lo he
podido comprobar de cerca viviendo con compañeros que me han confesado que son incapaces
de hablar y escribir correctamente en su lengua materna. Sus dificultades para aprender
el italiano, por ejemplo, son notables. Algo tendrá que ver una cosa con la otra. Esto significa que, en general, el
apoyo a la lengua materna, el hecho de estudiarla a fondo y de manera
sistemática no es un obstáculo para aprender otras lenguas; al contrario, es la
garantía de que la persona está más preparada para la aventura multilingüística.
En este mundo globalizado cada vez va a ser más necesario manejarse en varias
lenguas.
Al emperador Carlos
se le atribuyen varias frases en relación con las lenguas. Una es: “Hablo latín con Dios, italiano con los
músicos, castellano con las damas, francés en la corte, alemán con los lacayos
e inglés con mis caballos”. Pero hay otras versiones: “Hablo en italiano con los embajadores; en francés, con las mujeres; en
alemán con los soldados; en inglés con los caballos y en español con Dios”.
Y también: “El francés es la lengua del
amor, el italiano la lengua de la política y el castellano la lengua para
hablar con Dios”. No he podido comprobar la verosimilitud de ninguna de
ellas, pero –como se dice en italiano– se
non è vero, è ben trovato (“Si no es cierto, por lo menos es ingenioso”).
Por alguna razón desconocida, el emperador Carlos vinculaba mucho la lengua
castellana con Dios. Lo curioso es que no era ésta su lengua materna. El castellano lo
aprendió en Gante con la ayuda del humanista Luis Cabeza de Vaca,
aunque cuando llegó a España con 17 años todavía no lo dominaba.
Un amigo mío,
cuya lengua materna es el malayalam, me sorprendió
un día cuando le pregunté qué lengua utilizaba para hablar con Dios. Yo
esperaba que me dijera que su lengua materna –porque parece que asociamos las experiencias
más profundas a nuestra lengua primaria–, pero él me respondió que, por lo
general, rezaba... en inglés. La verdad es que me sentí un poco decepcionado. ¡Menos mal que Dios no necesita traducción simultánea, entiende todo lo nuestro!
Me encanta la manera como expresa esto el poeta mejicano Alfonso Junco
en un poema titulado “Así te necesito” que la Liturgia de las Horas ha incorporado
como uno de los himnos de Vísperas: “Carne
soy, y de carne te quiero. / ¡Caridad que viniste a mi indigencia, / qué bien
sabes hablar en mi dialecto!”. El Dios, hecho carne en Jesús, habla todas nuestras
lenguas y todos nuestros dialectos. Y los habla muy bien; por eso, nos llega al corazón. La lengua más materna de todas es el
amor, que es la lengua de Dios. Y ésta sí que es una lengua universal, aunque
no lo diga la UNESCO. En ella nos entendemos todos los seres humanos entre
nosotros y con Dios.
Gonzalo, pues si que nos interesa saber como te manejas ante situaciones que no son fáciles. Comunicándolo también nos estás dando pistas para afrontarlas cuando se nos presenten.
ResponderEliminarNo me había planteado nunca en que lengua se rezaba. Ahora caigo en la cuenta que toda la enseñanza, en mi tiempo, fue en castellano, menos la catequesis que se daba en catalán. Luego mi lengua materna son las dos y con las dos me manejo bien.
Gracias.