El sábado escribí ya sobre la presentación del libro Hablando con Heriberto García Arias. Confesiones de un sacerdote digital en los estudios de TRECE y en el salón de actos del ITVR de Madrid. El vídeo de la sesión acumula más de 1.300 visualizaciones. Intuyo que la mayoría de los visitantes provienen de Estados Unidos, México y el resto de Latinoamérica donde el padre Heriberto es muy conocido. En esas latitudes es frecuente el uso de las redes sociales. En España es también común entre los jóvenes, pero noto bastantes reticencias en las personas adultas. Perciben más los indudables riesgos que las potenciales ventajas.
Quizá no les falte razón, pero -como casi todo en la vida- es cuestión de discernimiento y adiestramiento. Un cuchillo, por ejemplo, es un utensilio potencialmente muy peligroso. No está permitido subir a un avión con uno en el equipaje de mano. Sin embargo, como es también muy útil, desde niños aprendemos a usarlo con destreza y prudencia. No conozco a ningún padre que les prohíba el uso del cuchillo a sus hijos hasta que cumplan 18 años. Algo parecido podría decirse de las redes sociales. De poco sirve la prohibición absoluta. Lo que importa es educar en su uso prudente y moderado.
De todos modos, hoy no quiero escribir sobre este asunto, sino sobre la hermosa experiencia de haber escrito un libro “a cuatro manos”. Como he contado en otras entradas -y recordé en la presentación del pasado viernes- el libro arranca de una larga conversación entre el padre Heriberto y yo grabada con mi teléfono móvil a finales de verano durante nuestro encuentro en Mérida. Naturalmente, el libro no es la mera transcripción de lo registrado aquel día. Una vez “picado” el texto -como se dice en el argot editorial- hubo que suprimir muletillas y repeticiones, acortar las frases, introducir conectores, sugerir sinónimos, etc. A esta tarea artesanal nos dedicamos de octubre a diciembre. Heriberto trabajaba en Roma mientras yo lo hacía en Madrid.
Pulido el texto, fue revisado de nuevo, tanto por él como por mí. Era importante que Heriberto se sintiera a gusto con lo que se iba a imprimir, que reflejara bien su experiencia y su pensamiento. En esta segunda revisión él suprimió algunas cosas innecesarias y añadió otras (por ejemplo, la experiencia vivida en torno a la muerte de su abuelo, acaecida pocas semanas después de haber hecho la grabación) que consideraba relevantes para que el lector comprendiera bien su mensaje. Por mí parte, retoqué algunas preguntas, articulé el texto en capítulos y apartados y escribí pequeñas introducciones y conclusiones a cada capítulo para contextualizarlo mejor y lograr que la conversación fluyera con orden y ligereza.
Detrás del texto -que sigue conservando el estilo oral- hay muchos intercambios de WhatsApp y videollamadas hasta que consideramos que estaba listo para ser impreso, presentado y distribuido. No se trata de un texto literario o académico, sino testimonial. Aunque la forma tiene su importancia, lo que cuenta es la experiencia que late en sus páginas. A veces, el exceso de literatura puede convertir en postiza una experiencia que tiene fuerza por sí misma, sin los artificios a los que son tan dados los literatos profesionales. Nuestro objetivo no era tanto que quedara un libro bonito, sino auténtico. Y que, en la medida de lo posible, pudiera ayudar a los jóvenes a hacer un mejor uso de las redes sociales y a los evangelizadores digitales a aprender de los aciertos y errores de alguien que tiene ya una dilatada trayectoria en este campo.
¿Qué hay en el trasfondo de alguien que elabora vídeos de poco más de un minuto? ¿Se reduce todo a pequeñas píldoras visuales? ¿Cómo es la persona que está detrás de este “personaje público”, que así es como denomina Facebook a quienes tienen muchos amigos en su cuenta? Un libro permite explicar con calma y profundidad lo que las redes presentan de manera breve e impactante.
Jugando con el lenguaje tecnológico, se podría decir que Heriberto es un evangelizador “digital” y yo un evangelizador “analógico”, por más que también yo tenga una discreta presencia en el mundo de internet a través de este blog. La combinación de ambas perspectivas y experiencias hace del libro una especie de producto híbrido: es una obra impresa (pertenece a la galaxia Guttenberg) que trata de un trabajo virtual (pertenece a la era digital). Confieso que ha merecido la pena el esfuerzo compartido. Por algo Jesús dijo: “Id de dos en dos a predicar el Evangelio”. Esta es precisamente la frase que escribí en el ejemplar que le dediqué a Heriberto. Él, por su parte, escribió lo siguiente en el ejemplar que me firmó: “Hemos hecho lo que teníamos que hacer”. La vida sigue. Hay mucho por vivir.
Con tus comentarios estoy reviviendo, positivamente, la experiencia de haber “picado” algún libro… Comprendo vuestra ilusión por tener este libro en vuestras manos… Un libro “se gesta” venciendo dificultades y con ilusión de ver la obra terminada.
ResponderEliminarGracias por vuestro trabajo arduo… Compartiré con vosotros la ilusión de leerlo, cuando lo tenga en mis manos…
Gracias Gonzalo por hacer de portavoz de este trabajo evangelizador que habéis compartido… Un abrazo.