lunes, 15 de abril de 2024

Danos la paz


Estoy en el Centro de Encuentros que los claretianos de Polonia tienen en una pequeña aldea llamada Krzydlina Mała, a poco más de una hora de Breslavia. Es un lugar tranquilo, rabiosamente verde y muy acogedor. Esta tarde empezamos el curso que voy a dirigir a un grupo de 32 misioneros. Mientras nosotros disfrutamos de paz (un eco de la paz que ayer deseaba el Resucitado a sus discípulos), en el mundo soplan vientos de guerra. Los ataques de Irán a Israel no presagian nada bueno. Conociendo la estrategia israelí, la respuesta no será inmediata, pero sí contundente. 

El volcán de Oriente medio no debe hacernos olvidar la guerra en Ucrania. Aquí en Polonia se vive con mucha preocupación, no solo por los miles de refugiados ucranianos que han encontrado asilo en este país, sino porque los polacos temen, que, tarde o temprano, Rusia siga su avance hacia el flanco occidental. De hecho, según me decía ayer un obispo auxiliar de Breslavia, hay bastantes habitantes de Varsovia que están comprando propiedades en esta zona suroriental del país porque, en caso de invasión rusa, les parece más segura que la capital.


El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, el español Josep Borrell, considera que “estamos al borde del precipicio”. Cada vez son más las voces que hablan de un peligroso camino “hacia la tercera (y última) guerra mundial”. En España y Latinoamérica no se vive mucho esta preocupación, pero en la Europa central y oriental es el pan nuestro de cada día. 

Ayer mismo, un profesor universitario ya jubilado, me decía que Putin busca obsesivamente recuperar la grandeza de la Rusia imperial, que quiere pasar a la historia como el líder que ha levantado a la Gran Rusia de la humillación sufrida tras la caída del comunismo, y que no va a cejar en su empeño. No busca tanto ganar territoritos o dinero, sino prestigio y admiración. Quizás es un punto de vista demasiado polaco, pero no conviene desoír estas voces. Los eslavos tienen más claves históricas y culturales para entender lo que está pasando en la zona.


En este contexto bélico resuena con más fuerza el saludo del Resucitado al mundo: ¡Shalom! Los cristianos no podemos permanecer indiferentes, esperando a ver qué pasa. Necesitamos ser testigos y artesanos de paz antes de que sea demasiado tarde. Por desgracia, también nosotros estamos enmarañados en una violencia ideológica y verbal que nos resta credibilidad y fuerza. Frente al rearme de nuestros países, tendríamos que levantar una voz profética. Es legítima la justa defensa, pero antes hay que hacer lo imposible por evitar cualquier conflagración. 

Una guerra en pleno siglo XXI es un fenómeno de consecuencias imprevisibles y siempre devastadoras. No ganaremos nada con una temida tercera guerra mundial y perderemos mucho, quizás casi todo. Desde este lugar, que ha sido escenario de muchas batallas a lo largo de la historia, siento un fuerte impulso a orar por la paz, a pedirle a Cristo que nos ayude a no caer en la tentación de la guerra: “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz”.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo contigo cuando escribes: “Necesitamos ser testigos y artesanos de paz antes de que sea demasiado tarde.”… Sí, necesitamos crear ambientes donde predomine la paz…
    Gonzalo, me uno a tu impulso de orar por la paz… Gracias porque a través de tus comentarios nos ayudas a hacernos conscientes de la necesidad de que vayamos trabajando por la paz en nuestros entornos.

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