1) “La Iglesia necesita siempre, en cada momento y en cada etapa, emprender nuevos caminos”.
Algunos admiran la intemporalidad de la
Iglesia, como si fuera un fósil que hay que preservar en un museo. La Iglesia
es un acontecimiento del Espíritu que está siempre surgiendo cuando alguien se
adhiere a Jesús por la fe. Emprender nuevos caminos no significa apartarse de
su misión, sino dejarse conducir por el Espíritu para responder, una y otra
vez, a las necesidades de los seres humanos. Donde no hay cambio, no hay vida.
2) “No podemos ser parcelarios, sino integradores. Aprendiendo a empastar las diferencias. Solo el esfuerzo en «ser uno para que el mundo crea» hará que sonemos de verdad a Cristo”.
Vivimos tiempos de polarización a todos los niveles. Si no te declaras de derechas, entonces eres de izquierdas. Si sintonizas con el papa Francisco, entonces vas contra Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¡Cuánto mal nos está haciendo esta tendencia diabólica a convertir las polaridades en dilemas! Me gusta la expresión “empastar las diferencias”. Sin unidad en la diversidad no hay anuncio creíble. Perdemos demasiado tiempo en inútiles luchas intestinas. Alguien tiene que decir con claridad que ya basta, aunque me temo que algunos no se van a dar por aludidos.
3) “Os convoco no solo a «ser» Iglesia sino a amar «estar» en esta Iglesia”.
Estar en la Iglesia significa asumir su pesada historia y la
cuota de fragilidad que la caracteriza. Ya no están los tiempos para seguir
jugando a ese juego de “Jesús sí – Iglesia no”. No se puede separar la cabeza
del cuerpo o el cuerpo de la cabeza. Tenemos derecho -y aun obligación- de ser críticos,
pero también de ser leales y de luchar desde dentro para hacer de la comunidad eclesial
un espacio transparente, acogedor y creíble. Estar en la Iglesia significa superar los capillismos, remar todos a una, sentirse corresponsable de la vida de la comunidad.
4) “Se trata, en suma, de escuchar primero y hablar después bajo el cantus firmus de la participación, la comunión y la misión”.
Una
de las características del momento sinodal que estamos viviendo es la escucha. Si
no nos hacemos cargo de lo que buscan, piensan, sienten, sufren y esperan las
personas de nuestro entorno, no podemos decir una palabra significativa. El
mero hecho de escuchar con empatía y atención está ya indicando un estilo de
evangelizar. El cantus firmus lo constituyen las tres claves que está
acentuando el camino sinodal: participación, comunión y misión. No son eslóganes, son caminos repletos de señales.
5) “No olvidamos que somos una Iglesia samaritana. Cada pesebre y cada cruz de hoy es nuestra matriz de siempre. Por eso, los pobres son uno de nuestros más serios criterios de discernimiento en todo lo que hacemos”.
A más de uno estas frases le parecerán una concesión a la moda pauperista
de nuestro tiempo, pero nacen del más puro Evangelio. El que decidió nacer en
un pesebre y morir en una cruz no puede ser comprendido y acogido desde la
seguridad de una posición confortable. La Iglesia, incluso en sus épocas de más
opulencia, nunca ha podido silenciar el clamor de los pobres. Ellos siguen
siendo hoy criterio de Evangelio, sin que esto signifique que tengamos que
ensalzar la pobreza como un estado deseable. Una Iglesia samaritana que sale a los caminos donde hay gente desechada o tirada conecta con el corazón del Evangelio.
6) “El Evangelio es una potentísima locomotora capaz de ir en vanguardia aportando trascendencia, valores y una concepción del ser humano que nos ayuda a ser más felices, sabiendo que somos regalo de Dios con una doble nacionalidad: peregrinos en la tierra y convocados a ser ciudadanos del cielo”.
Nunca había escuchado esta metáfora aplicada al Evangelio. Hablamos de
sal, luz, fermento, faro, etc. El arzobispo dice que el Evangelio es una “locomotora”
que siempre tira de nosotros, nos lleva más allá, nos da impulso. El Evangelio, pues, no es una rémora, sino un motor. Me gusta también que el nuevo arzobispo reconozca que todos los cristianos tenemos una doble nacionalidad: somos
fieramente humanos (peregrinos en la tierra) y esperanzadamente celestes
(ciudadanos del cielo). Los dos pasaportes están llenos de derechos y deberes.
He leído y releído el tema de “Palabras para el camino”. Gracias Gonzalo por haberlo resumido… De entrada me sugiere que, actualmente, en nuestra sociedad y por lo tanto en la Iglesia, se dan muchas llamadas diferentes que si estamos alerta nos pueden ayudar a descubrir a Dios en diferentes facetas de nuestra vida.
ResponderEliminarNuestro “camino” va variando y para ello, necesitamos de ayudas y “palabras” diferentes para ir sobreviviendo.
Me lo sugiere, sobretodo en el primer apartado: 1) “La Iglesia necesita siempre, en cada momento y en cada etapa, emprender nuevos caminos”.
Gracias Gonzalo por habernos facilitado la lectura y escucha de esta homilía… Hay trabajo para días.