Son palabras hermosas. No
han salido de mi pluma, sino de los labios del papa Francisco durante la
catequesis de ayer en la plaza de san Pedro de Roma. No me resisto a transcribir
varios párrafos porque me parecen una respuesta providencial a lo que estamos
viviendo en estas semanas. El primero es una invitación a no cejar en el empeño de trabajar por un mundo mejor: “No pienses jamás que la lucha que conduces aquí abajo sea del todo
inútil. Al final de la existencia no nos espera el naufragio: en nosotros
palpita una semilla de absoluto. Dios no desilusiona: si ha puesto una
esperanza en nuestros corazones, no la quiere truncar con continuas
frustraciones. Todo nace para florecer en una eterna primavera. También Dios
nos ha hecho para florecer. Recuerdo ese dialogo, cuando el roble pidió a la
almendra: Háblame de Dios. Y la
almendra floreció”. Mientras el Papa catequiza en estos términos poéticos y providenciales,
Internet arde con noticias que hablan del terremoto
de México, de los desastres provocados por el huracán
María en el Caribe y, por supuesto -al menos en España- de la grave crisis institucional en Cataluña. ¿Qué lugar queda para la
esperanza si todo el espacio parece estar ocupado por los desastres, las
tensiones y los conflictos? Aunque este año en el hemisferio norte comenzaremos el otoño el 22 de septiembre a las 22 horas y 2 minutos (hora de Europa central), parece que ya han empezado a caerse las hojas del optimismo. Tenemos más preocupaciones de las que podemos digerir. ¡Menos mal que san Mateo, cuya fiesta celebramos hoy, nos echa una mano!
En momentos como estos es
necesario mirar al horizonte. Si uno se concentra solo en lo que tiene delante
de los ojos, corre el riesgo de perderse, de dar importancia a lo que no la
tiene, de tomar el rumbo equivocado. Solo quien levanta la mirada y otea el
horizonte puede mantener viva la esperanza, a pesar de todos los indicadores
contrarios. Al verdadero creyente se lo conoce en los momentos de prueba,
cuando las cosas parecen ponerse cuesta arriba, cuando no puede poner su
confianza en que “todo va bien”, sino que necesita encontrar fundamentos más sólidos,
aunque invisibles. El Papa nos da algunos consejos prácticos: “¡Donde quiera
que te encuentres, construye! ¡Si estas por los suelos, levántate! No
permanezcas jamás caído, levántate, déjate ayudar para estar de pie. ¡Si estas
sentado, ponte en camino! ¡Si el aburrimiento te paraliza, échalo con las obras
de bien! Si te sientes vacío o desmoralizado, pide que el Espíritu Santo pueda
nuevamente llenar tu nada”.
Es probable que en estos
momentos de tensión se despierten en nosotros sentimientos de odio o de rechazo
hacia quienes no son “de los nuestros”. Es probable que estos sentimientos se retroalimenten
constantemente con noticias que confirman nuestro punto de vista. Esto es muy
peligroso porque fácilmente podemos saltar del plano del debate ideológico al
plano de las relaciones interpersonales. Cuando esto sucede, la guerra ha
comenzado. No hay peor virus que aquel que mina la confianza en las personas y
las somete a los dictados de las ideologías. Conviene que recordemos lo que el
Papa nos dice: “Ama a las personas. Ámalos uno a uno. Respeta el camino de
todos, recto o atormentado que sea, porque cada uno tiene una historia para
contar. También cada uno de nosotros tiene su propia historia por narrar. Todo
niño que nace es la promesa de una vida que todavía una vez más se demuestra
más fuerte que la muerte. Todo amor que surge es una potencia de transformación
que anhela la felicidad”.
Como no estamos exentos
de sucumbir al miedo ante lo que se nos avecina, el Papa nos exhorta: “Si un
día te toma el miedo, o tú pensaras que el mal es demasiado grande para ser
derrotado, piensa simplemente que Jesús vive en ti. Y es Él que, a través de
ti, con su humildad quiere someter a todos los enemigos del hombre: el pecado,
el odio, el crimen, la violencia, todos nuestros enemigos. Ten siempre el
coraje de la verdad, pero recuérdate: no eres superior a nadie. Recuérdate de
esto, no eres superior a nadie. Si tú fueras el último en creer en la verdad,
no rechaces por esto la compañía de los hombres. Incluso si tú vivieras en el
silencio de una ermita, lleva en el corazón los sufrimientos de toda criatura.
Eres cristiano; y en la oración todo devuelves a Dios”.
Es casi seguro que en el
camino vamos a cometer errores. No se hunde el mundo: “Si te equivocas, levántate:
nada es más humano que cometer errores. Y esos mismos errores no deben de
convertirse para ti en una prisión. No te quedes enjaulado en los propios
errores. El Hijo de Dios ha venido no por los sanos, sino por los enfermos: por
lo tanto, ha venido también por ti. Y si te equivocas incluso en el futuro, no
temas, ¡levántate! ¿Sabes por qué? Porque Dios es tu amigo. ¡Dios es tu amigo!”.
Hacía mucho tiempo que no leía una catequesis del Papa tan inspirada. Se ve que
estábamos necesitando un mensaje de este tipo para no sucumbir ante la que está
cayendo.
Gracias padre Gonzalo por compartir.
ResponderEliminarBendiciones