Hace unos días
saltó la noticia del asesinato de 16 personas –cuatro de ellas Misioneras de la Caridad–
en la ciudad yemení de Adén. Poco a poco, se van conociendo más detalles de su martirio. Ayer domingo, el papa Francisco se mostró dolido por la masacre, pero esperanzado por el testimonio de entrega de estas religiosas. Al parecer, fueron asesinadas por un grupo terrorista islámico. ¿Motivo? ¡El criminal hecho de cuidar a un grupo de ancianos desamparados en una sencilla
residencia! Para los asesinos, este trabajo es un claro signo de proselitismo que
el Islam no puede consentir. Por desgracia, no se trata de un hecho aislado. Muchos
cristianos son perseguidos, e incluso asesinados, por el mero hecho de ser
cristianos, en diversos
lugares del mundo, sobre todo en aquellos en los que hay grupos
islámicos extremistas que quieren imponer su ley.
Ya sé que no conviene
generalizar y que el mejor antídoto contra esta violencia absurda es tejer
lazos, luchar juntos por la paz y la justicia y favorecer el diálogo interreligioso. Pero es necesario ser muy cauto
para saber qué está sucediendo en este siglo de las religiones, qué movimientos se prevén a medio y largo plazo y qué diferencia sustancial hay entre la propuesta pacífica de una religión y el proselitismo violento. Jesús nos invitaba a ser “astutos como
serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10,16). Según el Informe sobre las
Religiones en el mundo (Instituto Pew, Washington 2015), el Islam es la religión
que comenzará a atrapar demográficamente al cristianismo a partir del año 2050,
superándolo en el 2070. La mayor parte de la población de Eurasia será islámica
en el siglo XXI.
No es fácil averiguar las causas ni predecir las consecuencias
de este fenómeno. Tengo amigos que se molestan cuando apunto algunas críticas a
este Islam expansionista que se aprovecha de la democracia occidental para ir
imponiendo, poco a poco, su modelo teocrático de sociedad.
Pero escucho también otras voces. Hace años, un sacerdote palestino, a quien conocí en Jerusalén, me lo dijo con toda claridad: “Vosotros, los europeos, no os estáis dando cuenta de lo que va a suceder con vuestro continente dentro de unas décadas. El Islam acabará dominándoos”. No lo decía un extremista cristiano, sino alguien que desde niño había vivido en estrecho contacto con los musulmanes, que domina el árabe y que tiene un gran conocimiento teórico y práctico de la religión de Mahoma.
Aunque desde otro ángulo, en términos parecidos se expresaba la gran periodista italiana Oriana Fallaci en sus libros La rabia y el orgullo (2001) y La fuerza de la razón (2004). Muchos consideran exagerada su postura, pero representa una clara voz de alarma que conviene escuchar.
Pero escucho también otras voces. Hace años, un sacerdote palestino, a quien conocí en Jerusalén, me lo dijo con toda claridad: “Vosotros, los europeos, no os estáis dando cuenta de lo que va a suceder con vuestro continente dentro de unas décadas. El Islam acabará dominándoos”. No lo decía un extremista cristiano, sino alguien que desde niño había vivido en estrecho contacto con los musulmanes, que domina el árabe y que tiene un gran conocimiento teórico y práctico de la religión de Mahoma.
Aunque desde otro ángulo, en términos parecidos se expresaba la gran periodista italiana Oriana Fallaci en sus libros La rabia y el orgullo (2001) y La fuerza de la razón (2004). Muchos consideran exagerada su postura, pero representa una clara voz de alarma que conviene escuchar.
La cuestión no es,
por supuesto, restringir el derecho de libertad religiosa de los musulmanes en
los países de tradición cristiana, sino exigir esa misma libertad para los
cristianos en los países de mayoría islámica. Hay, además, dos desafíos de
fondo que tenemos que afrontar. El primero se refiere a nuestra identidad
cultural. Si Europa sigue empeñada en borrar o difuminar las señas de su
pasado cristiano y racional, no es que acabe siendo musulmana: es que cavará su propia tumba. Es,
pues, necesaria una reacción enérgica y clarividente; sin la cual todo intento de diálogo interreligioso sincero –éste es el segundo desafío– acabará siendo una
mera pantomima. Hay muchos líderes musulmanes que comprenden esto, pero su influjo es poco relevante. Prevalecen la sinrazón y el fanatismo.
Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia. Esta frase del Papa Francisco de la oración para el Año de la Misericordia fue la que más me impactó de su lectura repetida en el jornada de 24 horas para el Señor. Y ahora al leer tu importante comentario sobre el Islam veo que no podemos olvidar esa gran amenaza y que nos vemos "obligado" a que el reto para afrontar ese reto tiene que estar basado en el perdón y la misericordia. Dura, muy dura tarea y misión para los cristianos.
ResponderEliminarReconozco que son temas complejos. En cualquier caso, me parece que la misericordia como actitud general no está reñida con la lucidez ("astucia") para discernir las amenazas y la firmeza para afrontar el diálogo.
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