jueves, 15 de junio de 2023

Era un hombre


No es normal, ni siquiera litúrgicamente admisible, que los participantes en una misa estallen en aplausos después de la homilía de quien preside la celebración. Pues bien, eso es lo que sucedió ayer. Y no en una pequeña iglesia de un pueblo apartado, o en una celebración juvenil llena de entusiasmo, sino en la enorme catedral de Milán durante el funeral de Silvio Berlusconi. Tiene su explicación. Para Massimo Franco, editorialista del periódico Corriere della Sera, la homilía de monseñor Mario Delpini, arzobispo de Milán, fue simplemente un “retrato perfecto” del hombre Silvio. Por eso, los fieles la aplaudieron.

Lo dijo ayer de manera más completa: “Palabras sencillas, sin concesiones a la retórica, pero muy eficaces. El arzobispo retrató muy bien a Berlusconi: hizo el retrato de una existencia plena, en la que se mezclaban varias identidades y fases, con algunos excesos -la alusión a las fiestas que Berlusconi amaba- y animada por una búsqueda profunda, un eterno deseo de felicidad (aunque consciente de lo efímera que es). La homilía impresionó a los participantes, y reveló a un arzobispo de gran calibre: capaz de decirlo todo en un tono sereno, sin falsificaciones ni hipocresías, y con un enorme espíritu de acogida. Tanto es así que los hijos de Berlusconi asintieron al escucharla”.


No es nada fácil pronunciar una homilía durante un funeral. Si el difunto es una persona desconocida, el celebrante puede perderse en referencias muy genéricas. Si, por el contrario, se trata de alguien muy querido, es fácil dejarse embargar por la emoción o deshacerse en elogios inoportunos. Pronunciar una homilía justa en el funeral de un hombre tan controvertido como Silvio Berlusconi suponía un desafío extraordinario. El arzobispo Delpini supo afrontarlo con mesura, sin abandonarse a panegíricos y sin erigirse en juez de un personaje criticado. Habló simplemente de un hombre que se enfrenta al misterio de Dios al final de una vida llena de contrastes. ¡Lástima que no hiciera ninguna referencia explícita -aunque quizás sí de manera implícita- a la Palabra de Dios que se había proclamado antes! Al fin y al cabo, la homilía es una aplicación de esa Palabra a la realidad de la comunidad que celebra. 

A pesar de esa objeción, creo que merece la pena conocer de primera mano lo que dijo el arzobispo. Me he permitido traducir su homilía a toda prisa del italiano al español con ayuda de un traductor automático para acelerar el proceso porque no dispongo de mucho tiempo. Creo que el texto merece una lectura meditativa. Comienza como los expertos en comunicación aconsejan comenzar los discursos: yendo al grano enseguida, sin largos e inútiles prolegómenos protocolarios o saludos infinitos, tan del gusto de algunas autoridades eclesiásticas y civiles. Quizá se pueden hacer al principio de la misa, pero no en la homilía, que tiene otra finalidad. 

Homilía de monseñor Mario Delpini, arzobispo de Milán,
en el funeral de Silvio Berlusconi
(Milán, 14 de junio de 2023)

1. Vivir

Vivir. Vivir y amar la vida. Vivir y desear una vida plena. Vivir y desear que la vida sea buena, bella para uno mismo y para los seres queridos. Vivir y entender la vida como una oportunidad para aprovechar los talentos recibidos. Vivir y aceptar los retos de la vida. Vivir y atravesar los momentos difíciles de la vida. Vivir y resistir sin dejarse abatir por las derrotas y creyendo que siempre hay esperanza de victoria, de redención, de vida. Vivir y desear una vida que no termine y tener coraje y confianza y creer que siempre hay una salida incluso del valle más oscuro. Vivir y no rehuir los desafíos, los contrastes, los insultos, las críticas, y seguir sonriendo, desafiando, contrastando, riéndose de los insultos. Vivir y sentir que las fuerzas se agotan, vivir y sufrir el declive y seguir sonriendo, intentando, ensayando una forma de volver a vivir. Esto es lo que se puede decir del hombre: un deseo de vida, que encuentra su juicio y su plenitud en Dios.

2. Amar y ser amado

Amar y desear ser amado. Buscar el amor, como una promesa de vida, como un asunto complicado, como una fidelidad hecha de componendas. Desear ser amado y temer que el amor sea sólo una concesión, una condescendencia, una pasión tempestuosa y precaria. Amar y desear ser amado para siempre y experimentar las decepciones del amor y esperar que pueda haber un camino hacia un amor más elevado, más fuerte, más grande. Amar y caminar por los senderos de la dedicación. Amar y esperar. Amar y confiar. Amar y entregarse. Esto es lo que se puede decir del hombre: un deseo de amor, que encuentra su juicio y su plenitud en Dios. 

3. Estar contento

Ser feliz y amar las fiestas. Disfrutar de las cosas buenas de la vida. Estar contento sin demasiadas preocupaciones. Estar contento con los amigos de toda la vida. Estar contento con las empresas que dan satisfacción. Estar contento y querer que los demás lo estén. Estar contento con uno mismo y sorprenderse de que los demás no lo estén. Contentarse con las cosas buenas, los buenos momentos, los aplausos de la gente, los elogios de los seguidores. Disfrutar de la compañía. Estar contento con las cosas más pequeñas que hacen sonreír, el gesto bonito, el resultado gratificante. Estar contento y experimentar esa alegría es precario. Estar contento y sentir que se arrastra una oscura amenaza que cubre de gris las cosas que le hacen a uno estar contento. Estar contento y sentirse perdido ante el agotamiento irremediable de la alegría. Esto es lo que puede decirse del hombre: un deseo de alegría, que encuentra su juicio y su plenitud en Dios.

4. Buscando al hombre

Cuando un hombre es empresario, intenta hacer negocios. Por lo tanto, tiene clientes y competidores. Tiene momentos de éxito y momentos de fracaso. Se aventura en empresas temerarias. Se fija en los números y no en los criterios. Tiene que hacer negocios. No puede confiar demasiado en los demás y sabe que los demás no confían demasiado en él. Es un hombre de negocios y debe hacer negocios. Cuando un hombre es político, intenta ganar. Tiene partidarios y adversarios. Hay quienes lo exaltan y quienes no lo soportan. Un político es siempre un hombre partidista. Cuando un hombre es un personaje, siempre está en escena. Tiene admiradores y detractores. Tiene quienes le aplauden y quienes le detestan. 

Silvio Berlusconi ha sido sin duda un político, ha sido sin duda un hombre de negocios, ha sido sin duda una figura en el candelero de la notoriedad. Pero en este momento de despedida y oración, ¿qué podemos decir de Silvio Berlusconi? Era un hombre: deseo de vida, deseo de amor, deseo de alegría. Y ahora celebramos el misterio de la plenitud. Esto es lo que puedo decir de Silvio Berlusconi. Es un hombre y ahora se encuentra con Dios.



1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo por traducir esta homilía en la que percibo que el arzobispo fue muy prudente y profundo a la vez… Una homilía, con tono positivo, que puede llevar a cualquier persona a profundizar en la vida y la muerte.

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