Después de un periplo de tres días por diversos lugares del inmenso Brasil, ayer se celebró el entierro de Pedro Casaldáliga en el humilde cementerio de los indios Karajá, a cuatro pasos del caudaloso río Araguaia. Su cuerpo yace entre
las tumbas de un peón y una prostituta. He seguido por Internet las
diversas ceremonias en Batatais, Ribeirão
Cascalheira y São Félix do Araguaia, su lugar de residencia. En algunos momentos me he
emocionado. Ha sido hermoso ver a la gente sencilla en torno al ataúd, escuchar el
testimonio de las personas que lo conocieron y seguir liturgias sencillas, cuajadas
de símbolos autóctonos. Tras esa “caminhada”, el obispo-profeta no ha sido
enterrado en ninguna catedral gótica o moderna, sino al aire libre, en la
tierra roja, al pie de un árbol junto al inmenso Araguaia. Es muy probable que
ese lugar olvidado se convierta pronto en un destino de peregrinación para
muchas personas que vieron en Pedro el modelo de un cristianismo “desde abajo”,
una forma de seguir a Cristo que quería abrazar a todos empezando por los últimos.
El estilo de Pedro responde a las condiciones del siglo XXI precisamente porque
entronca con el cristianismo de los orígenes. Las bienaventuranzas fueron su verdadera
carta de navegación.
Se está
escribiendo tanto en los últimos días sobre este intrépido misionero claretiano
que me resulta difícil escoger la perspectiva que más pueda ayudarnos a vivir
la fe con autenticidad. Aunque desde los lejanos años 70 he seguido su
trayectoria y he leído la mayor parte de sus libros (sobre todo, los de poesía), nunca tuve
la oportunidad de encontrarme con él personalmente. Reconozco que, aunque
sintonizaba con sus opciones y su estilo de vida, en algún momento me
desconcertó; sobre todo, cuando mostró su claro apoyo a la revolución cubana y a
la sandinista, en tiempos en los que muchas voces desde dentro de Cuba y Nicaragua ya denunciaban sus
excesos. Él siempre argüía -creo que con un punto de razón- que otros líderes
de Iglesia apoyaban expresa o tácitamente regímenes capitalistas sin que nadie
se rasgase las vestiduras. El tiempo calibrará el verdadero alcance y significado de estas acciones.
Pero me parece que estos pronunciamientos polémicos no invalidan
la coherencia evangélica de su fe en Jesús, su pasión por el Reino y la entrega
sin fisuras a lo que él llamaba “sus causas”: en especial, la defensa de los indígenas y los
desposeídos por los ricos fazendeiros (terratenientes). El hecho de no
haber vivido con él me impide tener una mirada crítica (“Nadie es grande para
su ayudante de cámara”, se suele decir), pero me imposibilita algo mucho más
importante: haber sido testigo directo de su compromiso diario con el Evangelio sin prodigar los elogios, a
veces demasiado empalagosos, de quienes lo quieren instrumentalizar al servicio
de sus propios intereses. Las personas de una pieza no necesitan muchos
ditirambos. Pedro, en su corporalidad esquemática, fue rocoso en sus convicciones y tierno en sus actitudes, inconformista y poeta, trabajador y contemplativo. Y, sobre todo, un hombre que creía en la justicia y la esperanza. La Palabra de Dios y los pies descalzos simbolizan su trayectoria.
Por esas coincidencias que se dan de vez en cuando, hoy, 13 de
agosto, este perdido Rincón de Gundisalvus ha alcanzado el medio millón
de visitas. La cifra haría sonreír a cualquier bloguero famoso o a algunos youtubers
que cuentan con millones de seguidores. Pero para un blog de un misionero de a
pie, sin la más mínima publicidad, no está mal. Más allá del número redondo,
que implica unas 340 visitas diarias de media, lo que importa es que un buen
grupo de personas de diversos países del mundo hispanohablante se sienten
acompañadas y animadas en el camino de su fe cristiana o de su búsqueda
espiritual. Me gusta que este medio millón coincida con la fecha en la que se
celebra la memoria de los beatos mártires claretianos de Barbastro. Su
testimonio valiente del Dios prohibido no pasa de moda. Me
pregunto cómo habrían afrontado ellos estos tiempos de pandemia. No lo sé. Lo
que sí sé es que para Pedro Casaldáliga los mártires de Barbastro, ciudad
en la que él vivió tres años como formador de seminaristas, lo marcaron
profundamente, hasta el punto de querer emular su martirio. A ellos les dedicó también
algunos de sus poemas y canciones.
Beatos Mártires Claretianos de Barbastro,
rogad por nosotros
Hombre santo y honrado que muchas veces no somos capaces de entender los que no tenemos esa entrega y coherencia de vida de la que, precisamente, carecen esos regímenes que él defendía. Seguro que trataba de entenderles y en su balanza con el fiel de las Bienaventuranzas encontraba que ellos decían y trataban de practicar alguna.
ResponderEliminarFANTÁSTICO EL ÉXITO DE LOS QUINIENTOS MIL¡¡¡¡¡ Me ayuda mucho saber que vivimos una comunidad diaria con tantos lectores a los que nos impulsas con tu esfuerzo a meditar y tratar de vivir mejor el Evangelio.
GRACIAS.
Gracias Gonzalo, hoy ha sido para mi un día lleno de sentimientos que se mueven… Recordar a los Mártires de Barbastro, hacer memoria de ellos, me ayuda y me anima a seguir adelante. Un día de acción de gracias por sus vidas y por sus testimonios…
ResponderEliminarEste año, se junta también la vivencia de estos días de la enfermedad y muerte de Pedro Casaldàliga, hechos que harán surgir muchas experiencias y vivencias. De momento, uno importante para mi, fue cuando empiezan a cubrir el ataúd con la tierra… En este momento, me llegan el eco de palabras suyas: “de vivos a resucitados”… ““Enterradme en el río / cerca de una garza blanca. / Lo otro ya será mío…” me ayudó a conectar cuando tu, Gonzalo, mas de una vez nos has resaltado el hecho de que Jesús, resucitado, dijo: “… Id a Galilea, (a vuestra vida, vuestros quehaceres) y allí me veréis”… En estos momentos, es como si Pedro nos dijera: “dejad mi cuerpo enterrado e id a Galilea (sus causas) y allí nos encontramos”… Pedro continua y continuará viviendo.
FELICIDADES POR LOS QUINIENTOS MIL... cONTINÚA.
Excelente comentario.Graciasp
ResponderEliminarEs hermoso poder constatar la fuerza del Espíritu en el amor entregado por Dom Pedro.. Creo que lo más grande es que vivió las bienaventuranzas de forma concreta y cotidiana...
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