viernes, 22 de marzo de 2019

La respiración del alma

Los jueves por la tarde tenemos media hora de adoración en mi comunidad. Se expone el Santísimo Sacramento, cantamos un canto repetitivo y permanecemos en silencio un rato antes de recibir la bendición. Algunos se arrodillan sobre la moqueta de la capilla; otros permanecen sentados. Durante unos minutos el mundo se para. Afuera se oyen lejanos los ruidos de los coches de quienes regresan a casa tras concluir la jornada laboral. Yo rasgueo la guitarra mientras entono Bless the Lord my soul, / and bless God’s holy name. / Bless the Lord, my soul, / he leads me into life (Bendice al Señor, alma mía / bendice el santo nombre de Dios. / Bendice al Señor, alma mía / él me conduce a la vida). ¿Qué significa adorar? Es probablemente una de las actividades más incomprendidas. Si orar, en general, parece en muchos casos inútil, ¿qué decir de un ejercicio que consiste en permanecer en silencio y “dejarse mirar” por Alguien a quien no ves ni sientes? Mientras me deslizo por un silencio suave y fluido, pienso en las muchas personas que no pueden disfrutar de algo parecido. No me preocupan en absoluto las críticas y burlas de quienes no entienden. Me preocupan, más bien, los vacíos y angustias de quienes necesitan esta terapia de la adoración y nunca la encuentran… quizá porque nadie se la ofrece.

Adorar significa sentirse a gusto en la piel de criatura, sabiendo que Alguien nos ha llamado a la existencia y nos sostiene con su amor. Significa dejarse caldear por un sol que ilumina y calienta sin quemar. Cuando uno se deja mirar por alguien durante mucho tiempo, acaba pareciéndose a él. Con Dios pasa lo mismo. Adorar es dejarse mirar por Dios para que su mirada vaya configurando nuestro rostro a su imagen y semejanza. Cuando estamos en adoración no nos preguntamos si somos buenos o malos, si hemos cumplido nuestros compromisos o si hemos fallado, si somos fuertes o débiles. La adoración no es un examen de conciencia ni implica un propósito de la enmienda.  Adorar significa reconocer que estamos envueltos por un Misterio que nos sobrepasa sin aterrarnos, que nos mantiene vivos sin anularnos. La adoración es la respiración del alma, un ejercicio imprescindible para no perecer bajo los efectos de la contaminación ambiental que padecemos. Adorar nos hace más hombres y mujeres porque nos pone en contacto con la fuente de nuestra identidad. Nunca somos más grandes que cuando nos sentimos pequeños frente al Dios que se hace también pequeño para estar a nuestro alcance y no humillarnos con su grandeza.

Me gustaría descalzarme como hago cuando oro en la India. Un hombre descalzo es un hombre vulnerable y confesante. Cuando los pies entran en contacto con la tierra se produce la conexión que necesitamos para saber quiénes somos. Hoy disponemos de muchos dispositivos electrónicos. Sabemos conectarnos a una red WiFi o a una plataforma de servicios, pero ya no sabemos conectarnos a la fuente de energía que nos mantiene vivos. Esta desconexión hace que vivamos a medio gas, con la pequeña reserva de nuestras baterías individuales. La adoración es una experiencia de conexión. Nos dejamos recargar por el Dios que nos quiere vivos, no exhaustos o moribundos. 

Van a ser las ocho de la tarde. Se acaba el tiempo. El que preside nos bendice con la custodia que contiene el pan consagrado. Todos reclinamos la cabeza. La capilla huele a incienso. Se ven todavía las volutas de humo. Como el techo es alto, se pierden en la altura. Entono un canto en latín para terminar. Todos salimos en silencio, con el regusto de una experiencia que deseamos conservar. La vida sigue. Lo vivido queda.


2 comentarios:

  1. Gonzalo, ¡me ha encantado esta publicación! Me animas a tratar de buscar esos espacios que, a veces, se nos hace difícil encontrar o quizás somos nosotros quiénes lo hacemos difícil. Gracias.

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  2. Hola Gonzalo, gracias por aportarnos tu experiencia y, aún más, tu vivencia profunda... Sólo cuando uno se deja empapar de Dios, como tú, puede transmitirlo a los demás.
    Reconozco que la palabra ADORACION, me llevaba a confusión. Me gusta y se me hace más comprensible cuando la defines como la respiración del alma y cuando nos dices que: Adorar es dejarse mirar por Dios para que su mirada vaya configurando nuestro rostro a su imagen y semejanza... Muchísimas gracias.

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