Este año, las “24
horas para el Señor” se tendrán entre el viernes 4 y el sábado 5 de marzo (es decir, entre mañana y pasado). El papa Francisco quiere
dar un realce especial a este tiempo en el Año Jubilar de la Misericordia:
“Muchas personas están volviendo a acercarse al sacramento de la Reconciliación y entre ellas muchos jóvenes, quienes en una experiencia semejante suelen reencontrar el camino para volver al Señor, para vivir un momento de intensa oración y redescubrir el sentido de la propia vida. De nuevo ponemos convencidos en el centro el sacramento de la Reconciliación, porque nos permite experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia. Será para cada penitente fuente de verdadera paz interior” (MV 17).
Hay algunos que
cuestionan estas “salidas de tono” del Papa. Aducen una razón fundamental: lo
que cuentan son los procesos, no los momentos puntuales. Llevan razón. Pero la
vida no es lineal. De vez en cuando necesitamos acciones que expresen
atrevimiento, exceso, locura. Tener una iglesia abierta durante 24 horas, con
el Santísimo Sacramento expuesto y confesores disponibles, es algo disparatado. ¿Quién se
va a acercar a una iglesia a las 3 de la madrugada? Pero en este “exceso” es
donde se pone a prueba la juventud de
la Iglesia (que no sucumbe a sus propias rutinas) y la eclesialidad de los jóvenes (que descubren a Jesús y su comunidad
de un modo nuevo).
Me viene a la mente la escena en la que María de Betania derrama
sobre los pies de Jesús casi medio litro de nardo puro, mientras Judas –tan cauto
como mezquino– levanta su queja: “¿Por qué no se vendió este perfume en
trescientos denarios para repartirlo entre los pobres?” (Jn 12,5). La respuesta
de Jesús fue tajante: “¡Déjala en paz!”. El fruto de aquel gesto de amor y
belleza no se hace esperar: “La casa se llenó de aquel perfume tan exquisito”
(Jn 12,3).
Frente a
pastorales raquíticas, que se contentan con el mínimo imprescindible,
necesitamos, de vez en cuando, romper el frasco, dejar que el perfume de un amor exagerado inunde nuestra Iglesia, necesitada de un nueva fragancia. “24 horas para el Señor” es un
símbolo de este "exceso de amor".
Gracias por el icono del evangelio que enmarca la jornada de anotaciones. Siempre he creído que María se abaja en Betania por el peso del agradecimiento para con el Amigo... ¡un exceso de gratitud por el desbordamiento de Quien la recibe! Ojalá no se nos olvide que esta corriente de amor y gratitud que ambos comparten es una posibilidad de seguimiento para nosotros. Esta noche lo recordaré y os recordaré ante Él.
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