Los jueves por la tarde tenemos media hora de adoración en mi comunidad. Se expone el Santísimo Sacramento, cantamos un canto repetitivo
y permanecemos en silencio un rato antes de recibir la bendición. Algunos se
arrodillan sobre la moqueta de la capilla; otros permanecen sentados. Durante unos minutos el mundo se para. Afuera se oyen lejanos los ruidos de los coches de quienes
regresan a casa tras concluir la jornada laboral. Yo rasgueo la guitarra
mientras entono Bless the Lord my soul,
/ and bless God’s holy name. / Bless the
Lord, my soul, / he leads me into life (Bendice al Señor, alma mía /
bendice el santo nombre de Dios. / Bendice al Señor, alma mía / él me conduce a
la vida). ¿Qué significa adorar? Es probablemente una de las actividades más
incomprendidas. Si orar, en general, parece en muchos casos inútil, ¿qué decir
de un ejercicio que consiste en permanecer en silencio y “dejarse mirar” por Alguien a quien no ves ni sientes? Mientras me deslizo por un silencio
suave y fluido, pienso en las muchas personas que no pueden disfrutar de algo
parecido. No me preocupan en absoluto las críticas y burlas de quienes no
entienden. Me preocupan, más bien, los vacíos y angustias de quienes necesitan
esta terapia de la adoración y nunca la encuentran… quizá porque nadie se la
ofrece.
Adorar significa sentirse
a gusto en la piel de criatura, sabiendo que Alguien nos ha llamado a la existencia
y nos sostiene con su amor. Significa dejarse caldear por un sol que ilumina y calienta
sin quemar. Cuando uno se deja mirar por alguien durante mucho tiempo, acaba
pareciéndose a él. Con Dios pasa lo mismo. Adorar es dejarse mirar por Dios para que su mirada vaya configurando nuestro rostro a su imagen y semejanza. Cuando
estamos en adoración no nos preguntamos si somos buenos o malos, si hemos
cumplido nuestros compromisos o si hemos fallado, si somos fuertes o débiles. La adoración
no es un examen de conciencia ni implica un propósito de la enmienda. Adorar significa reconocer que estamos envueltos
por un Misterio que nos sobrepasa sin aterrarnos, que nos mantiene vivos sin
anularnos. La adoración es la respiración del alma, un ejercicio imprescindible
para no perecer bajo los efectos de la contaminación ambiental que padecemos. Adorar nos hace más hombres y mujeres porque nos pone en contacto con la fuente de nuestra identidad. Nunca somos más grandes que cuando nos sentimos pequeños frente al Dios que se hace también pequeño para estar a nuestro alcance y no humillarnos con su grandeza.
Me gustaría descalzarme
como hago cuando oro en la India. Un hombre descalzo es un hombre vulnerable y
confesante. Cuando los pies entran en contacto con la tierra se produce la
conexión que necesitamos para saber quiénes somos. Hoy disponemos de muchos
dispositivos electrónicos. Sabemos conectarnos a una red WiFi o a una
plataforma de servicios, pero ya no sabemos conectarnos a la fuente de energía que nos
mantiene vivos. Esta desconexión hace que vivamos a medio gas, con la pequeña
reserva de nuestras baterías individuales. La adoración es una experiencia de
conexión. Nos dejamos recargar por el Dios que nos quiere vivos, no exhaustos o moribundos.
Van a ser las ocho de la tarde. Se acaba el tiempo. El que preside
nos bendice con la custodia que contiene el pan consagrado. Todos reclinamos la
cabeza. La capilla huele a incienso. Se ven todavía las volutas de humo. Como el
techo es alto, se pierden en la altura. Entono un canto en latín para
terminar. Todos salimos en silencio, con el regusto de una experiencia que
deseamos conservar. La vida sigue. Lo vivido queda.
Gonzalo, ¡me ha encantado esta publicación! Me animas a tratar de buscar esos espacios que, a veces, se nos hace difícil encontrar o quizás somos nosotros quiénes lo hacemos difícil. Gracias.
ResponderEliminarHola Gonzalo, gracias por aportarnos tu experiencia y, aún más, tu vivencia profunda... Sólo cuando uno se deja empapar de Dios, como tú, puede transmitirlo a los demás.
ResponderEliminarReconozco que la palabra ADORACION, me llevaba a confusión. Me gusta y se me hace más comprensible cuando la defines como la respiración del alma y cuando nos dices que: Adorar es dejarse mirar por Dios para que su mirada vaya configurando nuestro rostro a su imagen y semejanza... Muchísimas gracias.