Las lecturas de
este XVI Domingo del Tiempo Ordinario me han hecho recordar la memorable
película de Stanley Kramer Guess Who's
Coming to Dinner ("Adivina quién viene esta noche") estrenada en 1967. Las interpretaciones de Spencer Tracy, Katharine
Hepburn, Sidney Poitier y Katharine Houghton son magistrales.
Quizá no todos habéis visto la película. El argumento resultó muy controvertido
en la década de los años 60 en los Estados Unidos. La película cuenta la historia de Joanna
Drayton (Katharine Houghton), hija de
Christina (Katharine Hepburn) y Matt
Drayton (Spencer Tracy), un matrimonio
acomodado de San Francisco. Un día llega a casa acompañada por un médico
afroamericano llamado John Prentice (Sidney
Poitier). La sorpresa de los padres –que no esperaban algo semejante– es mayúscula.
Joanna se lo presenta y, sin muchas explicaciones, les comunica que van a
contraer matrimonio. Aunque los padres son liberales y no tienen prejuicios
raciales, creen que un matrimonio como éste fracasará inexorablemente debido a
la presión social.
Dios es también
el huésped que se presenta en nuestra casa cuando menos lo pensamos y del modo
más sorprendente. Esta es la historia que sucede junto a la encina de Mambré y que nos propone la primera lectura de hoy. Me gusta contemplar así a Dios y a Jesús: como peregrinos (en cierto sentido,
autoinvitados) que entran en nuestras vidas pidiendo hospitalidad. No son
invasores sino huéspedes indefensos que dan más de lo que reciben. Su presencia en nosotros resulta siempre
transformadora: vuelve fecundo lo estéril y da un giro completo a la
orientación de la existencia. El encuentro de Jesús con Marta y María es también un ejemplo de hospitalidad transformadora. La tradición de la Iglesia ha convertido a ambas hermanas en iconos de dos
maneras complementarias de entender la vida. No voy a entrar en esto para no seguir perpetuando el binomio "vida activa-vida contemplativa" que tantos problemas nos causa cuando lo malinterpretamos. Me fijo solo en un
detalle que la traducción francesa del relato -escuchada esta mañana en la misa- permite subrayar y que ha constituido para mí una pequeña novedad. Jesús no
reprocha a Marta que trabaje (agit)
sino que se inquiete demasiado (agite).
Este juego de palabras da mucho de sí. El servicio no se opone a la escucha de
la Palabra de Dios; más aún, es un modo de ponerla en práctica: “Bienaventurados los que escuchan la palabra
de Dios y la ponen en práctica”.
El problema es esa inquietud/agitación que
a menudo nos acompaña y que impide tanto escuchar como servir. El invitado Jesús, cuando entra en nuestra
vida, nos invita a su vez a no estar
inquietos y obsesionados: “No os preocupéis
por lo que habéis de comer o beber”. María de Betania ha escogido la mejor
parte porque ha aprendido a confiar, a no creer que todo depende de ella. En el
mundo hipertenso que nos ha tocado vivir necesitamos una espiritualidad de la
confianza. Si no, acabaremos por no reconocer al Invitado que viene a cenar con
nosotros, aunque llevemos todo el día preparando la mesa.
Fernando Armellini nos ayuda a desentrañar otros aspectos del Evangelio de este domingo de julio.
Os puede gustar también esta antigua recreación musical del encuentro de Abrahán con los tres misteriosos peregrinos:
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