martes, 30 de julio de 2024

La mejor versión


Me llegan noticias directas de lo que está pasando en Venezuela. Es verdad que los medios de comunicación españoles están informando de la situación, pero el enfoque depende mucho de su orientación ideológica. Parece que no hay ningún fundamento objetivo para creer que Maduro haya ganado las elecciones, excepto su propia celebración de la victoria. Más bien, hay datos para creer que el triunfo de la oposición ha sido abrumador. Varios países y organizaciones internacionales han pedido que se haga un recuento verificable de los votos ante las sospechas de fraude. Mi amigo venezolano me envía desde Caracas varios documentos gráficos y sonoros para mostrarme el descontento de gran parte de la población. Termina así su testimonio: “No sé cómo describir el ambiente, pero duele”. 

Lo que ha pasado no constituye ninguna sorpresa. El régimen chavista no va a soltar el poder por vías democráticas, aunque continuamente hable de “escuchar al pueblo”. Lo que me desconcierta es cómo todavía hay gente que sigue apoyando a este régimen o al de los Ortega en Nicaragua. Una de dos: o no conocen la situación real de la gente (incluyendo los más de ocho millones de exiliados) o son unos privilegiados que obtienen prebendas de estos regímenes dictatoriales. Quienes viven en Venezuela o en Nicaragua (nosotros tenemos varias comunidades claretianas en ambos países) y están en contacto con la gente saben lo que de verdad está sucediendo. Denunciar estas satrapías no significa echarse en brazos de la ultraderecha mundial como les gusta decir a sus líderes corruptos para desacreditar a quienes los critican. 


En situaciones así se vuelve a abrir el debate sobre la llamada “injerencia humanitaria”, un concepto que san Juan Pablo II defendió en varias ocasiones, sobre todo a propósito de la guerra de los Balcanes. Soy consciente de las dificultades teóricas y prácticas que plantea esta “injerencia”, pero creo que en determinadas situaciones es preferible correr este riesgo antes que dejar desamparada a una población que está siendo gravemente privada de sus derechos fundamentales. No sé cómo va a evolucionar la situación en Venezuela en los próximos días. Mi amigo venezolano me dice que “la violencia va a ir aumentando a medida que pasen las horas; salí para abastecernos un poco, pero ya todo está cerrado y solo pude comprar algunas cositas mientras la gente apuraba por conseguir alimentos”. 

¿Es posible que el apego al poder se coloque por encima de la seguridad y el bienestar del pueblo? No solo es posible, sino que, por desgracia, la situación se repite en múltiples contextos, no solo en la Venezuela chavista. Los creyentes queremos ser hombres y mujeres de paz, creemos en el poder de la reconciliación, pero eso no significa que transijamos con la injusticia flagrante. Si se demuestra que la oposición ha ganado las elecciones, el régimen de Maduro tiene que acatar los resultados. Ni el pueblo de Venezuela ni la comunidad internacional van a aceptar una nueva y sangrienta farsa, por más que se revista con lenguaje democrático o se desvíe la atención poniendo el foco en otras injusticias que se están dando en otros lugares del mundo.


Seguiré en contacto diario con mi amigo venezolano para que me cuente cosas de la calle que no suelen reflejarse en los medios de comunicación. Esperemos que no se dispare más la violencia y que se encuentren cauces pacíficos para una salida digna y respetuosa de la voluntad popular. También el pueblo venezolano tiene derecho a “su mejor versión”. Os dejo con un nuevo tema de Luis Enrique Ortiz que lleva precisamente por título “Mi mejor versión”. En un momento dado, este claretiano portorriqueño canta algo que puede iluminar la situación que ahora se vive en Venezuela: “Si quiero ser libre, solo hay una opción: renunciar al control para vivir mi mejor versión”. 

No es fácil “renunciar al control” cuando creemos que la seguridad nos viene del dominio sobre la realidad. La “mejor versión” del ser humano no es el poder, sino el servicio. Es probable que Maduro acabe “controlando” al país con el uso de la fuerza, pero eso no significará un avance, sino un fortísimo retroceso. La “mejor versión” es escuchar la voz de quienes claman por una libertad y una prosperidad que el régimen les ha robado hace mucho tiempo, por más que haya altavoces políticos y mediáticos que hacen propaganda de sus falsas bondades en todo el mundo.



1 comentario:

  1. Cuando conoces personas, con nombre y apellidos y que viven en el lugar del conflicto y son víctimas de ello, se despiertan sentimientos diferentes de cuando desconocemos incluso la historia de aquel pueblo.
    Hace pensar que, la persona, sea quien sea, ante la posibilidad de “subir” sea capaz de “aplastar” a los que considera sus enemigos.
    Gracias Gonzalo por aportarnos información directa y verídica que puede ayudarnos a contemplar el problema con otra visión… Gracias por complementar con la canción de "mi mejor versión"...

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