Hasta 1955 no se celebraba la fiesta de san José obrero el 1 de mayo. Fue el papa Pío XII quien tomó esta decisión para hacerla coincidir con la fiesta de los Trabajadores. La Iglesia siempre ha sido experta en “cristianizar” celebraciones paganas o seculares. Algunos tildan esta actitud de camaleónica y hasta de oportunista. Otros prefieren hablar de capacidad de inculturación. El 1 de mayo josefino ha cumplido 66 años en un momento en el que la pandemia ha aumentado en muchos países el número de desocupados y ha impedido a millones de jóvenes acceder al mercado laboral.
En Europa todos hablan del famoso Recovery Fund (fondo de recuperación) que la Unión Europea ha puesto en marcha. Ayer presentaron sus respectivos planes España e Italia. Las cifras que se manejan son mareantes. Se habla del mayor paquete de estímulo jamás financiado, de un nuevo Plan Marshall (más ambicioso que el llevado a cabo tras la Segunda Guerra Mundial), de una oportunidad histórica para la modernización y cohesión de Europa, etc. Los más optimistas piensan que la pandemia se va a convertir paradójicamente en la ocasión para entrar de verdad en el siglo XXI, con una economía más humana, verde, digital, inclusiva y solidaria. De nuevo la muerte sería la antesala de la vida. ¿Se cumplirán estos augurios o caeremos en las trampas de siempre? ¿Se destinarán los fondos a cubrir las necesidades más apremiantes y a promover una nueva economía social o serán ocasión de nuevas formas de despilfarro y corrupción? Quiero ser moderadamente optimista, pero las políticas actuales me inspiran poca confianza, aunque – dicho sea de paso – confío más en la competencia y honradez de Mario Draghi que en la de otros líderes “de cuyo nombre no quiero acordarme”.
¿Qué pinta en todo esto “el carpintero de Nazaret” cuya memoria celebramos hoy, precisamente en el Año dedicado a él? En el evangelio de Mateo leemos:
“Fue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga. La gente decía admirada: «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?». Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta». Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe” (Mt 13,54-57).
La ciudad (en realidad, una pequeña aldea) a la que se refiere el texto es Nazaret, en Galilea, al norte de Palestina. Se menciona el nombre de la madre de Jesús (María), pero no se habla del nombre del padre (José). Solo se dice que Jesús es “el hijo del carpintero”. En realidad, el texto griego utiliza el término τεχτων, que significa más bien “artesano”. Es el mismo término usado en Marcos 6,3. La tradición de la Iglesia lo ha interpretado como “carpintero” y así aparece en la mayor parte de las obras de arte que lo representan trabajando. Hoy, José de Nazaret es conocido en todo el mundo como “el carpintero”. Los trabajdores lo sienten como una figura cercana a su estilo de vida y también como un protector de sus derechos. Quizá por eso es tan popular y querido.
Recuerdo que en algunas visitas que he hecho a Nazaret, a los guías locales les gustaba decir que es muy probable que José, acompañado por su joven hijo Jesús, se trasladara a trabajar a la vecina ciudad de Séforis. Por aquella época estaba en construcción y demandaba mucha mano de obra. Sea como fuere, José ha pasado a la historia como un trabajador manual en el que pueden reconocerse todos los trabajadores del mundo. No sabemos nada acerca de la fecha de su muerte, aunque lo más probable es que se produjera cuando Jesús tenía ya más de 12 años (José aparece en el episodio de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo: Lc 2,41-54), pero antes del inicio de su predicación. De hecho, no se vuelve a mencionar a José de Nazaret en los evangelios sinópticos durante el ministerio público de Jesús.
Hoy no se habla mucho de la espiritualidad del trabajo. Fue un tema estrella en la segunda mitad del siglo pasado. Ahora parece haber entrado en sordina. Tampoco las asociaciones cristianas de trabajadores parecen gozar de mucha vitalidad. Y, sin embargo, como señala muy a menudo el papa Francisco, el trabajo es un asunto relacionado con la dignidad de las personas. En su homilía del año pasado tal día como hoy señaló:
“Toda injusticia que se comete contra una persona que trabaja es un atropello a la dignidad humana, incluso a la dignidad del que comete la injusticia: se baja el nivel y se termina en esa tensión de dictador-esclavo. En cambio, la vocación que Dios nos da es muy hermosa: crear, re-crear, trabajar. Pero esto puede hacerse cuando las condiciones son justas y se respeta la dignidad de la persona”.
Privar injustamente a alguien de su trabajo, no crear las condiciones que lo promuevan, implementar sistemas puramente asistencialistas... son formas que atentan contra la dignidad humana. El trabajo no es solo un asunto económico que pueda regularse por la ley del máximo beneficio-mínimo costo. Es algo que tiene que ver con la vocación co-creadora del ser humano. Si esto se olvida (y los sistemas neoliberales tienen a olvidarlo por razones puramente económicas), entonces no hay sociedad que se tenga en pie. Esperemos que los proyectos del ansiado Recovery Fund lo tengan muy en cuenta para afrontar las enormes desigualdades sociales y la precariedad laboral, agravadas todavía más por la pandemia.
Os dejo con un vídeo que ya he colgado en otras ocasiones. Lo vuelvo a hacer porque me gusta mucho y responde perfectamente a la fiesta que celebramos hoy.
Felicidades también a ti, Gonzalo, tu trabajo es muy importante e imprescindible...
ResponderEliminarNo soy nada optimista, acerca de las ayudas… Como siempre habrá corrupción… se caerá en las trampas de siempre. Cuando se trata de economía prometen mucho para acabar, pagando más, el contribuyente.
José, aparece y desaparece en la vida de Jesús, se comporta como un hombre más, trabajador, procurando el sustento de su familia y protegiéndola y enseñando y compartiendo sus valores con Jesús. Quizás es la misión de los padres, saber desaparecer, de la vida de los hijos, pero dejándoles su huella y la certeza de que cuando los necesiten siempre van a estar ahí.
Me gusta e interpela cuando comentas del trabajo: “Es algo que tiene que ver con la vocación co-creadora del ser humano.”. Casi nunca es así… actualmente, en general, las personas se sienten esclavizadas por el trabajo y las relaciones interpersonales que hay de competencia.
Muchas gracias Gonzalo, por toda la reflexión y por el video.