Hace tres años escribí sobre los amigos de Betania en la memoria de los hermanos Lázaro, Marta y María. A pesar de la escasez de datos, es iluminador ver cómo cada uno mantiene un lazo especial con Jesús. Este año, derrotado por el calor madrileño y por las noticias contradictorias sobre los resultados electorales en Venezuela, prefiero fijar mi atención en una frase que Marta pronuncia en el evangelio de hoy: “Señor, si hubieras estado aquí”. También escribí ya sobre ella hace siete años. No voy a repetir lo que compartí entonces. En realidad, la frase completa es: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Es verdad que, más adelante, Marta va a hacer una impresionante confesión de fe, a la altura de la de Pedro: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.
Pero hoy me detengo en esa misteriosa frase condicional que, no sé por qué, me ha hecho recordar el Wish you were here de Pink Floyd. Esta vez quiero interpretar las palabras de Marta a partir de la última estrofa de la canción de Pink Floyd: “How I wish, how I wish you were here. / We're just two lost souls / Swimming in a fish bowl, / Year after year, / Running over the same old ground. / What have we found? / The same old fears. / Wish you were here”. Aunque es muy difícil traducir los textos poéticos sin empobrecerlos, en español la estrofa sonaría más o menos así: “Cómo desearía, cómo desearía que estuvieras aquí. / Solo somos dos almas perdidas / Nadando en una pecera, / Año tras año, / Corriendo sobre el mismo viejo terreno. / ¿Qué hemos encontrado? / Los mismos viejos miedos. / ¡Ojalá estuvieras aquí!”.
No sé si proyecto mis propias sombras, pero veo a mucha gente perdida, “nadando en una pecera”, moviéndose mucho, sin franquear nunca la barrera de una vida roma, prisionera de “los mismos viejos miedos”. No sé si el afán por viajar que muchos jóvenes comparten hoy es una expresión de ese deseo de huir de una vida mediocre con el vano intento de encontrar fuera lo que no acaban de encontrar dentro. En estos días de vacaciones estivales, las carreteras, las estaciones de autobuses y trenes y los aeropuertos están abarrotados de gentes con maletas, bolsas y mochilas que necesitan huir de la ciudad para encontrar en alguna playa, montaña o lugar turístico ese “paraíso perdido” que no encuentran cuando se limitan a “correr sobre el mismo viejo terreno”.
El sábado, después de la ceremonia de la boda que celebré en Logroño, comprobé cómo los invitados más jóvenes disfrutaban bebiendo y bailando, como si la mezcla de alcohol y ritmo rompiera la mediocridad de una vida gris, laboralmente exitosa, pero personalmente insatisfecha. Todos se volvieron locuaces y amigables. ¿Qué tiene que suceder para que uno se encuentre bien consigo mismo? ¿Quién tiene que venir para que nuestro vacío interior se llene de luz?
Las palabras que Marta le dirige a Jesús –“si hubieras estado aquí”– son, en el fondo, el grito que todos nosotros lanzamos cuando nos corroe el vacío, cuando, después de haberlo intentado todo, no acabamos de encontrar la plenitud que ansiamos. Con Pink Floyd, nos atrevemos a modificarla un poco para que exprese mejor nuestro deseo profundo: “¡Ojalá hubieras estado aquí!”. Creemos en Jesús, pero a menudo echamos de menos una presencia más evidente y eficaz. Quisiéramos sentir su mano sobre nuestro hombro.
Él nunca se separa de nosotros, pero nos pide el salto de creer en él. Sin fe, Jesús no es nada, un vano sentimiento que hoy viene y mañana se va. Marta, tan cercana y tan amiga, tuvo que aprender a “creer” en Jesús, no solo a admirarlo como amigo. Tuvo que aprender que, aunque distante físicamente, él siempre está cerca de quien cree en él. El “¡ojalá estuvieras aquí!” se transforma en: “¡Ayúdame a reconocer que ya estás aquí!”. Los “amigos de Jesús” –como sucedió con Lázaro, Marta y María– tenemos que aprender a relacionarnos con el Maestro en un nivel más profundo que la mera admiración o incluso que la ejemplaridad moral. Estamos llamados a creer que -como él mismo nos prometió- estará siempre con nosotros hasta el final de los tiempos.
Gracias Gonzalo por ayudarme hoy a transformar este “ojalá estuvieras aquí”, dirigido a Jesús por este “Ayúdame a reconocer que ya estás aquí”… Hay momentos de la vida que necesitamos que alguien aporte luz… Gracias.
ResponderEliminarAhora de cara a las vacaciones de verano....El pensamiento debería ser..." yo se que Tu estás conmigo, ojalá yo sienta que estoy contigo"....porque todo invita al descuido.
ResponderEliminarCon los años, se entiende mejor que las adversidades nos alertan, nos fortalecen... y nos acercan más a Dios.
Gracias Gonzalo, con Marta, María y Lázaro pensamos en afianzarnos en nuestra fe.