El Evangelio de este V Domingo del Tiempo Ordinario nos invita a pasar un día con Jesús para ser testigos de cómo transcurre una jornada tipo en la vida de un profeta al que todo el mundo busca. Como he escrito en varias ocasiones sobre este pasaje, hoy me fijo en una frase que parece secundaria, pero que encierra una gran fuerza evangelizadora: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido” (Mc 1,38).
Me gusta contemplar a este Jesús que, después de haber permanecido muchos años en su aldea de Nazaret, está siempre en camino. El Evangelio que anuncia no es para unos pocos privilegiados, sino para todos. Por eso, siempre es necesario “ir a otra parte”, cruzar a la otra orilla, salir de los límites en los que nos sentimos seguros.
Pablo, en su carta a los corintios (segunda lectura), expresa esta misma pasión con palabras bien conocidas: “El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio”. La evangelización es siempre un encargo, un envío, no algo que hacemos por gusto, vanagloria o ganancia.
Me pregunto si también hoy mantenemos viva esta pasión o estamos ya a punto de tirar la toalla. Se habla mucho del cansancio de los sacerdotes, de los curas quemados y también, de manera más amplia, del cansancio de los buenos, expresión usada por Pío XII en su conocida frase: “No tengo miedo a la acción de los malos, sino al cansancio de los buenos”. Lo percibo de una manera más aguda en Europa que en América. En los Estados Unidos, aunque ha crecido el número de los que se consideran no creyentes, las comunidades católicas son, por lo general, muy activas. Mantienen viva la llama de la evangelización.
Creo que la única manera de superar el cansancio crónico es “ir a otra parte”, como Jesús. Si hay personas y grupos que ya no escuchan la Palabra, que consideran que están en una etapa poscristiana, es muy probable que el Espíritu nos esté empujando hacia otros caladeros desconocidos. No hay que presuponer que los más disponibles son siempre los más próximos: los adolescentes y jóvenes que se preparan para la confirmación o los alumnos de colegios católicos que provienen de familias católicas y que se preparan para formar, a su vez, nuevas familias católicas.
Quizás hay un mayor interés en quienes menos suponemos: personas que no han tenido tantas oportunidades, que han crecido en ambientes muy secularizados o que a primera vista están muy alejadas de los círculos de “los buenos”. ¿Cómo se acercaría Jesús a ellas? ¿Cómo conectaría con sus búsquedas e inquietudes?
Estas preguntas son las que han espoleado a mi amigo Heriberto García Arias a lanzarse al mundo de las redes sociales y, sirviéndose de un sencillo teléfono móvil, predicar la Palabra de Dios sin aditamentos innecesarios. Aunque ya os lo anuncié hace días, os incluyo hoy la invitación a participar en la presentación del libro-conversación que hemos escrito conjuntamente y que será presentado en Madrid el próximo viernes 23 a las 6,30 de la tarde.
Será una buena oportunidad para compartir qué se puede hacer hoy para “ir a otra parte”, no a partir de teorías teológicas o pastorales, sino de una experiencia concreta realizada en los últimos cuatro años.
Gonzalo, tú sí que te has ido “a otra parte” pero te mantienes fiel a la cita con los amigos del “Rincón”… y te lo agradezco.
ResponderEliminarComo seglar, me siento también llamada a la evangelización y me ha sorprendido, gratamente, cuando nos dices que: “la evangelización es siempre un encargo, un envío…” Según las palabras, como cambian las inquietudes… se abren ventanas diferentes a las que estamos acostumbrados.
Gracias, porque estás siempre en camino y nos estimulas a ello.