domingo, 17 de julio de 2016

Adivina quién viene esta noche

Las lecturas de este XVI Domingo del Tiempo Ordinario me han hecho recordar la memorable película de Stanley Kramer Guess Who's Coming to Dinner ("Adivina quién viene esta noche") estrenada en 1967. Las interpretaciones de Spencer Tracy, Katharine Hepburn, Sidney Poitier y Katharine Houghton son magistrales. Quizá no todos habéis visto la película. El argumento resultó muy controvertido en la década de los años 60 en los Estados Unidos.  La película cuenta la historia de Joanna Drayton (Katharine Houghton), hija de Christina (Katharine Hepburn) y Matt Drayton (Spencer Tracy), un matrimonio acomodado de San Francisco. Un día llega a casa acompañada por un médico afroamericano llamado John Prentice (Sidney Poitier). La sorpresa de los padres –que no esperaban algo semejante– es mayúscula. Joanna se lo presenta y, sin muchas explicaciones, les comunica que van a contraer matrimonio. Aunque los padres son liberales y no tienen prejuicios raciales, creen que un matrimonio como éste fracasará inexorablemente debido a la presión social.

Dios es también el huésped  que se presenta en nuestra casa cuando menos lo pensamos y del modo más sorprendente. Esta es la historia que sucede junto a la encina de Mambré y que nos propone la primera lectura de hoy. Me gusta contemplar así a Dios y a Jesús: como peregrinos (en cierto sentido, autoinvitados) que entran en nuestras vidas pidiendo hospitalidad. No son invasores sino huéspedes indefensos que dan más de lo que reciben. Su presencia en nosotros resulta siempre transformadora: vuelve fecundo lo estéril y da un giro completo a la orientación de la existencia. El encuentro de Jesús con Marta y María es también un ejemplo de hospitalidad transformadora. La tradición de la Iglesia ha convertido a ambas hermanas en iconos de dos maneras complementarias de entender la vida. No voy a entrar en esto para no seguir perpetuando el binomio "vida activa-vida contemplativa" que tantos problemas nos causa cuando lo malinterpretamos. Me fijo solo en un detalle que la traducción francesa del relato -escuchada esta mañana en la misa- permite subrayar y que ha constituido para mí una pequeña novedad. Jesús no reprocha a Marta que trabaje (agit) sino que se inquiete demasiado (agite). Este juego de palabras da mucho de sí. El servicio no se opone a la escucha de la Palabra de Dios; más aún, es un modo de ponerla en práctica: “Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. 

El problema es esa inquietud/agitación que a menudo nos acompaña y que impide tanto escuchar como servir. El invitado Jesús, cuando entra en nuestra vida, nos invita a su vez a no estar inquietos y obsesionados: “No os preocupéis por lo que habéis de comer o beber”. María de Betania ha escogido la mejor parte porque ha aprendido a confiar, a no creer que todo depende de ella. En el mundo hipertenso que nos ha tocado vivir necesitamos una espiritualidad de la confianza. Si no, acabaremos por no reconocer al Invitado que viene a cenar con nosotros, aunque llevemos todo el día preparando la mesa.

Fernando Armellini nos ayuda a desentrañar otros aspectos del Evangelio de este domingo de julio.


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