domingo, 9 de junio de 2024

Estos son mi madre y mis hermanos


Han pasado diez días desde la última entrada. Desde entonces han sucedido muchas cosas en mi vida. La más determinante es, sin duda, la muerte de mi anciana madre el pasado 1 de junio. Hasta ahora no he tenido ni tiempo ni ganas para compartir con los amigos del Rincón esta experiencia única, hermosa y creyente. Lo hago hoy, X Domingo del Tiempo Ordinario. En el Evangelio, Jesús aborda con unas palabras desconcertantes la novedad de las relaciones que él establece: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”. 

Una vez más, Jesús resulta demasiado “nuevo” para quienes todavía vivimos con viejos esquemas mentales y con afectos poco evangelizados. Tanto su madre como sus parientes y discípulos tuvieron que hacer una peregrinación de fe para la que no estaban preparados.


También yo he vivido en la última semana una hermosa peregrinación de fe. Mi madre, que dentro de tres meses hubiera cumplido 92 años, murió en la madrugada del primer día de junio, a caballo entre la fiesta de la Visitación de la Virgen María (31 de mayo) y la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (2 de junio). La Eucaristía (comunidad, palabra y cuerpo) y María fueron siempre las dos fuentes principales de su espiritualidad. Junto a su cama estábamos sus cuatro hijos. Cuando ella dejó suavemente este mundo a la 1,35, en el corazón de la noche, lloramos, nos abrazamos y rezamos unidos. 

Pronto las lágrimas de la noche fueron sustituidas por la esperanza del alba. Fue hermoso velar su cuerpo en su propia casa y, desde allí, trasladarlo a la iglesia de Nuestra Señora del Pino, advocación que mi madre llevaba en su nombre de bautismo. Muchas personas amigas se hicieron presentes en su funeral. Otras muchas nos expresaron sus condolencias a través de las redes y por otros medios. Se creó una maravillosa comunidad de orantes por su eterno descanso. Desde aquí quiero agradecer de corazón todas las muestras de afecto recibidas.


De entre las muchas lecciones que he aprendido durante estos días hay algunas que me han sorprendido. Muchas de las personas que me daban el pésame con palabras más o menos convencionales, enseguida saltaban de la persona de mi madre a las personas de su familia fallecidas recientemente, como si toda muerte evocara siempre “nuestras” muertes. Algunos no lloraban tanto por mi madre (a la que apenas conocían), sino por sus propias madres, como si se hubiera abierto una puerta no cerrada del todo. 

Me sorprendieron algunos de mis mejores amigos con expresiones que se salían de lo común y que me llegaron al alma. Las transcribo tal cual: “Si necesitas cualquier cosa, me dices”; “Si en algo te puedo ayudar, cuenta conmigo”. No naufragaban en consideraciones piadosas o en consejos de autoayuda. Expresaban cercanía y deseos sinceros de echar una mano. 

Por último, experimenté (junto con el resto de mui familia) la fuerza curativa y reconfortante de la liturgia. No hay nada que llegue más adentro que la esperanza que mana de la Palabra de Dios y el ánimo que nos brinda la Eucaristía. Es la pura realidad. De hecho, después de la celebración, en el camino de la iglesia al cementerio, experimenté una serena alegría que manifiesta el sentido de la Pascua, actualizada en la Eucaristía. 


Mi madre María del Pino era mi madre por pura biología. En su seno se produjo un intercambio celular que explica, siquiera en parte, nuestra profunda vinculación. Pero mi madre fue, sobre todo, mi maestra en la fe, la primera que me enseñó a conocer y a amar a Dios, la que siempre respetó y apoyó mi vocación religiosa y sacerdotal. En ese sentido, ejerció la maternidad de quienes, más allá de la biología, se esfuerzan por discernir y cumplir la voluntad de Dios. Estoy seguro de que Jesús la ha incluido en el grupo de los suyos.

Podría escribir más cosas sobre ella, pero creo que en estos momentos se requiere un poco de contención para que las muchas palabras no desvirtúen la profundidad y belleza de la experiencia. ¿Se puede vivir la muerte como una gracia? ¡Sí, se puede! ¡Gracias, Señor, Padre de la vida!



7 comentarios:

  1. Y feliz tu testigo de esa pascua que no tiene fin.😇😇🙏

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  2. Me encantan las fotos de tu madre.Maria

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  3. Hay dos expresiones que has escrito y me hacen bien y me están ayudando a reflexionar sobre mi vida… ¡Cuántas veces, me toca hacer “esta peregrinación de fe” para la que no estamos preparados.
    Escribes también: “¿Se puede vivir la muerte como una gracia? ¡Sí, se puede! ¡Gracias, Señor, Padre de la vida!”
    Gracias por el interrogante planteado y su respuesta que, en estos momentos, es fruto de tu experiencia.
    Gracias Gonzalo por compartir la experiencia de vida y muerte de tu madre… Las fotos son un buen recuerdo. Un abrazo.

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  4. Gracias Gonzalo por contarnos tu experiencia.
    Eso me gustaría que dijeran mis hijos de mi...que le enseñe a querer a Jesús....
    Qué bonitas fotos¡ Cuanta ternura inspiran los " mayores" y los " niños"...
    La muerte sólo es un paso....
    La fe no es solo.un sentimiento es una experiencia real.

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  5. Un abrazo fraterno y solidario. Es hermoso recordar con gratitud y reconocimiento. María del Pino ha sido recibida en la Vida plena; que el Padre Misericordioso os colme de consuelo y esperanza. Gracias, Gonzalo por tus páginas, la última y todas las de estos casi 10 años. Bendiciones.

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  6. Un abrazo de paz y bien a la distancia.🌿🇨🇷

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  7. Mi más sentido pésame.

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