Estoy ya en Roma,
pero mañana mismo salgo para Sri Lanka. Hoy me aguardan muchos asuntos. La noche es joven.
Hace semanas que quería escribir sobre un libro que me ha hecho pensar, reír y
emocionarme a un tiempo. Está escrito por un laico anglicano desconocido en el
ámbito hispano. Se llama Francis Spufford. Tiene 52 años. Hace algo más de dos
años escribió un artículo en El País
titulado Queridos
ateos. Merece la pena releerlo. Cuestiona, desenmascara, propone. Hoy sugiero
su libro Impenitente.
Una defensa emocional de la fe. Conviene saber que el título original
en inglés es: Unapologetic. Why, despite everything, Christianity can still make surprising
emotional sense. La edición
española tiene 213 páginas. Es un escrito descarado. La traducción de Catalina Martínez Muñoz se
arriesga a usar expresiones coloquiales y aun barriobajeras para ver que no se trata de un libro
académico sino de un testimonio personal escrito con el lenguaje de la calle. A alguno le puede escandalizar, pero estamos saturados de obras demasiado piadosas y devocionales. Nos hace bien hablar de la fe de otra manera; con menos circunloquios y con más emoción.
Nada más comenzar la
introducción, Spufford se mete al lector en el bolsillo. Intenta hacerle ver a
su hija de seis años que sus padres, por el hecho de ser creyentes, son tipos raros en esta sociedad europea que nos
ha tocado vivir. Ahora bien, no se
trata de cerrarnos en un ghetto, de
asumir un complejo de inferioridad, sino de entrar en un diálogo abierto con
quienes cuestionan o impugnan la fe cristiana. Spufford parte del deseo
de perfección que todos esperamos y de la propensión humana a estropear todo
cuanto tocamos. A esta propensión, Spufford la denomina PHaC. El lector tarda
en adivinar que esa sigla significa, ni más ni menos, “Propensión Humana a Cagar
las cosas”, concepto que será fundamental en toda la obra. Nos invita a
descender a nuestras experiencias de fragilidad y culpabilidad sin tener miedo
a llamar a las cosas por su nombre. ¿Quién
no ha vivido este abismo alguna vez?
En los dos capítulos
siguientes, de alto contenido emocional, se pregunta sin tapujos por la
cuestión de Dios y del mal del mundo. Aquí toma el toro por los cuernos. Es muy
consciente de que en este terreno se dirime la batalla entre la fe y la increencia.
¿Se puede creer en un Dios bueno cuando el mal nos rodea por todas partes? ¿Qué
padre puede tolerar el sufrimiento de sus hijos como si nada pasase?
El capítulo quinto se
centra en Jesús, a quien llama Yeshua, para que el nombre original nos ayude
también a descubrir la originalidad de su vida y de su mensaje, demasiado rutinizados
por el paso del tiempo. Es un capítulo
escrito con humor, plagado de referencias evangélicas que se cuentan de un modo
nuevo, como si el lector las escuchara por primera vez. Quiere ayudarnos a redescubrir
la imagen y sorprendente novedad de un Jesús que se ha infiltrado en la
historia humana y la ha transformado por entero. Lo hace en continuo diálogo con
las situaciones que hoy vivimos. Nos obliga a preguntarnos qué queda de todo. El
capítulo titulado «Etcétera» ahonda en la interpretación que se ha hecho del
hombre Jesús a lo largo de la historia. ¿Por qué confesamos que es Hijo de
Dios, que es Dios encarnado, verdaderamente Dios y verdaderamente hombre?
Como es natural, no
olvida hablar de la Iglesia en un capítulo que lleva un título muy provocador:
«La liga de los culpables». Afronta sin pelos en la lengua los escándalos en
los que se ha visto involucrada a lo largo de la historia. La Iglesia se ve
afectada, como toda la humanidad, por esa PHaC que contamina todo y, sin
embargo, aporta lo que permite superarla: la aceptación de la culpa, la
reconciliación, la gracia como oportunidad. Que nadie espere un tratado de eclesiología. Es algo más elemental: una defensa emocional de la comunidad de los seguidores de Jesús. En el capítulo dedicado a las «Conclusiones»
comparte su propio itinerario de fe y de la emoción que experimentó al sentirse
perdonado.
Lo que acabo de
hacer no es un resumen sino una invitación a acercarse a un libro que pone el
dedo en la llaga y que reflexiona en voz alta sobre muchas de las cuestiones
que nos preocupan en relación con la fe y la vida y que no nos atrevemos a
plantear con claridad. Se agradecen testimonios frescos que nos ayuden a
desperezarnos. Soy consciente de que hablar de defensa emocional puede sonar a una especie de apología que acentúa los sentimientos y deja en segundo plano las convicciones y las acciones. Pero no va por ahí el planteamiento. El lector puede juzgar por sí mismo.
Muchas gracias por toda la introduccion que haces al libro.
ResponderEliminarQue tengas un buen viaje.