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domingo, 18 de septiembre de 2016

25 años en la lágrima de Asia

Sri Lanka tiene forma de lágrima. Es como si el subcontinente indio vertiera en el océano una lágrima de belleza atemperada por la cultura compasiva del budismo, tan arraigado en la isla desde tiempo inmemorial. El sábado 17 fue un día de celebración para los claretianos de Sri Lanka. Celebraban los 25 años del comienzo de la misión claretiana en esta isla. Todo comenzó con el sueño del misionero alemán Franz Dirnberger. En poco tiempo fueron llegando las primeras vocaciones. Hoy son más de 30 sacerdotes y un buen número de jóvenes en formación, tanto de etnia tamil como cingalesa. Nos reunimos todos en la iglesia de san Francisco de Sales, en Kattuwa, cerca de la capital del país, Colombo. Durante dos horas, en una celebración eucarística preparada con todo detalle, dimos gracias a Dios por estos 25 años de servicio a la iglesia y al país. Presidió el cardenal de Colombo Albert Malcolm Ranjith Patabendige. Disfruté mucho con la música. El coro cantó con maestría en inglés, tamil, cingalés y latín. Nos ayudó a vivir alegremente esta celebración jubilar. 

Después compartimos una comida en nuestra casa de Kattuwa, que se completó con una cena y un espectáculo de danzas tradicionales. Más allá de los ritos, tan apreciados siempre en Asia, queda abierta una pregunta: ¿Por qué un grupo de hombres se arriesgan a abrir nuevas misiones en contextos desconocidos? ¿Qué se nos ha perdido a los misioneros claretianos en un país de honda cultura budista que muestra signos de una profunda religiosidad? La respuesta, aunque parezca sencilla, determina todo un estilo de vida. Queremos compartir con este pueblo la experiencia gozosa del encuentro con Jesucristo. No se trata de ninguna imposición sino de una propuesta en un clima de diálogo y enriquecimiento mutuo. No se trata de eliminar nada sino de integrar lo mejor. No se trata de importar desde fuera un producto que se percibe como extraño sino de sembrar la semilla del evangelio en este nuevo suelo para que produzca frutos originales. El mismo Espíritu que ungió a Jesús de Nazaret suscita sentimientos nobles en el corazón de todas las personas. 

Fernando Armellini tiene algo que compartir con nosotros en este XXV Domingo del Tiempo Ordinario:


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