Madrid es una ciudad hermosa y amigable, pero puede volverse inhóspita cuando el termómetro se aproxima a los 40 grados. Después de un par de semanas en Vic, estoy de nuevo en mi casa. Esta mañana, a las 5,37, recibo un escueto mensaje que dice: “Querido amigo, mi madre, Rosi, acaba de dejarnos. Descansa ya en Paz”. No me sorprendió porque, doce horas antes, había recibido otro que presagiaba un desenlace inminente: “Tengo que decirte que mi madre Rosi está hospitalizada y creemos que le quedan pocas horas de vida, una vida fructífera, aunque también de desgaste grande. Seguro que está deseando llegar a los brazos de María y de Jesús. Doy gracias por el amor de una madre, algo que no tiene nada con qué compararse”.
Teniendo tan cercana la muerte de mi propia madre (apenas 50 días), comprendí muy bien el alcance de estas palabras de mi amigo Juan. Es probable que muchos lectores del Rincón os estéis preguntando quién es Rosi, aunque otros lo habréis adivinado enseguida al ver la foto que encabeza la entrada. Rosi es la madre de los trece componentes de Brotes de Olivo, el grupo musical que lleva acompañando el camino cristiano de miles de personas en los últimos 52 años.
Conocí a Rosi por primera vez en el lejano 1986. Entonces era una mujer guapa, sensible, maternal, entrañable. Después la fui encontrando en varias ocasiones, aunque ya hace bastantes años que no la veía. En realidad, no la veía físicamente, pero sabía de su progresivo declive a través de algunos de sus hijos. La enfermedad la ha ido minando a lo largo del tiempo, pero no ha logrado borrar la ternura de su mirada. Basta contemplar sus ojos en las fotografías de este tiempo. Ella ha sido la matriarca de una familia que, entre hijos (13), nueras y yernos, nietos (30) y biznietos (4), comprende una sesentena de personas.
Ha entrado en la vida eterna quien ha engendrado mucha vida en la tierra. Este alumbramiento continuo ha sido a la vez una muerte anticipada. Solo da vida quien muere a sí mismo. Rosi ha muerto a sí misma (quizás demasiado) para que muchos otros (no solo los miembros de su familia) hayan tenido vida. Ha sido trigo enterrado que produce fruto. Y hoy, una calurosa mañana de verano, esta “rosa de julio” ha exhalado su último aliento en Huelva, la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida. Esta “rosa de julio” está ahora plantada en el jardín de Dios para seguir exhalando el perfume del amor, que es la única realidad que cruza la frontera.
El vídeo que acompaña la entrada de hoy ha sido realizado por Josema, uno de sus yernos. Y la canción que lo acompaña ha sido compuesta por Vicente, uno de sus nietos. Hace ya tres años que escribí sobre “la abuela Rosi” y sobre esta canción que me llega al alma. Solo quien ama mucho puede componer una obra tan entrañable. Hoy esa canción cobra actualidad. Es un homenaje de gratitud, pero también una oración al Dios en el que tanto ha creído para que le dé el descanso tras muchos años de fatiga.
Estoy seguro de que su familia está viviendo estos momentos como una verdadera “pascua”, como el paso de esta vida hermosa pero siempre frágil a la vida que no tiene fin. No es fácil hoy creer en la vida eterna, como confesamos los cristianos en el Credo. Todo parece conjurarse para que aceptemos de buen grado que también nosotros, como si fuéramos un producto de mercado, tenemos fecha de caducidad. Pero Jesús nos ha dicho otra cosa: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre” (Jn 11,25-26). Me fío más de sus palabras que de todos los “dogmas” contemporáneos. Somos carne de resurrección. No tendríamos que avergonzarnos de esta maravillosa realidad, sino agradecerla desde el fondo de nuestro corazón.
Desde este Rincón expreso mis sentimientos de cercanía a la familia Morales-Escala a la vez que comparto su serena esperanza. Aunque parezca un poco tarde, julio es también tiempo de rosas.
Gracias querido Gonzalo por tus bellas palabras hacia esta maravillosa mujer. Ella siempre quiso pasar desapercibida y sin hacer ruido, aunque era difícil y sobre todo por su ternura de madre para con todos los que se cruzaron con ella. Un abrazo.
ResponderEliminarUn privilegio haber nacido de ella...
ResponderEliminarNo, no es fácil creer en la vida eterna sin ninguna ayuda… Somos frágiles y hay momentos en que tambaleamos, cuando tenemos procesos cercanos que no acabamos de comprender, pero también hay la experiencia de que, de vez en cuando, se enciende una lucecita que nos ayuda a ver más claro el camino.
ResponderEliminarEn el video podemos comprender todo el amor que ha transmitido Rosi y este es el legado que deja a los suyos.
Gracias Gonzalo porque, enciendes lucecitas, que nos ayudan a recordar las palabras de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”