martes, 3 de agosto de 2021

No tires la toalla, cíñetela

Algunas personas de mi entorno me han confesado que están a punto de tirar la toalla. No aguantan más la presión a que se ven sometidas. Tienen muchos frentes abiertos. Por si fuera poco, la pandemia se encarga de ir minando todavía más las pocas fuerzas que les quedan. Usamos mucho la expresión “tirar la toalla”. Como es bien sabido, proviene del mundo pugilístico. Cuando el entrenador o preparador de un boxeador ve que su pupilo está al límite de su resistencia puede arrojar una toalla al aire (que debe caer dentro del cuadrilátero) como símbolo de rendición. De esta manera finaliza el combate y se evitan daños mayores o irreparables. He leído que en un principio se arrojaba la esponja con la que se refrescaba al boxeador, pero más tarde se optó por la toalla al ser ésta más fácilmente visible. 

Tirar la toalla es una expresión que usamos cuando dejamos de luchar y nos rendimos porque nos sentimos superados por la realidad. Tirar la toalla significa, en definitiva, darnos por vencidos. Hay infinidad de situaciones en las que nos vemos tentados de tirar la toalla: madres solteras que tienen que abrirse paso a solas, familias desahuciadas sin posibilidad de encontrar un hogar, cónyuges que no se soportan más, padres agotados de lidiar con hijos toxicómanos, homosexuales que se sienten acorralados y vejados, jóvenes que no encuentran trabajo y se hartan de llamar a muchas puertas, sacerdotes quemados que han perdido la alegría de su vocación, personas enredadas en madejas afectivas, hermanos que no se hablan por cuestiones de herencias, amigos que se han vuelto extraños, adictos que recaen una y otra vez en las mismas trampas…

¿Puede un cristiano tirar la toalla? Me vienen a la mente las palabras de Pablo escribiendo a la comunidad de Corinto: “Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados, llevando siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues, mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal” (2 Cor 4,7-11). 

Los contrastes a los que alude (“atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados”) describen bien la tensión que a veces experimentamos en nuestra vida. Hay muchas cosas que nos empujan a rendirnos, a “tirar la toalla”, pero hay algo que nos mantiene en pie porque, en el fondo, sabemos que las dificultades de la vida son una expresión de que llevamos “siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo”. Por muchos que sean los signos de muerte, sabemos que la vida acaba triunfando. Esta es la gran esperanza cristiana que nace cuando contemplamos al Crucificado vivo entre nosotros.

¿Qué hacer entonces? Si no es posible ni deseable tirar la toalla, entonces la solución consiste en ceñírnosla a la cintura para ponernos al servicio de los demás. Es exactamente lo que hizo Jesús: “Sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido” (Jn 13,3-35). A Jesús le faltaban pocas horas para morir. Se sentía acorralado por todas partes. Hasta los suyos iban a abandonarlo. Podría haber cedido a la tentación de tirar la toalla y huir. Sin embargo, la usó para secar los pies de sus discípulos. Hizo de la toalla un símbolo de entrega y de servicio. No la arrojó sobre el cuadrilátero de la realidad, sino que la empuñó como arma de amor. 

Sé por experiencia que cuando nos encontramos al borde del abismo, cuando nada ni nadie llena nuestro vacío interior, cuando sentimos la tentación de abandonar incluso la fe porque Dios nos parece ausente, el único camino que nos libra de caer en la fosa del sinsentido es ponernos a servir humildemente a los demás. A menudo se trata de pequeños gestos de amor que pueden pasar casi desapercibidos. Estos gestos son como el grano de mostaza. En apariencia, parecen insignificantes, pero contienen un enorme poder revitalizador. Una toalla ceñida evita una toalla tirada. El servicio humilde es el mejor antidepresivo. Cuando necesitamos que los demás nos sirvan y nos echen una mano es cuando nosotros mismos podemos servir y ayudar a otros, aunque sea de manera titubeante y escondida. Son estas paradojas las que nos sacan del bucle melancólico de la desesperación. Parece casi increíble, pero es así. Jesús mismo lo probó. 



1 comentario:

  1. Aunque también cuesta rendirse, ¡cuántas veces hemos tirado la toalla! Suerte que siempre aparece una mano amiga que nos ayuda a recogerla.
    Hoy encuentro en este párrafo, mucha fuerza para seguir adelante: “A Jesús le faltaban pocas horas para morir. Se sentía acorralado por todas partes. Hasta los suyos iban a abandonarlo. Podría haber cedido a la tentación de tirar la toalla y huir. Sin embargo, la usó para secar los pies de sus discípulos. Hizo de la toalla un símbolo de entrega y de servicio. No la arrojó sobre el cuadrilátero de la realidad, sino que la empuñó como arma de amor.”
    CIÑETELA… Una palabra clave para aplicar en muchos momentos de la vida. ¡Qué fuerza tiene esta palabra, pronunciada en “imperativo”.
    Cuando escribes: “Una toalla ceñida evita una toalla tirada. El servicio humilde es el mejor antidepresivo.” Me ayuda a observar como en momentos de oscuridad si logras dar el salto a la acogida, a la ayuda de aquel que lo necesita y que el Señor te pone en tu camino, de alguna manera sales del túnel. Salir de nosotros mismos para llegar a los demás.
    No vamos solos con “la toalla ceñida”, gracias a la valentía que Jesús nos aporta en momentos difíciles y al testimonio de las personas que lo han hecho antes que nosotros.
    Cuando nos sentimos identificados con los contrastes que cita Pablo, atribulado pero no aplastado; apurado pero no desesperado… nos damos cuenta de que hemos llegado a algún límite, pero gracias a Dios no ha ido a más y podemos reaccionar… CIÑETELA, tiene un sentido de poner los medios para la “curación”.

    Gracias Gonzalo… con una toalla, objeto insignificante y en cambio muy utilizado en la vida, nos aportas un gran significado…

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