Hace años, al
final de una semana de ejercicios espirituales que dirigí en España, invité a
los participantes a compartir con los demás su plan de vida para el futuro. Se supone
que uno, tras una experiencia espiritual intensa, se anima a corregir, cambiar o
reforzar algún aspecto de su vida. Todos fueron desgranando con más o menos
detalle sus planes. Algunos fueron muy concretos. En general, todo entraba
dentro de lo previsible… hasta que le llegó el turno a un compañero a quien
aprecio mucho por su honradez, su finura intelectual y su discreción. Comenzó
diciendo que su proyecto de vida se reducía a cuatro palabras. Todos pensamos
que era una forma de hablar. Tal vez enunciaría unas cuantas palabras clave y luego
iría explicando su contenido. Pero no. Se trataba de cuatro palabras: ni una
más, ni una menos. Y para colmo, dos de ellas eran monosílabos. A todos nos resultaron enigmáticas, pero enseguida
comprendimos que eran fruto de un discernimiento agudo y, sobre todo, de una
fuerte determinación. Es probable que llevara tiempo tratando de afrontar algún
problema personal o dilatando alguna decisión importante. En los ejercicios espirituales
se había sentido contra las cuerdas. O había encontrado la fuerza que
necesitaba. Tuvo la lucidez y el coraje para concentrar su resolución en aquellas benditas cuatro
palabras.
Todos nosotros
podemos atravesar encrucijadas parecidas. Llevamos tiempo (a veces años) dando
vueltas en la cabeza a algún asunto, pero no acabamos de encontrar el momento
oportuno para abordarlo o compartirlo. A veces, se trata de la lucha contra
alguna adicción (tabaco, alcohol, juegos, apuestas, pornografía). Otras se
refiere a pedir perdón a alguien a quien hemos ofendido o a cauterizar alguna
herida abierta. Muy a menudo los planes tienen que ver con empezar algo nuevo: una
relación, un trabajo, el aprendizaje de una lengua o de un deporte, un ritmo de
oración personal, una dieta equilibrada, etc.
¿Cómo se pasa del deseo a la
decisión? ¿Por dónde se empieza? ¿Cómo
se organiza el camino? Las cuatro palabras de mi compañero causaron gran impacto en el
grupo. No solo por lo que expresaban sino por la contundencia con que fueron
pronunciadas. De hecho, todavía las recuerdo con precisión. Siguen siendo tan
válidas hoy como hace años. Muchos las pronuncian también, pero no creen en ellas. Suenan a excusa. Pero si
uno las toma en serio, pueden cambiar muchas cosas. Sí, cuatro palabras, catorce
letras: “De mañana no pasa”.
El "el mañana" puede o no puede cambiar la vida, según las circunstancias. Hay el que dice "de mañana no paso" que dejo de fumar y al dia siguiente, vuelve a fumar y se dice lo mismo "de mañana no paso". El que sí lo cambia es el presente: "de hoy no paso" que equivale a decir: empiezo ya...
ResponderEliminarGracias por dar pie a la reflexión.