Si el miércoles fue el día dedicado a navegar por el “mar” de Vinuesa, hoy sábado ha sido el día de subida al pico Urbión (2.228 metros), el Sinaí de la comarca de Pinares. Nos hemos puesto en marcha a las 7 de la mañana, poco después del amanecer. Los aguerridos montañeros, cargados con nuestras mochilas livianas, éramos cuatro (o cinco): mi hermano Juan Carlos, mis sobrinos Lucía (13 años) e Iker (8 años) y Pancho (su perro bodeguero). De los cinco, el más intrépido ha sido, sin duda, el perro. Hemos subido en coche hasta Duruelo de la Sierra. Allí nos hemos encontrado con un amigo de mi hermano. Juntos hemos continuado en coche por un camino forestal hasta el comienzo de la senda que asciende hasta el pico por el flanco norte.
Durante hora y media hemos ido zigzagueando por paisajes impresionantes. Al final, cercanos a la cima, el sendero se vuelve empinado y hasta peligroso. Hay que abrirse camino entre rocas y evitar los precipicios. En la cima del pico hay una pequeña cruz de hierro. Desde ella se divisa en una panorámica de 360 grados un paisaje sobrecogedor. Como el día era claro, hemos podido contemplar las montañas circundantes acariciados por una brisa fresca que atemperaba la fuerza del sol.
Hemos estado pocos minutos en la cumbre. Enseguida hemos comenzado el descenso por un camino diferente, el que conduce al nacimiento del río Duero. Este río ibérico tiene 867 kilómetros de largo. Nace en el término municipal de Duruelo de la Sierra y desemboca en la bella ciudad portuguesa de Oporto. En su comienzo es apenas un regatillo transparente y fresco. En su final es un río anchuroso y bien abastecido. Unos pocos metros más abajo hemos hecho un alto para almorzar. Necesitábamos reponer fuerzas después de una considerable caminata, con ascensos y descensos muy notables.
Protegidos del sol por una gran roca y contemplados por algunas cabras que saltaban de risco en risco, hemos dado cuenta de las viandas que llevábamos en nuestras mochilas: jamón, chorizo, salchichón, queso, avellanas, nueces y fruta fresca, Y, por supuesto, mucha agua para compensar la que habíamos perdido sudando. Durante el descanso hasta el lugar donde teníamos aparcado el coche he notado que las rodillas acusaban el esfuerzo. Serpeando entre recios pinos, hemos alcanzado nuestro objetivo. Un buen café en Duruelo ha puesto punto final a la aventura sabatina. A mediodía, cuando el sol calienta fuerte, estábamos ya de regreso en casa.
Hacía varios años que no subía a nuestro particular Sinaí. De joven ataqué varias veces el pico desde diferentes flancos, normalmente desde la Laguna Negra, pero también por el camino que nace en Covaleda. Incluso he llegado a acampar en los alrededores cuando todavía no estaba prohibido. Pasados los años, noto que no subo con tanta alegría como entonces, pero he disfrutado de la experiencia. Todo el esfuerzo se da por bien empleado ante el placer de contemplar un paisaje único y de respirar el aire de la sierra.
Es muy difícil no ser un hombre espiritual cuando se asciende una montaña. Juan de la Cruz diseñó su itinerario espiritual como la Subida al Monte Carmelo. La autobiografía de Thomas Merton lleva por título La montaña de los siete círculos. La Biblia está llena de “teofanías” ligadas a diversos montes. Puede que un montañero no sea creyente en Dios, pero es difícil que no sea una persona espiritual. De vez en cuando, subir del valle a la cumbre nos ayuda a levantar el vuelo, a no estar atrapados por los problemas que nos agobian.
Gracias por compartir las vivencias de los maravillosos paisajes de los que disfrutas ya sea en el monte ya sea en la llanura…
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo..una experiencia maravillosa que yo ya no me puedo permitir. Disfruta mucho y vívelo que tiene mucho que decir lo del ascenso a la montaña 🏔️🏔️
ResponderEliminarEn medio de tus vivencias siempre tienes lugar para animarnos a conocer obras que uno solo tiene de nombre. Gracias .
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