Sri Lanka tiene
forma de lágrima. Es como si el subcontinente indio vertiera en el océano una
lágrima de belleza atemperada por la cultura compasiva del budismo, tan
arraigado en la isla desde tiempo inmemorial. El sábado 17 fue un día de celebración
para los claretianos de Sri Lanka. Celebraban los 25 años del comienzo de la
misión claretiana en esta isla. Todo comenzó con el sueño del misionero alemán Franz
Dirnberger. En poco tiempo fueron llegando las primeras vocaciones. Hoy
son más de 30 sacerdotes y un buen número de jóvenes en formación, tanto de
etnia tamil como cingalesa. Nos reunimos todos en la iglesia de san Francisco
de Sales, en Kattuwa, cerca de la capital del país, Colombo. Durante dos horas,
en una celebración eucarística preparada con todo detalle, dimos gracias a Dios
por estos 25 años de servicio a la iglesia y al país. Presidió el cardenal de Colombo Albert Malcolm Ranjith
Patabendige. Disfruté mucho con la música. El coro cantó con maestría en inglés,
tamil, cingalés y latín. Nos ayudó a vivir alegremente esta celebración
jubilar.
Después compartimos una comida en nuestra casa de Kattuwa, que se
completó con una cena y un espectáculo de danzas tradicionales. Más allá de los
ritos, tan apreciados siempre en Asia, queda abierta una pregunta: ¿Por qué un
grupo de hombres se arriesgan a abrir nuevas misiones en contextos
desconocidos? ¿Qué se nos ha perdido a los misioneros claretianos en un país de
honda cultura budista que muestra signos de una profunda religiosidad? La
respuesta, aunque parezca sencilla, determina todo un estilo de vida. Queremos compartir
con este pueblo la experiencia gozosa del encuentro con Jesucristo. No se trata
de ninguna imposición sino de una propuesta en un clima de diálogo y
enriquecimiento mutuo. No se trata de eliminar nada sino de integrar lo mejor.
No se trata de importar desde fuera un producto que se percibe como extraño sino
de sembrar la semilla del evangelio en este nuevo suelo para que produzca
frutos originales. El mismo Espíritu que ungió a Jesús de Nazaret suscita
sentimientos nobles en el corazón de todas las personas.
Fernando Armellini tiene algo que compartir con nosotros en este XXV Domingo del Tiempo Ordinario:
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