No sé si es necesario que haya un día para recordar los
asuntos que nos preocupan, pero quizá es la única manera de mantenernos
despiertos. Hoy es, entre otras cosas, el
Día
Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia y también
la
Jornada
Mundial del Enfermo. Voy a fijarme en esta última. Este año, en su tradicional
mensaje,
el papa Francisco nos invita a
“estar al lado de los que sufren en un camino
de caridad”. En los casi dos años que llevamos de pandemia, miles de
sanitarios han estado al lado de los enfermos de
Covid, sobre todo en
los momentos en los que no se permitía la visita de familiares y amigos a los
hospitales.
De no haber sido por ellos, muchos enfermos hubieran muerto en
absoluta soledad.
Cuando pase el tiempo y hagamos memoria de estos años duros,
es probable que una de las cosas que más nos pesen en la conciencia sea el
hecho de no haber encontrado una solución más humana. Nos atemorizó tanto el
contagio, que, en nombre de la sacrosanta seguridad sanitaria, dejamos a
algunas personas solas, no pudimos estar a su lado en el trance definitivo.
Hoy ha fallecido de cáncer una señora de unos 50 años a la que
un amigo mío sacerdote ha acompañado en sus últimos momentos. Ayer le dio por última
vez la absolución. Hoy me confesaba que fue emocionante comprobar cómo su
familia (marido e hijos) participaron en la celebración y estuvieran al lado de
su esposa y madre. Al cabo de unas horas murió, pero tanto ella como los suyos
vivieron el trance final como un momento compartido. Es inevitable el dolor de
la separación física, pero ¡cómo cambian las cosas cuando vivimos estos
momentos acompañándonos unos a otros, siendo presencia amorosa, prestándole a
Dios manos y labios!
Debido a las restricciones impuestas por las autoridades,
durante la larga pandemia hemos delegado en sanitarios, cuidadores de
residencias y otras personas el acompañamiento de los enfermos y ancianos. Quizás ha llegado
el momento de perder el miedo, superar el distanciamiento social y practicar
una cercanía amorosa que les haga sentirse queridos y que les recompense de
tanta soledad.
Es verdad que hay enfermedades que exigen distancia, pero
quizá no hay nada más terapéutico que estar al lado de quienes experimentan el
zarpazo del dolor y la inseguridad. En ocasiones, hacen bien las palabras. A
menudo, sobran. Basta estar cerca, escuchar… y tocar. El sentido del tacto es
el que mejor transmite la cercanía. Cuando tocamos a alguien le transmitimos
todo nuestro reconocimiento y amor. Cuando nos dejamos tocar aceptamos que otra
persona entre en el espacio aéreo de nuestra vida y nos estremezca.
Hoy en
España ha dejado de ser obligatorio el uso de la mascarilla en los espacios
abiertos. Poco a poco se van relajando las medidas restrictivas. ¡Ojalá
enfilemos ya la recta final de la pandemia! Ahora, más que preocuparnos de nuestra
libertad personal y de lo que podemos hacer para relajarnos, todos tendríamos
que preguntarnos qué podemos hacer para “estar al lado” de quienes durante
estos años se han sentido más golpeados y solos.
De entrada, no es que no quisiéramos acompañar a los enfermos graves, es que no nos dejaron acompañarles. Difícil fue por los enfermos pero también por los familiares y amigos. Ha habido mucho sufrimiento en todo este tiempo y todavía no se ha acabado.
ResponderEliminarEn la distancia también podemos acompañar… Cuando se acompaña, sintiéndolo, se acortan las distancias…
Escribes: ¡cómo cambian las cosas cuando vivimos estos momentos acompañándonos unos a otros, siendo presencia amorosa, prestándole a Dios manos y labios! Me ha emocionado al leer esta última frase: “prestándole a Dios manos y labios”… Ojalá fuéramos capaces de acompañar desde esta perspectiva y si somos los acompañados, pudiéramos percibirlo.
No siempre es posible estar al lado, físicamente y en cambio, en la distancia, se puede TOCAR si la persona que lo necesita se abre a ello.
Escribes también: “… quizá no hay nada más terapéutico que estar al lado de quienes experimentan el zarpazo del dolor y la inseguridad… Basta estar cerca, escuchar… y tocar. El sentido del tacto es el que mejor transmite la cercanía.”
Y yo, añado, por experiencia propia, que no siempre es posible estar al lado, físicamente, y en cambio se puede TOCAR si la persona que lo necesita se abre a ello.
Gracias Gonzalo porque vas acompañando en muchas circunstancias, tanto si son muy difíciles como más sencillas.