Tengo ante mí un disco externo de 8 terabytes y unas cuantas cajas amarillas de DHL. En el primero estoy copiando los muchos archivos de texto, sonido, imágenes y vídeos acumulados en los últimos 18 años. En las segundas empaqueto algunos libros de mi biblioteca, ropa y objetos varios. Toda mudanza es una oportunidad única para desprenderse de muchas cosas inútiles. Un amigo mío me ha dado un consejo: “Si algo no lo has usado en los últimos cinco años es que no lo necesitas”. Creo que lleva razón. Hay libros en mi biblioteca que duermen el sueño de los justos. No los he hojeado en todo este tiempo. Puedo prescindir de ellos sin remordimiento. Y no digamos de la ropa y otros muchos objetos que uno va acumulando. Algunos son recuerdos de viajes; otros, regalos recibidos en distintos lugares.
No soy de las personas que acumulan cosas “por si acaso”. Prefiero moverme ligero de equipaje, aunque me temo que esta vez la ligereza va a ser una metáfora más que una realidad. De todos modos, ante la perspectiva de una mudanza, no hay más remedio que discernir y tomar decisiones. Algunas cosas valiosas las puedo compartir con mis compañeros de comunidad; otras, es mejor tirarlas a la basura porque ya han cumplido su ciclo.
Me sorprendo de la cantidad de material escrito que he ido acumulando a lo largo de dieciocho años: informes, estudios, cartas, diarios, agendas, artículos, notas varias… Cada documento tuvo sentido en su momento. La mayoría de ellos son carne de hoguera. Quienes sienten pasión por la historia valoran cosas minúsculas que a mí me parecen insignificantes. Más allá de las diversas sensibilidades, hacer el equipaje tiene un alto valor simbólico. Pone a prueba nuestros apegos y desapegos, nos confronta con la verdad del viaje definitivo, cuando tendremos que dejar todo lo material a este lado de la frontera y viajaremos solo con el amor que hayamos vivido. Solo el amor es imprescindible. Todo lo demás es efímero.
Para no dejarme dominar por sentimientos excesivos de finitud, procuro introducir alguna nota de humor. De vez en cuando rescato algún pequeño objeto que me recuerda experiencias entrañables. Cada uno tenemos nuestro pequeño museo personal en el que guardamos aquello que nos recuerda de dónde venimos y quiénes somos. Son como pequeños “sacramentos de la vida cotidiana” que mantienen viva la memoria. Yo, por ejemplo, conservo un viejo reloj que me regalaron mis abuelos hace muchos años. Ya no funciona, pero me gusta verlo de vez en cuando.
En este contexto de mudanza, me vienen a la memoria las palabras de Pablo en su carta a los Filipenses: “Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús” (3,13-14). Miramos atrás para coger carrerilla, pero, en realidad, los ojos se dirigen siempre a lo que está por delante, a la meta definitiva. Necesitamos memoria, pero también esperanza. Somos lo que hemos sido, pero también lo que seremos. Recuerdos y sueños se anudan en un único proyecto de vida.
Mientras me hago estas reflexiones, compruebo que ya he conseguido copiar el 57% de los archivos que tenía almacenados en el servidor de la curia. Se requiere tiempo. Espero que la operación termine dentro de un par de horas como máximo. Luego podré borrar muchas cosas innecesarias. El futuro pasa también por algunas operaciones de borrado y reseteo. No es necesario cargar con todo. El demasiado lastre (físico y emocional) nos impide volar con agilidad. En fin, que no nos viene mal de vez en cuando hacer mudanza física. A menudo es una oportunidad para una profunda mudanza espiritual.
Me haces mucho q pensar ,Q desprendimiento tienes !!!
ResponderEliminarMe intento poner en tu lugar de dejar cosas atrás y me daría mucha pena desprenderme de mis cosas
Me doy cuenta q sigo con muchos apegos pero tu forma de vivirlo ya me hace recapacitar y..eso es el primer paso para liberarme
Gracias
Piensa que si todo se pierde, estropea o daña en un segundo permanecerás tú... NADA, nada es imprescindible, a veces perder nos hace valorar lo que en verdad tiene valor.
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