Ayer tuve la
suerte de celebrar la Eucaristía con la comunidad parroquial de St. Joseph en Kerwa,
un área rural cercana a Nairobi. Fueron dos horas de fe, comunidad, ritmo y
alegría. Si algo aportan los africanos a la Iglesia y a la humanidad es su
capacidad innata de celebrar la vida, de alabar a Dios con todo el cuerpo, de
implicar persona y comunidad, de solidarizarse con todos los miembros necesitados.
El tiempo dirá si este estilo decae o se puede desarrollar más todavía. Cuando
se compara una Eucaristía dominical en África con las muchas que suelen
celebrarse en Europa, el contraste es patente. No hablo de mejor o peor. Me
limito a constatar dos estilos. El primero pone mucho el acento en la persona,
hasta el punto de que la Eucaristía casi parece casi un asunto de cada uno. El
segundo subraya la importancia de la comunidad. En Europa domina el formalismo.
Se considera que todo tiene que seguir un canon. En África domina la
expresividad. Sin canto y danza no hay celebración. Es bueno abrirnos a otros
contextos para saber que las cosas se pueden hacer de diferentes maneras. Siempre
podemos aprender.
Gracias por dejarnos participar de esta vivencia y expresion de la fe de este pueblo.
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