Dentro de nueve meses
celebraremos la Navidad. Parece de mal gusto decir esto en mitad de la Cuaresma,
pero es que hoy, 25 de marzo, la Iglesia celebra la solemnidad
de la Anunciación del Señor. Es una buena noticia. Los anuncios de Dios
siempre están llenos de gracia. El centro de la historia es el niño que empieza
a gestarse en el seno de María. Y también la madre que vive una insólita
vocación. El año pasado subrayé una frase del relato lucano que parece
secundaria − Y
la dejó el ángel – pero que está cargada
de significado. Este año quiero centrarme en el saludo que el ángel Gabriel dirige
a la joven María: ¡Alégrate, llena de
gracia, el Señor está contigo! Es un saludo que se dirige a la joven
nazarena, pero, en ella, a cada uno de nosotros. Constituye el reverso de lo
que muchas personas experimentan cada día. Hay un “ángel malo” que de mil
maneras nos insufla el mensaje contrario. A veces, se reviste de publicidad;
otras, de modas insistentes; otras, de eslóganes políticos; otras, en fin, de diagnósticos
psicológicos o de recreaciones literarias.
El “ángel malo” continuamente nos dice: “Deprímete”.
Y, para que nos dejemos llevar por sus insinuaciones, alega un conjunto de
hechos que invitan, en efecto, a la depresión: “Mira cómo está el mundo, cada uno va a lo
suyo, nadie se preocupa de ti. Mira la Iglesia, no es más que una organización corrompida.
¿Todavía te fías de ella? Al planeta tierra le quedan cuatro telediarios. Es
absurdo que te esfuerces. No puedes hacer nada contra un destino marcado”.
El “ángel
bueno” no se inventa el mensaje. Transmite lo que Dios quiere decirnos: “Alégrate”
(cháire, en griego). Nos ayuda a ver
los signos de vida que nos rodean: “Mira el mundo. Hay millones de hombres y de
mujeres que están dando cada día lo mejor de sí mismos. Muchos están pensando
en tu alimentación, cuidan de tu salud, te transportan de un lugar a otro, te
informan, te enseñan, te divierten. La Iglesia, aun en medio de su fragilidad,
sigue ofreciéndote el tesoro de Cristo cada día en la Palabra, en los
sacramentos, en las personas que te ayudan a creer, amar y esperar. Crece la
conciencia ecológica, el Espíritu suscita por todas partes iniciativas a favor
de la paz, la justicia y la reconciliación”.
El “ángel malo” vuelve a la carga: “Eres un
fracasado, un empecatado de la cabeza a los los pies. ¿Todavía crees que puedes salir
de la ciénaga en la que vives? ¿Cuántas veces han intentado mejorar y has acabado
tropezando en la misma piedra? ¡Convéncete, los seres humanos no son más que un
conjunto de átomos llamados a la desaparición! Es inútil que te esfuerces”.
El “ángel
bueno” no hace más que pronunciar sobre nosotros la palabra que pronunció sobre
María: “Tú, quienquiera que seas, eres un hombre o una mujer inundado de
gracia. No existes como producto del azar. Eres fruto del amor de Dios. Él te
sostiene. Abre los ojos del corazón para ver la gracia que existe bajo la superficie
de cualquier realidad, por negativa que parezca. Donde hay gracia, hay vida y alegría. Todo lo
que Dios ha creado es portador de vida porque Él es el amigo de la vida, un
Dios de vivos, no de muertos”.
El “ángel malo” no cesa en su particular
campaña de desprestigio. Remata la jugada con un “El Señor no está contigo”.
Y, como buen sofista, intenta argumentar: “¿Todavía crees, a estas alturas de la
película, que Dios, en el caso de que exista, se va a ocupar de ti, pequeña e
insignificante hormiga? ¡Vaya Dios ese que cuando le pides que te libre de una
enfermedad o de un fracaso te deja como estabas! ¿Qué significa que el Señor está
contigo? ¡Déjate de pamplinas, ya pasó el tiempo de las leyendas piadosas y de
los cuentos de hadas! Lo que no hagas por ti mismo, nadie lo va a hacer, y
menos ese Dios lejano en el que todavía dices seguir creyendo”.
El “ángel bueno”
no pierde los papeles. Habla con rotundidad: “El Señor está contigo”. No
argumenta, se limita a describir: “Él te conoce antes de que nacieras, sabe
cuando te sientas y te levantas, de lejos conoce todos tus planes. No te libra
del esfuerzo de ser tú mismo, pero te da la energía que necesitas para serlo. Fíate”.
No es obligatorio dejarse guiar por el “ángel
bueno”. Si uno quiere, puede seguir las insinuaciones del “ángel malo”, pero
entonces no vale quejarse de las consecuencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.