Hoy celebramos la memoria del que probablemente es el santo más popular de la Iglesia: san Antonio de Padua (o de Lisboa, como les gusta a los portugueses que sea conocido). En la costa oeste de Sri Lanka y en el sur de Tamil Nadu, en la India, su estatua está por todas partes. Hoy se celebrará con gran solemnidad su fiesta en el famoso Santuario de Kaloor. San Antonio de Padua y san Francisco Javier son, sin duda, los santos más conocidos entre los cristianos de rito latino. Se nota la tarea evangelizadora llevada a cabo en el siglo XVI por los misioneros portugueses. Entre los cristianos de rito siro-malabar, los santos más populares son santo Tomás, san José, san Jorge, san Sebastián y últimamente san Judas Tadeo. Son numerosas las iglesias dedicadas a ellos. Y son también numerosos los varones que llevan estos nombres. Si uno visita Kerala y no sabe cómo dirigirse a un varón cristiano, basta con que use estos cinco nombres básicos (Joseph, Thomas, George, Mathew y Sebastian). Tiene más del 80% de posibilidades de acertar. Entre los latinos son más comunes los nombres de Anthony (o Antony) y Francis Xavier. Los nombres de santas no son tan populares, si exceptuamos el de Santa Alfonsa de la Inmaculada Concepción (1910-1946), una monja franciscana, canonizada por Benedicto XVI en 2008 y cuyo santuario pude visitar hace tres días. Los santos de ayer están incrustados en las vidas de los cristianos de hoy. Su recuerdo constituye un estímulo para vivir la vida cristiana con entrega. Su intercesión es requerida cada vez que se experimentan problemas y se buscan favores.
Este ambiente tradicional se ha visto alterado por la irrupción de otros “santos” modernos que compiten con los tradicionales en el mercado de adeptos. Por ahora no tienen santuarios ni iglesias. Se conforman con aparecer en grandes pancartas que adornan algunas de las calles de pueblos y ciudades, como Ernakulam, en donde me encuentro desde ayer por la tarde. Se trata, en realidad, de “ídolos”, más que de santos. La gente los aclama con fervor. Son las estrellas del mundo del fútbol. Me llama la atención que en un país en el que el deporte nacional es el aburridísimo criquet (cricket en inglés), el fútbol esté ganando adeptos, sobre todo entre los musulmanes. El Campeonato del Mundo contribuye a ello. Las pancartas más reproducidas son las de las selecciones de Argentina y Brasil. He visto también alguna de España, Inglaterra y Portugal, pero son pocas. Pareciera que no interesan las demás selecciones. Los grandes ídolos son –por este orden– King Messi (como se lo conoce aquí), Neymar y Cristiano Ronaldo. Forman la trinidad de los grandes. Me dicen que en los últimos días se ha disparado la venta de televisores de plasma para seguir los partidos. Por ahora, no se ha llegado a la euforia de América o de África, pero todo se andará. La nueva “religión del fútbol” parece encontrar espacio en un país marcado por las religiones tradicionales (sobre todo, el hinduismo). En este panteón hay sitio para unos cuantos dioses más.
Hay personas que combinan sin problemas su devoción a los santos tradicionales y su entusiasmo por los ídolos modernos. Para los hindús no hay mayor problema. Su politeísmo los hace proclives a la aceptación de cuantos dioses puedan serles favorables. Para mí la pregunta de fondo es ésta: ¿Celebramos la virtud o la habilidad? ¿Es lo mismo llevar una vida sencilla entregada a los pobres que llevar una vida de lujo desenfrenado porque uno gana más de 50 millones de euros al año? ¿Se puede poner al mismo nivel a quien es famoso porque practica bien un deporte y a quien ha dedicado la vida a buscar la perfección? En fin, no son ganas de aguar el Mundial que empieza mañana, sino solo de provocar un poco y aclarar las prioridades. El escaso tiempo de que dispongo no me permite ir mucho más lejor. Por cierto, sigue lloviendo, pero no tanto ni tan fuerte como en la zona montañosa donde pasé el fin de semana.
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