sábado, 15 de septiembre de 2018

Ellas siempre están cerca

Ayer celebramos la fiesta de la Exaltación de la Cruz. Hoy la liturgia nos propone la memoria de Nuestra Señora de los Dolores. Los dos, el hijo y la madre, son contemplados como sufrientes. Ayer veíamos a un hombre crucificado. Hoy nos fijamos en una mujer que está junto a la cruz. El versículo 25 del capítulo 19 del Evangelio de Juan corre así en la versión de la Vulgata: “Stabant autem iuxta crucem Iesu mater eius et soror matris eius Maria Cleopae et Maria Magdalene”. La versión litúrgica española traduce así el texto griego original: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena”. La madre de Jesús no está sola. La acompañan dos mujeres más. Frente a la desbandada general de los discípulos varones, hay un trío femenino que permanece junto a la cruz. La tradición poética y musical del Stabat mater ha puesto en singular una frase que en el original bíblico figura en plural. El Evangelio de Juan no dice que la madre de Jesús estaba junto a la cruz, sino que “junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena”. Hay, pues, tres Marías que no se apartan del cadalso de Jesús. Su madre no está sola, sino acompañada. 

¿Por qué las mujeres, ayer como hoy, suelen ser más fuertes ante el dolor que los hombres? ¿Por qué no huyen de la cruz sino que permanecen de pie junto a ella? La memoria litúrgica de la Virgen de los Dolores no es un canto a una mujer fuerte, pero solitaria, sino, más bien, a una mujer fuerte y... solidaria. María de Nazaret comparte su dolor con María de Cleofás y con María de Magdala. Las tres stabant (permanecían de pie) iuxta crucem Iesu (junto a la cruz de Jesús). Las mujeres, ayer como hoy, nos enseñan a no huir del sufrimiento. Ellas saben permanecer de pie, con dignidad. Recuerdo muchas historias en las cuales he visto a las mujeres afrontar situaciones que los hombres rehuían. Es como si la fuerza de la vida, tan ligada al don de la maternidad, las sostuviera en pie cuando todos se derrumban. Pero no basta con permanecer. Hay que estar iuxta crucem, cerca de la cruz. Las tres Marías ejercen una suerte de pastoral de la proximidad. No tienen miedo de tocar el instrumento de tortura. Del mismo modo que Jesús estuvo cerca de los enfermos y moribundos y los tocó, las tres Marías se acercan y tocan la cruz del hijo, pariente y maestro. 

Permanecer de pie y estar cerca son dos actitudes que no pasan de moda. Frente a la tentación constante de la huida, la Virgen de los Dolores y sus dos compañeras de sufrimiento nos ayudan a hacernos presentes y a quedarnos: “Dolorosa de pie junto a la cruz, / tú conoces nuestras penas, / penas de un pueblo que sufre / tú conoces nuestras penas, / penas de un pueblo que sufre”. Y frente a la exquisita lejanía de quien quiere asistir al sufrimiento de las personas como espectador, sin mancharse las manos, las tres Marías nos alientan a estar cerca, a tocar el rostro de los sufrientes. A menudo, es todo lo que podemos hacer ante el drama de muchos hombres y mujeres. No siempre tenemos la solución en nuestras manos. Pero siempre podemos estar cerca, mantenernos de pie, no huir, expresar con nuestro amor la cercanía de Dios en los momentos de la prueba: “El llanto de aquellos / que suman fracasos, / la cruz del soldado / que mata el amor, / pobreza de muchos / sin libro en las manos, / derechos del hombre / truncados en flor".

Virgen de los Dolores, ayúdanos a no huir sino a permanecer de pie; ayúdanos a no ver el sufrimiento desde lejos sino a estar cerca de la cruz de quienes prolongan en nuestro mundo el sufrimiento de tu Hijo.


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