Hoy es el primer día sin clase para los alumnos del colegio al que voy todas las mañanas. Me imagino que también para el resto de los colegios de Madrid y quizá del resto de España. Comienzan las deseadas vacaciones de verano; o sea, según la RAE, el “descanso temporal de una actividad habitual, principalmente del trabajo remunerado o de los estudios”. Ha llegado el tiempo de “vacar”, verbo que significa “cesar por algún tiempo en sus habituales negocios, estudios o trabajo”. Los estudiantes (que no los profesores) vacan hasta los primeros días de septiembre, unos dos meses y medio de cese y descanso.
Aún recuerdo la expectación con la que aguardaba estas fechas de finales de junio cuando era niño, adolescente y joven. El fin del curso académico significaba el paso a un largo, interminable, período en el que el verbo “estudiar” era sustituido por el verbo “vacar”. Algunos de los recuerdos mejores están ligados a ese período de las vacaciones estivales. El tiempo del curso estaba reglado. Uno tenía que hacer lo que le obligaban a hacer. No había mucho espacio para dar rienda suelta a los propios planes y deseos. Es verdad que en algunos casos rondaba el demonio del aburrimiento, pero siempre dominaba el ángel de la diversión y la creatividad.
También hoy hacemos de las vacaciones una especie de cielo en la tierra porque, en vez de disfrutar del trabajo, lo entendemos como una condena. Por eso, deseamos que llegue el fin de semana y odiamos los lunes. Nos gustan los puentes largos. Y ponemos muchas expectativas en las vacaciones, tanto de verano como de invierno. Nos da la impresión de que la desconexión del trabajo va a proporcionarnos una plenitud que no encontramos en otra parte. Es un engaño. A menudo regresamos a la vida cotidiana más hastiados. Muchos necesitan descansar del desgaste y la tensión de las vacaciones.
En realidad, solo disfruta del verbo “vacar” quien ha conjugado a fondo el verbo “trabajar”. Son verbos correlativos. Quien no ha aprendido a hacer su trabajo con responsabilidad, incluso a disfrutar con él, difícilmente va a apreciar el valor de las vacaciones. Y, en cualquier caso, ambas actividades son penúltimas y relativas. No conviene depositar en ellas una confianza excesiva porque dan lo que pueden dar, ni más ni menos. Para muchas personas el trabajo es una huida de su soledad radical o de sus problemas afectivos. Para otras, las vacaciones son una huida hacia adelante que acaba dejando un regusto amargo.
Trabajar y vacar son verbos muy humanos, ambos necesarios, pero no son los más determinantes en la vida. Ambos adquieren significado cuando se sitúan a la sombra del verbo más radical y necesario: amar. Solo el amor puede dar sentido a la vida. Hasta ahora, este era una especie de axioma compartido por religiones, espiritualidades y antropologías abiertas. Hoy, enfermos de nihilismo, algunos comienzan a decir que el amor está “sobrevalorado”, que hemos hecho de él una especie de mito inalcanzable. Pensar que vamos a ser amados y que vamos a poder amar es un camino directo a la frustración porque ambos deseos no acaban nunca de hacerse realidad. Es mejor ajustarse a deseos romos, compatibles con nuestra fragilidad.
Por esta razón, el verbo “amar” (en su forma pasiva y activa) necesita ser redimido antes de que se vuelva odioso a fuer de ser malinterpretado. Es un verbo que solo adquiere su verdadero significado cuando se lo conecta con la experiencia de Dios. La razón es sencilla: Dios es amor. Solo quien ama conoce a Dios. Solo quien conoce a Dios puede amar. Sin este horizonte, tanto el trabajar como el vacar nos dejan el alma en vilo.
Trabajar, vacar, amar, son tres verbos que adquieren significados muy diferentes según la persona que los vive y que también se traducen en actitudes diferentes según el estado social en que se encuentran los individuos.
ResponderEliminarEs urgente que descubramos “el amor de Dios” hacia nosotros, necesitamos experimentar el sentirnos amados para poder amar a los demás… Hay muchos “mendigos” del verdadero amor.
El vacar, para unos es libertad y para otros es depresión. Todos los medios de comunicación nos invitan a “vacar”, haciendo viajes, actividades extras que no están al abasto de todos los bolsillos… Es bueno aprender a vacar sin necesidad de un gasto añadido… simplemente, cambiando de actividad y dedicarnos a aquello que nos relaja y que el trabajo no nos permite hacer.
Necesitamos reinventar muchas maneras de hacer vacaciones que estén al alcance de todos.