Hoy celebramos la
fiesta de santa María Magdalena, uno de los personajes más atractivos del Nuevo
Testamento. La liturgia romana, siguiendo la tradición de los Padres Latinos
(incluyendo a Gregorio Magno), presenta tres pasajes del Evangelio (Lc 8,37-50: la pecadora que unge los
pies de Jesús; Lc 8,2-3: la mujer,
curada por Jesús, que forma parte del grupo de seguidores; Lc 10,38-42: María, la hermana de Marta y Lázaro) como referidos a
la misma mujer: María Magdalena. La liturgia griega, siguiendo a los Padres Griegos,
sin embargo, las reconoce como tres mujeres distintas. La historiografía actual apoya la línea
de los Padres Griegos. Se trata de tres mujeres diferentes.
En las últimas
décadas la figura de María Magdalena ha sido objeto de explotación literaria.
Algunos aprovechados, sin el más mínimo fundamento histórico, la han presentado
como amante de Jesús. El famoso musical Jesus
Christ Superstar insinuaba también una relación de este tipo. Se ha llegado
a elaborar un documental sobre Los secretos de María
Magdalena. Últimamente, el jesuita gaditano Pedro Miguel
Lamet, inspirado quizá en una de las canciones de Jesus Christ Superstar, ha escrito una novela titulada No
sé cómo amarte: Cartas de María Magdalena a Jesús de Nazaret. No he
tenido el gusto de leerla, pero –como se indica en su presentación– “esta
novela de Lamet recrea la vida de María Magdalena en 23 cartas escritas por
ella misma a Jesús y una más a María, su madre, que introduce dicha
correspondencia. La obra literaria, desarrollada en cada uno de estos papiros
autobiográficos, se inspira en los evangelios, en datos históricos y
geográficos de la época, guardando un equilibrio entre la ficción literaria y
las referencias históricas”.
Lo que realmente
interesa es valorar el papel relevante
que María Magdalena tuvo en la primitiva comunidad cristiana, más allá
de las falsedades históricas, las creencias populares y las recientes explotaciones
comerciales. María Magdalena siempre
aparece en la lista de mujeres que nos presentan los cuatro evangelios. Hay
cuatro datos históricos que parecen incuestionables: Jesús la curó de una
enfermedad psíquica grave (cf. Lc 8,2), acompañó al Maestro en sus andanzas
sirviéndole con sus bienes (cf. Lc 8,3); aparece en la escena de la cruz (cf.
Mt 27,55; Mc 15,40; Jn 19,25) y, sobre todo, es testigo de la Resurrección del
Señor (cf. Jn 20, 1ss). Es muy poco para satisfacer nuestro deseo de conocer
mejor a la mujer de Magdala, pero más que suficiente para trazar una silueta
de la discípula del Señor. En realidad, la vida de María Magdalena es un curso acelerado sobre cómo llegar a ser misionero.
María de Magdala sigue a Jesús porque ha experimentado en carne
propia su poder sanador. Lo sigue de
cerca; es decir, caminando con él y compartiendo sus bienes. Lo sigue hasta el final: siendo testigo de su
muerte y de su resurrección. Lo anuncia con entusiasmo después de su resurrección. ¿Es necesario añadir mucho más para comprender por
qué María Magdalena es un espejo en el que podemos mirarnos?
Os dejo con la
interpretación que Ángela Carrasco hace del famoso tema “Yo no sé cómo amarle”.
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