miércoles, 29 de mayo de 2024

Bailando con Taylor Swift


No pienso acercarme esta tarde al estadio Santiago Bernabéu. Hace demasiado calor como para exponerme al sol inmisericorde de finales de mayo. Además, se prevé un gentío enorme haciendo cola para participar en el primero de los dos conciertos que ofrecerá Taylor Swift en Madrid. Los medios españoles llevan semanas hablando de ella y calentando el ambiente. La publicidad hace milagros. Los swifties sueñan, venden pulseras, se citan por las redes sociales... y hasta compran pañales para no tener que ir al baño durante el largo concierto y perderse alguna de sus canciones.

Mientras, muchos vecinos del estadio protestan porque el barrio se ha convertido en una especie de campamento de fans y los decibelios previstos superan con mucho los límites permitidos. Defensores y detractores de estos macroconciertos en el centro de la ciudad cruzan argumentos (quiero decir, sentimientos). Al final, será un gran éxito artístico, los fans acabarán encantados, los medios prodigarán crónicas elogiosas, los vecinos pasarán página y algunos (pocos) harán caja, incluyendo los establecimientos de la zona.


¡Claro que sé quién es Taylor Swift! El título de la entrada de hoy solo pretende despistar. O quizá no, porque, en realidad, no me sé sus canciones y ninguna de ellas está incorporada a lo que algunos llaman “la banda sonora de mi vida”. La artista norteamericana ha llegado demasiado tarde. La llamo artista, pero, en realidad, es muchas más cosas: cantante, compositora, productora discográfica, directora, actriz y empresaria. 

Parece que los 34 años le han dado para mucho, incluso para pagarse una suite en el hotel Villamagna (a cuatro pasos del Bernabéu) a razón de 25.000 euros por noche. Algo debe de tener Taylor Swift para recibir tantos elogios por parte de la crítica y contar con una fanaticada millonaria en las redes sociales. Algunos se atreven a pedir para ella el premio Nobel de Literatura. Si ya lo recibió otro compositor y cantante como Bob Dylan, ¿por qué ella no? 


Entre las diez canciones más famosas de Taylor Swift se encuentra Shake It Off”. Una parte de la letra dice: “Pero sigo adelante / No puedo parar, no quiero parar de moverme / Es como si tuviera esta música / En mi mente, diciendo: Todo va a estar bien / Me muevo, me muevo, me muevo…”. Es muy probable que en estos tiempos de certezas vacilantes y de amores rotos, la única terapia sea moverse sin pausa pidiéndole a la música que nos asegure que todo va a estar bien, a pesar de los pesares. Esa confianza ciega en que “todo va a estar bien” es una forma moderna de fe. 

¿Quién nos asegura que no caminamos hacia el abismo? Taylor Switf nos pide con un ritmo frenético que “nos lo quitemos de encima” (shake it off), que nos movamos para exorcizar el miedo al presente y al futuro, que no nos rompamos la cabeza pensando… Muchos adolescentes y jóvenes se han tomado al pie de la letra su mensaje. Quieren moverse con ella, bailar con ella, no parar, hacer que todas las células del cuerpo se pongan en danza para que todo acabe bien. ¡Veremos lo que sucede! Yo, por si acaso, me quedo en casa. Ya no está uno para estos trotes. ¿O es un problema de bolsillo?

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