lunes, 7 de marzo de 2022

Vivir "como si"

He pasado toda la mañana con los participantes en el 56 Capítulo General de los Agustinos Recoletos. Me he sentido en casa, no solo porque conocía a algunos de los capitulares (comenzando por el prior general Miguel Miró), sino porque -como me confesó el más anciano de todos- hay una gran sintonía entre los agustinos recoletos y los claretianos. Hemos reflexionado sobre la formación permanente como dinamismo de renovación personal e institucional. La única manera de salir de nuestra “zona de comodidad” y traspasar la “zona de miedos” es ensanchar la espiritualidad (valores, convicciones, prácticas) y la “zona de aprendizaje” (formación permanente). 

Durante la comida hemos hablado también de la guerra en Ucrania. Antes había echado un vistazo a varios mensajes que he recibido en las últimas horas: algunos desde Rusia y otros desde Italia. Todo me prevenían contra la “desinformación” de los medios occidentales, claramente alineados contra Putin y a favor de Ucrania. Aunque puede haber matices significativos, también yo inclino la balanza a favor de quienes más están siendo perjudicados; es decir, los ucranianos y aquellos rusos que están en contra de la guerra, pero no pueden manifestarse abiertamente porque corren el riesgo de ser encarcelados. La diferencia es neta. En Occidente uno puede hablar a favor de la invasión rusa. Podrá gustar más o menos esa opinión, pero nadie te lleva a la cárcel por expresarla. En Rusia y otros países de su órbita de influencia, si contradices la tesis oficial, ya sabes lo que te espera.

Es cierto que la verdad es poliédrica y que no conviene creer a pie juntillas todo lo que nos dicen (entre otras cosas porque en las guerras la manipulación informativa es un arma de primer orden), pero hay hechos de tal calibre que no admiten muchos matices. Si Rusia quiere “liberar” a las regiones rusohablantes de Donbass y Lugansk, supuestamente asediadas por los ucranianos en los últimos ocho años, ¿a qué viene el deseo de conquistar Kiev, la capital del país, que está a 800 kilómetros de distancia? Si dice realizar una guerra solo defensiva, ¿por qué ataca a civiles desarmados? ¿Por qué Putin califica de “países hostiles” a quienes han tomado represalias económicas frente a una clara agresión? 

El Vaticano suele estar mejor informado que muchos servicios de inteligencia extranjeros. Tiene numerosos canales, pegados a la realidad, por los que le llega la información, no solo por el camino oficial de las nunciaturas. A la luz de lo que está pasando, el papa Francisco ha enviado a la zona a dos cardenales eslavos (Czerny y Krajewski) en misión de paz. Uno de ellos -el limosnero polaco Krajewski- ha dicho claramente que no tiene miedo, aunque no sepa hasta dónde podrá llegar. Piensa en la fuerza de Evangelio. Además de orar, hay que hacer todo lo posible por mover ficha... antes de que sea demasiado tarde.

Mientras muchos soldados combaten y arriesgan la vida y miles de refugiados huyen del horror de la guerra, nosotros estamos en un lugar tranquilo de Roma reflexionando sobre el mejor modo de practicar la formación permanente en una antigua orden religiosa. Es verdad que tenemos el corazón encogido (por lo menos yo), pero nuestra vida sigue su curso… como si nada grave estuviera pasando. Este contraste me hace pensar y casi me ofende.

Ese “como si” me ha recordado los famosos “como si” de san Pablo en su primera carta a los corintios: “Digo esto, hermanos, que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina” (1 Cor 7,29-31). 

Esos cinco “como si” constituyen una invitación apremiante a no poner nuestra confianza absoluta en las realidades que pasan porque “la representación de este mundo se termina”. En contra de lo que pudiera parecer, no es una invitación a despreciar la vida presente, sino a relativizarla para que ni la alegría ni la tristeza, ni la prosperidad ni la indigencia nos hagan perder de vista el horizonte de eternidad al que estamos destinados. También en tiempo de guerra estamos llamados a vivir como si las armas no fueran la última palabra porque la vida siempre es más fuerte que la muerte. Si no fuera por esta convicción, hace tiempo que hubiéramos perdido la esperanza y, con ella, las fuerzas para seguir apostando por lo mejor del ser humano.


2 comentarios:

  1. Pocas veces he leído un informe tan sensato y veraz sobre lo que está ocurriendo en esta guerra. Desgraciada como todas las guerras. Pongo especial énfasis en la veracidad porque muy a pesar de todos el mundo se ha transformado en una gran mentira. A ello agrego el afán de los medos de comunicación de "publicar" lo que sea más interesante al destinatario: cuanto más cruel y mordaz mejor. Pocas son las buenas noticias que se circulan y ello porque no interesan. La prudente apreciación que exhibe la nota de hoy mercede mi gratitud. Pero más allá de la guerra destaco la referencia a la libertad de expresión de Occidente frente a la censura de Rusia. Creo que ahí está el nudo de la cuestión: libertad o yugo. Un saludo y una vez más muchísimas gracias. Juna Pablo Chevallier-Boutell (Argentina)

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  2. Hay momentos que se hace difícil seguir con nuestras rutinas sabiendo que están sufriendo y muriendo miles de personas en las guerras actuales… Dirán el número de muertos, asesinados brutalmente, pero por cada uno que cae, ¿cómo repercute en su familia? ¿en sus amigos? ¡Cuánto dolor hay, actualmente, en nuestro mundo! No nos deja ni podemos quedar indiferentes.
    Entre pandemia con lo que representa de enfermedad, complicaciones y muerte… Y la guerra destructora que destruye y mata, sin respetar la vida… Nos fijamos en una persona, pero ¿cuántas hay detrás de él? Se hace muy difícil de comprender toda la complejidad humana.
    Los comentarios de la guerra, según el partido que los hace, son de un color u otro… ¡Cuántas pequeñas guerras hay en nuestro entorno, entre familias, entre amigos! Nos vamos acostumbrando y las conciencias se van adormeciendo… Es importante quedarnos con la mirada agradecida por la solidaridad que se ha despertado.
    Gracias Gonzalo, por toda la información.

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