jueves, 2 de junio de 2016

Solidario, sí; creyente, según y como

Ayer escribí sobre los voluntarios que se ofrecen para realizar tareas sociales. Son millones en todo el mundo. Hoy quiero ir un poco más lejos. Cuando el pasado mes de febrero viajé a Barcelona, los responsables de la pastoral del Col.legi Claret me aseguraron que la mayoría de los muchachos eran muy sensibles a las cuestiones relacionadas con la solidaridad (campañas, voluntariado, proyectos, etc.), pero –siempre hay un pero– cuando se les invitaba a vincular este esfuerzo solidario con la fe, muchos fruncían el ceño. Respondían como los atenienses cuando el apóstol Pablo les hablaba de la resurrección: “De esto te oiremos hablar otro día” (Hch 17,32). 

Creo que esta situación se repite en otros muchos lugares, sobre todo entre los jóvenes. Es como si creer en Dios fuera algo del pasado, una rémora para la liberación de las personas. Lo que hoy se lleva es trabajar por los seres humanos sin ninguna referencia trascendente. Nos valemos por nosotros mismos para arreglar nuestras cosas. Basta un poco de solidaridad. ¡He aquí la palabra clave! Pasó el tiempo de los creyentes. Ha llegado la hora de los solidarios. ¿Quién se apunta? Muchos eclesiásticos ocupan los lugares de cabeza. Están hartos de que los tilden de meapilas. Lo que hoy mola es ser un cura... solidario. 

La palabra solidaridad y todos sus derivados y sinónimos prestigia cuanto toca. Alude a una realidad que se vive como positiva y que se asocia  a ideales como paz, libertad, fraternidad, etc.  Por eso, se usa a todas horas y casi nadie la discute. Se habla de semana solidaria, vacaciones solidarias, proyecto solidario... Cada vez que hay un atentado terrorista o una catástrofe natural, enseguida se ponen en marcha campañas de solidaridad con los damnificados. Muchas personas dicen: Je suis Paris, Je suis Bruxelles, etc. Los mensajes en Facebook se llenan de cientos o miles de Me gusta, lo cual denota una sensibilidad muy positiva, aunque luego no se traduzca en compromisos concretos. Si uno quiere estar al día, tiene que ser solidario. No queda otra. 

La palabra fe, por el contrario, suscita sentimientos encontrados. Para algunos, representa la experiencia humana más alta y sublime y también más humanizadora; para otros, una realidad abyecta, irracional, excluyente, prescindible, la causa de los principales males que asolan a la humanidad. 

¿Qué está pasando? ¿Cómo hemos llegado a esta absurda contraposición? ¿Por qué hemos separado "lo que Dios ha unido"? ¿Por qué muchos perciben la solidaridad como una alternativa a la fe cuando tendría que ser su expresión visible?  ¿O acaso es la solidaridad el nuevo nombre de la fe? Cada vez que reflexiono sobre estas cuestiones me vienen a la mente dos referencias: una evangélica y otra poética. 



La referencia evangélica tiene que ver con la famosa parábola de las cabras y las ovejas, que nos cuenta Jesús en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo:
Entonces el rey dirá a los de la derecha: Venid, benditos de mi Padre, a heredar el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era inmigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba encarcelado y vinisteis a verme. Los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber, inmigrante y te recibimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte? El rey les contestará: Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis.
Según esta parábola, cada vez que un ser humano ayuda a sus semejantes, se encuentra con el mismo Jesús, aunque no lo reconozca. Muchos jóvenes suscribirían sin dudar estas palabras. Lo que importa es dar de comer, dar de beber, vestir, acoger, visitar...

La referencia poética me viene del poemita Equívocos del obispo claretiano Pedro Casaldáliga.

Donde tú dices ley,
yo digo Dios.
Donde tú dices paz, justicia, amor,
yo digo Dios.
Donde tú dices Dios,
yo digo libertad, justicia, amor.

No basta con decir Creo en Dios. Hace falta saber en qué Dios creemos. ¿Es un Dios que promueve la libertad, la justicia y el amor? Entonces, quienes buscan estos valores se están encontrando con él… aunque no lo sepan. Todos, en el fondo, adoramos a un Dios desconocido. 

La experiencia humana es mucho más compleja de lo que hacen suponer estas antítesis. ¿Por qué muchas personas se niegan –o, al menos, tienen dificultades– para creer en ese Dios escondido? ¿Por qué no lo reconocen cuando son solidarias? ¿Por qué les cuesta tanto agradecer su presencia misteriosa? ¿Por qué no disfrutan sintiéndose amadas por él? Demasiadas preguntas de no fácil respuesta. Una fe madura siempre lleva a la solidaridad. Una actitud solidaria no siempre lleva a la fe. Algo falla en el circuito. Es probable que a las personas solidarias que se resisten a creer les pese mucho una idea equivocada de Dios. Quizá en quien no creen es precisamente en esa idea equivocada

La colaboración de creyentes y agnósticos y ateos al servicio de los más necesitados, ¿no podría servirnos a todos para superar prejuicios, purificar ideas distorsionadas  y abrirnos juntos a Aquel que ha sido tan solidario con nosotros que se ha hecho uno como nosotros? El evangelio de este jueves 2 de mayo nos da la clave. 

2 comentarios:

  1. Es un debate interesante. Hay que saber leer la huella del Espíritu en esa sensibilidad solidaria de los jóvenes. Quizás a través de ella sea nuestra responsabilidad mostrar con renovado entusiasmo el rostro del Dios misericordia, del Dios Madre al que se le remueven las entrañas viendo el sufrimiento de sus hijos.
    Quizás sea este año jubilar una llamada a no quedarnos en el sillón lamentándonos por la falta de fe de tantos y salir fuera "a pelo" a devolverle a Dios su verdadero rostro, en ellos y en nosotros.

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  2. Vivimos en un mundo mediatizado. Y Dios y los que hablan ( hablamos, nos decimos de) han sido, y siguen siendo, atacados por los medios. Los falsos profetas, los magos como Escevas, tienen mucha más voz y audiencia que el cura de pueblo bueno y entregado a sus fieles como un buen Pastor. Y si ahora el Papa Francisco tiene " audiencia" pero la crítica insana y hasta la calumnia acechan para en cualquier ocasión " buscarle tres pies al gato" y desprestigiar lo divino o transformarlo en un mensaje politico o social alejado de toda referencia a Dios.
    Pero si nuestro Dios es amor y para eso se encarnó, es evidente que en lo llamado solidario (la Caridad no se menciona) está Cristo.

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