Escribo desde la
celda número 3 de la abadía de San Felice en Giano dell’Umbria, a unos 130 kilómetros al norte de Roma. El
pequeño monasterio está rodeado de olivos, pinos, enebros, robles y encinas. Se
yergue sobre una colina, a poco más de 500 metros sobre el nivel del mar. La
temperatura es suave. El silencio envuelve todo el recinto como si fuera un
manto protector. Viniendo de la ruidosa Roma, es quizá lo que más me llama la
atención. Me corrijo. Lo que más me impresiona es que este lugar sea testigo de
la evolución de la vida consagrada a lo largo de la historia. Aquí se conserva
el cuerpo del mártir San Félix, martirizado en el siglo III. Por aquí han
desfilado benedictinos, agustinos, pasionistas… Aquí se fundó la Congregación de Misioneros de la
Preciosísima Sangre que,
tras los años de la confiscación, volvió a este lugar en 1937. Y –lo que me
resulta más sorprendente– aquí estuvimos los claretianos desde la
primavera de 1897 hasta la primavera del año siguiente. No resistieron más
porque –como reconocía el P. Xifré, el superior general de entonces– “no
hay medios de subsistencia ni posibilidades de ganar almas para Dios”.
Desde el primer
momento he sentido que el lugar tiene el peso de la historia. Como les
gusta decir a algunos, transmite buenas “vibraciones”. No es que yo sea muy
partidario de este tipo de cosas, pero reconozco que hay lugares que por su
ubicación, su clima, su historia, su significado simbólico y su carga
espiritual transmiten al visitante sensaciones que no se perciben en lugares
más anodinos. La abadía de San Felice pertenece a este grupo. Ninguna
obra moderna, por hermosa que sea, puede competir con lugares así. La historia
no se improvisa en unos pocos años. Ya sé que son cosas incomparables, pero no
puedo poner a la misma altura la última tienda de Zara y este
monasterio multisecular. En fin, ayer me extendí mucho en una reflexión sobre
la misericordia. Hoy os dejo con un post breve escrito al calor de este lugar
entrañable que luce en todo su esplendor en estas primeras semanas del otoño
umbro.
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