Ha amanecido un soleado y frío domingo de primavera. La calle Princesa está cortada parcialmente a causa del Maratón de Madrid. Ayer también lo estuvo la calle Ferraz, en las inmediaciones de la sede del PSOE, por la manifestación de los militantes socialistas en apoyo al presidente Pedro Sánchez. Desde la ventana de mi habitación -vivo a cuatro pasos de la sede socialista- escuchaba la banda sonora que acompañaba la muestra de adhesión inquebrantable al líder. Se oían temas setenteros como Libertad sin ira, Libre o el Himno a la alegría, aunque también sonó el Quédate de Quevedo. Y, por supuesto, una entusiasta versión de La Internacional. Yo bajé a la calle para ver el ambiente y tomar algunas de las fotos que acompañan la entrada de hoy. No había muchos jóvenes. La mayoría (unos 12.500, según cifras oficiales) eran militantes o simpatizantes entraditos en años procedentes de todas las regiones de España.
No sabemos cómo terminará este melodrama y qué significado real tiene en la cainita coyuntura política que vivimos. En principio, lo sabremos mañana. Las largas jornadas de “meditación” se han inflado de especulaciones de todos los colores. Muchos analistas consideran que es una maniobra más de las que suele usar el presidente para reforzar su liderazgo y tomar algunas medidas de control. Una amiga mía, del ámbito de la izquierda, me asegura, sin embargo, que el presidente va a dimitir, que hay asuntos graves que justifican su decisión. No lo tengo tan claro.
Mientras suceden estas cosas, que se enmarcan también en un agitado tablero internacional, la liturgia sigue su curso. Hemos llegado al V Domingo de Pascua. Si el pasado domingo el evangelio pivotaba alrededor de la imagen del buen pastor (tan familiar al pueblo de Israel), en este lo hace en torno a la alegoría de la vid (igualmente querida por los israelitas). El mismo Jesús se encarga de explicar el significado de los elementos principales: Él es la vid, el Padre es el labrador y nosotros somos los sarmientos injertados en él. Hay otros elementos que tienen también su importancia, como la poda o la quema de los sarmientos secos.
¿Cómo podríamos entender esta alegoría hoy? Me fijo solo en dos aspectos:
- Frente a quienes entienden el seguimiento de Jesús como atracción por su personalidad íntegra o por sus valores morales, la alegoría pone el acento en la unión íntima (no solo moral) entre Jesús y sus seguidores. Los creyentes no somos solo followers de un influencer extraordinario, sino sarmientos injertados en él. De él recibimos la savia vital que nos permite producir frutos. Sin la unión profunda con él nos volvemos estériles: “Sin mí no podéis hacer nada”.
- El seguimiento de Jesús no consiste en “hacer” cosas buenas, crear “productos” que hacen más fácil la vida humana, sino en dar “frutos” para gloria de Dios y salvación integral de las personas. El “fruto” por excelencia es el amor. Como a menudo se ve obstaculizado por algunos brotes egocéntricos, necesitamos que el Padre nos pode para que el amor crezca auténtico, fuerte y eficaz.
Permanecer en este amor no es fácil. La vida cotidiana está llena de tensiones que nos empujan a buscar nuestros intereses. La primera lectura de hoy nos muestra a un grupo de cristianos de Jerusalén que no querían a Pablo. Lo consideraban poco fiable dado su pasado de perseguidor. Hoy sucede algo parecido en la Iglesia. No creo que podamos describir la situación actual usando las palabras del sumario que Lucas usa en los Hechos de los Apóstoles: “La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo” (Hch 9,30-31).
Este es el ideal, pero en los últimos tiempos han aumentado las dificultades para aceptar al que no piensa como nosotros, las descalificaciones personales y hasta las acusaciones y anatemas. Como he escrito en numerosas ocasiones, la figura del papa Francisco se ha convertido en diana de muchas flechas envenenadas. Lo peor de todo es que esta implacable persecución de quien no comparta un determinado punto de vista se hace en nombre de la ortodoxia, la Iglesia auténtica (frente a la actual, que estaría corrompida) y el Espíritu Santo. En fin, puro delirio que nos separa de la vid, rompe la comunión y pone en entredicho la credibilidad de la Iglesia. Creo que no va por aquí el mensaje de Jesús.
Me quedo con el titular de hoy: “Con Él lo podemos todo”.
ResponderEliminarSe están mezclando muchos temas en nuestra sociedad, los generales y los particulares que más que ayudarnos a vislumbrar un camino más o menos seguro, estamos confundidos, añadida la dificultad que tenemos para aceptar al que no piensa como nosotros.
Tan difícil nos resulta vivir “injertados en la vid” como el dejarnos “podar”… Estoy convencida de que, sólo con la oración, encontraremos la fuerza para mantenernos unidos a “la vid”.