Hoy es la fiesta de la presentación del Señor. Han pasado 40 días desde la Navidad. Febrero se nos ha echado encima. El tiempo vuela. Ayer por la tarde viajé a Roma. No había vuelto a la Ciudad Eterna desde que recibí mi nuevo destino a Madrid el pasado mes de octubre. Va a ser una estancia corta, apenas cinco días. Pero me alegra que me coincida con la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que este año, en el contexto del camino sinodal de la Iglesia, lleva por lema “Caminando juntos”. Con este motivo he escrito una reflexión para nuestra revista Vida Religiosa titulada “La anormalidad de los normales”.
No son momentos fáciles para los institutos de vida consagrada. Escasean las vocaciones, nos vemos obligados a cerrar casas y recibimos algunos palos de donde menos podemos imaginar. ¿Ha llegado el tiempo de tirar la toalla? ¡De ninguna manera! Es la oportunidad para agradecer lo que somos en la Iglesia, cultivar las raíces y esperar con paciencia que en su momento se produzcan los frutos que el Señor quiera. Tenemos que aprender a ser un “resto” profético sin ceder a la tentación de convertirnos en un “residuo” prescindible. La vida consagrada en todas sus formas (eremitas, órdenes de monjes y frailes, congregaciones, institutos seculares, sociedades de vida apostólica, etc.) es una manera exagerada, un tanto anormal, de seguir a Jesús. Pero de ninguna manera es una iglesia paralela, superior o marginal.
Me gusta que este año se ponga el acento en la llamada a “caminar juntos”. Estoy convencido de que solo en la “orquesta” que es la Iglesia descubrimos el verdadero color de cada instrumento y su contribución al conjunto. La creatividad del Espíritu Santo no tiene límites. Mueren algunos institutos que han cumplido su ciclo histórico y nacen otros. Las instituciones no son eternas. Lo que importa es que haya una renovación constante. ¿Qué tipo de vida consagrada necesita la Iglesia en estas primeras décadas del siglo XXI? ¿Está surgiendo algún nuevo modelo que responda a las ansias y búsquedas espirituales de la gente de hoy? ¿Hacia qué fronteras y periferias se orientan las nuevas fundaciones?
A riesgo de equivocarme, hay tres ingredientes que siguen siendo necesarios y atractivos: una fuerte experiencia de Dios expresada a través del cultivo sencillo y bello de la oración y la liturgia, un nuevo sentido de fraternidad evangélica en tiempos de individualismo cultural y una mayor cercanía a los “nuevos pobres” que a menudo viven en nuestras grandes ciudades. No parece que los carismas vayan en la línea asistencial, como pudo suceder en los siglos XVIII-XX. Quizá hoy, al menos en el contexto europeo, lo más urgente no es fundar escuelas, orfanatos u hospitales, sino ofrecer un estilo de vida alternativo, que visibilice cómo Jesús puede llenar el corazón humano en el seno de una sociedad secularizada.
Ayer escribí una entrada sobre el claretiano Ángel Sanz, fallecido a los 91 años después de una vida consagrada a la misión. Fue, con mucho, la entrada más leída de los últimos meses. Eso significa que lo que más nos llega a todos son las historias de personas de carne y hueso que han vivido con autenticidad. Y precisamente ayer murió en Estados Unidos el claretiano más anciano. Tenía 103 años. Se llamaba Salvatore Joseph Bonano. Otra vida entregada al servicio del Evangelio. Creo que no hay mejor teología de la vida consagrada que la que surge de la narración de las vidas de quienes han vivido hasta el final esta vocación. Las ideas convencen, pero el ejemplo arrastra.
P. Salvatore Joseph Bonano, CMF |
En tiempos en los que los medios de comunicación difunden historias escandalosas de sacerdotes y religiosos que han sido infieles a su vocación, es necesario contar “las otras historias”, las de quienes, en medio de las inevitables fragilidades humanas, han sabido vivir alegres su entrega a Dios y a los demás. En este blog me he hecho eco de algunas de ellas a lo largo de los últimos seis años. Quiero seguir haciéndolo hasta alcanzar la cifra de 2.000 entradas, lo que sucederá probablemente a finales de abril o principios de mayo. Lo considero un deber de justicia y una forma de hacer ver que la vida consagrada sigue siendo hoy un hermoso camino. Entregar la propia vida a Dios es fuente de plenitud personal y de alegría, no de frustración o tristeza. Los jóvenes tienen derecho a saberlo de boca de quienes vivimos en primera persona esta singular forma de vida.
Gracias Gonzalo oramos por todos los consagrados. Gracias, gracias y mil gracias. Felicidades
ResponderEliminarGracias Gonzalo por tanto que compartes que nos acerca a Dios… Ayer mismo, con la entrada del P. Angel, te volcaste marcando el camino que pudiste compartir con él… No era teoría de la que huimos… era Vida.
ResponderEliminarMe hace bien que compartas los ingredientes que consideras necesarios y atractivos, lo que quiere decir que tú los vives y nos los transmites, sobretodo esta fuerte experiencia de Dios y lo necesitamos… En nuestra Iglesia, actualmente falta la cercanía a los “nuevos pobres” y quizás falta preguntarse ¿Quiénes son? No son solamente “pobres” de bienes materiales… también se da mucha pobreza espiritual.
Feliz día de la Vida consagrada… Un abrazo.
Aún con un poquito de retraso deseo enviar mi felicitación a quienes el
ResponderEliminardía 2 del presente mes celebraron el día de la "Vida Consagrada ".
Siendo siempre tus testigos/cumpliremos el destino.Sembraremos de esperanza/i alegría en los caminos /cuanto soy y cuanto tengo,la ilusión
y el pensamiento. Yo te ofrezco mis semillas./Y tú pones el fermento./
"FELICIDADES.Un abrazo.Victoria Sanchez