martes, 15 de mayo de 2018

La gracia de ser pocos

Llegué ayer a Sri Lanka pasadas las 9 de la mañana, después de doce horas de viaje, incluida la escala en Doha. Al salir de las dependencias del aeropuerto, recibí una bofetada de calor húmedo, aunque otros la calificarían de suave caricia. Todo depende del termostato personal. A partir de ese momento, todo fue una sucesión de encuentros y celebraciones. Me recibieron en nuestra comunidad de Kattuwa-Negombo con cantos, guirnaldas de flores, izado de banderas, etc. Tras la apertura oficial de la visita, tuve una entrevista con el Cardenal de Colombo, Malcolm Ranjith. Conoce bien las iglesias europeas. Ha vivido varios años en Roma y ha cursado la carrera diplomática. Hablamos de varias cosas, entre otras de “la gracia de ser pocos”. Los católicos en Sri Lanka representan poco más del 7% de la población. La mayoría son budistas o musulmanes. Esto no representa un obstáculo, sino una gran oportunidad para ser fermento en la masa, pequeño grano de mostaza, sal que se disuelve en el agua o la comida. Las tres son metáforas de Jesús para referirse a sus discípulos.

Cuando los cristianos somos mayoría tendemos a imponer nuestro punto de vista, establecemos connivencias con los poderes políticos y económicos, perdemos nuestra capacidad de ser alternativa, nos mundanizamosNo es fácil ser mayoría y mantener la fuerza profética de la fe. Es el caso de las antiguas iglesias europeas. Aquí, sin embargo, los cristianos tienen que “luchar” por su fe, no les viene dada por el ambiente cultural. Necesitan “apoyarse” unos a otros, sentir que pertenecen a una comunidad, establecer relaciones muy cercanas entre laicos, sacerdotes y religiosos, contribuir a las necesidades de todos, celebrar lo que los une, imaginar nuevos modos de presencia, ser tolerantes, aprender a dialogar con hombres y mujeres de otras religiones, vivir una espiritualidad de pequeñez, creer en la eficacia misteriosa del Evangelio que se disuelve como sal en el agua, escrutar los signos de Espíritu en otras culturas y tradiciones religiosas, no buscar privilegios sino exigir derechos y cumplir deberes, estar abiertos a otras iglesias hermanas y confiar en el Dios que sabe llevar las riendas de la historia. Todas estas cosas constituyen una verdadera gracia que ayuda a los cristianos de este país de 22 millones de habitantes a sentirse contentos de su fe sin revindicar para ella más privilegio que el de poder vivirla y compartirla.

Cada vez que visito un país en el que los cristianos son minoría pienso en nuestra vieja Europa. Quizás, después de muchos siglos de mayoría cristiana, estemos llamados a vivir un período de minoría numérica y de minoridad espiritual. No es una desgracia. Puede ser una purificación que nos ayude a redescubrir la novedad de la fe. Al mismo tiempo que algunos viejos cristianos abrazan con entusiasmo el ateísmo, hay otras personas que se preguntan por el significado de la fe y desean conocer más a Jesús. Mientras unos dicen “No te lo creas” (porque todo lo relativo a la fe parece un cuento chino), otros dicen “Señor, creo, pero aumenta mi fe” (porque experimentan un anhelo que no se sacia con ninguna otra cosa). El hecho de ver que el cristianismo ha adquirido expresiones diversas según los contextos culturales y los tiempos me ayuda mucho a relativizar las formas de mi viejo catolicismo hispánico, a la vez que me permite poner el acento en lo sustancial. Ser menos no es una tragedia si se aprovecha esta coyuntura para volver a las raíces y descubrir la novedad y la alegría que supone creer en Jesús como fruto de un encuentro personal y no solo como resultado de la tradición familiar o del ambiente cultural. Es una de las primeras lecciones de mi tercera visita a este país asiático. La cosa no ha hecho más que empezar.

2 comentarios:

  1. I will use a bit of it for the Diocesan Paper!

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    1. You have a concrete experience of living in a country where Christians are a minority. Many positive things can emerge if properly taken and read.

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