En muchos lugares
del mundo hoy se celebra la solemnidad litúrgica de la Ascensión
del Señor y la fiesta popular del Día de la Madre.
Yo sigo todavía en Galicia. Desde mi ventana veo las verdes praderas que rodean
el Convento de Baltar,
un antiguo pazo gallego transformado ahora en casa de acogida. Luce un sol
matutino de primavera. El mar Cantábrico lame con furia los acantilados
cercanos. Dentro de poco celebraré la Eucaristía en una de las iglesias
desperdigadas por estos parajes montañosos. Por la tarde acompañaré al nuevo obispo de Mondoñedo-Ferrol en su primer contacto con la iglesia de Ferrol.
Ayer pasé casi
toda la jornada en Mondoñedo, un precioso pueblo de la montaña lucense. A las
11 comenzó la ceremonia de consagración episcopal de mi hermano claretiano Luis
Ángel de las Heras. La pequeña catedral estaba atestada de gente. Fue una larga
ceremonia, de casi tres horas, en la que experimentamos la belleza de la
liturgia católica (que recoge una herencia multisecular) y el calor de una comunidad
cristiana acogedora, disponible, feliz de tener obispo después de casi un año
de sede vacante. En muchos lugares de internet se puede leer una crónica de lo
que vivimos. Basta mencionar aquí la homilía
del arzobispo Julián Barrios y la alocución del nuevo obispo. Son
mensajes que nos ayudan a entender el significado del ministerio episcopal en
la Iglesia y en la sociedad de hoy.
Yo me limito a
contemplar el acontecimiento de ayer (la ordenación episcopal) desde la fiesta litúrgica de hoy (la Ascensión). Celebramos
que Jesús, después de su existencia terrena, “ascendió” al cielo. Para muchas
personas, incluidos algunos de sus amigos, el misionero Luis Ángel de las
Heras, “ascendió” ayer de la categoría de presbítero a la de obispo. Si se
entendieran las cosas desde una perspectiva bíblica, el verbo expresaría muy
bien la realidad. Pero para algunos, “ascender” significa, sin más, subir un peldaño
en el escalafón social, ganar prestigio, poder, dinero, etc. Muchas personas
están siempre deseando subir porque consideran que esa subida mejora su
situación.
En los últimos años se ha puesto de moda el verbo “trepar”. Su
primera acepción es conocida: “Subir a un lugar alto o poco accesible
valiéndose y ayudándose de los pies y las manos”. Pero el diccionario de la RAE
registra otra coloquial que es la que se ha puesto de moda: “Elevarse en la
escala social ambiciosamente y sin escrúpulos”. Quienes así se comportan son
denominados trepas. No es, desde
luego, el caso de Jesús. Él no "trepó" a los cielos, porque como dice la carta de
Pablo a los Filipenses: “A pesar
de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario,
se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de
tantos” (2, 6-7). Fue Dios quien “lo
levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»” (2, 9).
Lo mismo sucede
con nuestro hermano obispo. Renunció a la situación en la que se encontraba y,
después de un profundo discernimiento, aceptó el ministerio episcopal. Para
muchos supone un ascenso en el escalafón, pero, en realidad, supone un descenso al territorio de las
necesidades humanas, un ponerse al servicio incondicional de la Iglesia. Con un
poco de ironía podríamos decir que ha sido reducido
al estado episcopal. Esto es hermoso porque reproduce la misma experiencia de
Jesús. ¡Ojalá se convierta en un verdadero programa de vida!
Lo he calificado como interesante pero realmente es interpelador y muy saludable pensar que el OBISPO ha descendido para encontrarse más cerca y más entregado al servicio de los fieles y de los más necesitados. Por ser asi, enhotabuena al nuevo obispo.
ResponderEliminarGonzalo, gracias por compartir este evento y gracias por la visión que das de la Ascensión.
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