Llevo un par de días sin asomarme a este Rincón. Algunas actividades urgentes y la preparación
de los próximos viajes me han absorbido mucho tiempo. Ayer tuve una comunicación
en la 51
Semana Nacional de Vida Consagrada que se está celebrando en Madrid
durante esta semana de la Octava de Pascua. Hablé sobre “Jesús, el hombre de
las relaciones”, un tema bellísimo que me desbordaba por todas partes. Cualquiera
de las relaciones a las que solo pude aludir de pasada hubiera justificado una
conferencia entera. Pensemos en la especialísima relación de Jesús con su madre
o con sus parientes y paisanos en general. O en la relación estrecha que
mantuvo con sus discípulos o con sus amigos (como los hermanos Lázaro, Marta y María
de Betania). De las cerca de 40 relaciones reportadas en el evangelio de
Marcos, una cuarta parte tiene como interlocutores a los pobres, enfermos y
endemoniados. Otro bloque lo constituye el itinerario formativo que siguió con
los Doce. Después de repasar someramente
las relaciones con su familia, Juan el Bautista, los discípulos, las mujeres, los
adversarios, la gente y los pobres, enfermos y marginados, me detuve a examinar
tres relaciones que me resultan atractivas e inspiradoras.
La primera es la que Jesús establece con la mujer
samaritana, tal como se nos narra en el capítulo 4 de Juan. A partir de la sed,
Jesús va acompañando un itinerario de búsqueda que le permite a la mujer
descubrir “el agua que salta hasta la vida eterna” y a Jesús como el salvador y
mesías, el que nos lleva a adorar a Dios “en espíritu y verdad”, no en lugares rituales.
El encuentro de Jesús con Zaqueo (Lc 19,1-10) supone el
triunfo de la misericordia sobre el juicio. Un hombre bajo de estatura, rico de
dinero y pobre de estima social, encuentra la salvación cuando su vida se cruza
con la de Jesús. Fruto de esa transformación interior es un cambio de vida que
le lleva a compartir con los pobres lo mucho que tiene.
De otro tipo es el encuentro de Jesús con el joven rico (Mt
19,16-22; Mc 10,17-31; Lc 18,18-30). Partiendo de una actitud noble y de búsqueda
sincera, el joven no logra comprender lo que Jesús le propone. La invitación a venderlo todo, dárselo a los pobres y seguirlo le resulta excesiva. Por
eso, “frunció el ceño y se marchó triste” (Mc 10,22). Es la historia de un
camino fallido. En el caso de Zaqueo, Jesús tomó la iniciativa de alojarse en
su casa. En el caso del joven rico, fue él quien se aproximó a Jesús y le hizo
una pregunta. Quizá solo cuando acogemos a Jesús de verdad se producen cambios
significativos. Cuando nosotros “programamos” el cambio según nuestras expectativas
no llega a buen puerto.
He visto a un buen número de jóvenes religiosos entre los alrededor
de 300 consagrados que se encuentran en el salón de actos y los más de 2.000
que siguen el desarrollo de la Semana a través de Internet. Todos, pero
especialmente ellos, estamos llamados a ser, como Jesús, hombres y mujeres de
relaciones, con una actitud compasiva, cercana, auténtica, universal y salvífica.
Nadie debería quedar excluido de nuestro radio de acción.
Ni el distanciamiento
social, ni la impostura digital, ni la competitividad, ni la polarización o la
indiferencia deberían frenarnos. Las personas consagradas deberíamos ser “expertas
en relaciones” porque, como Jesús, vivimos la gran relación que sustenta todas
las demás: la relación con Dios Padre. El profesor Santiago Guijarro que me
precedió en el uso de la palabra hizo una clara exposición sobre este tema.
Jesús mantuvo relaciones reveladoras y salvíficas con muchas personas porque su
identidad estaba ligada a la relación fontal con Dios, su Abbá, su Padre.
Todo esto se escribe en el corto espacio de una entrada,
pero implica toda una forma de entender la vida. Quizás nuestras relaciones
humanas se han empobrecido porque no cultivamos esa relación fundante con Dios
que les da su verdadero significado y horizonte.
Me gusta y me encaja en este momento de mi vida como has enfocado el tema de Jesús, el hombre de las relaciones. Hay tema para horas de reflexión y oración.
ResponderEliminarDe la manera que lo vas desglosando ayuda a acercarnos a un Jesús más humano, más nuestro. Tal como tú dices el tema es bellísimo.
Gracias Gonzalo…