miércoles, 10 de mayo de 2023

Ocupados, no estresados


Un amigo mío mexicano suele repetir con frecuencia: “No me da la vida”. Con esa expresión quiere decir que las 24 horas del día no le bastan para atender con tranquilidad a los múltiples compromisos que figuran en su agenda. Le llaman de tantas partes que se siente desbordado. El suyo no es un caso único. Muchos de nosotros tenemos también innumerables frentes abiertos. No es fácil cuidar las múltiples responsabilidades familiares, comunitarias, laborales, domésticas, recreativas, etc. ¿Cómo hacerlo sin caer en el estrés? Creo que este es uno de los desafíos que tenemos en esta agitada vida moderna. 

Normalmente el estrés no se produce por el volumen de actividades, sino, sobre todo, por la falta de sentido/motivación y por el desequilibrio entre ellas. Personalmente, me preocupa más la ociosidad (la “madre de todos los vicios”, como reza el adagio clásico) que el estrés. Quien está ocioso se expone a toda clase de adicciones y -lo que es peor- suele disponer de poca energía para afrontarlas. Quien está desbordado puede aprender a canalizar y jerarquizar sus tareas si cae en la cuenta de los riesgos que corre y, sobre todo, si purifica y refresca las verdaderas motivaciones.


Para no ser víctimas del estrés es bueno que nos preguntarnos cada día por qué hacemos lo que hacemos: ¿por sentido del deber?, ¿por búsqueda de reconocimiento?, ¿por narcisismo?, ¿por necesidad de rellenar un vacío existencial? Cuando nuestra motivación principal es el amor, entonces todo lo que hacemos (desde los detalles más nimios hasta las grandes obras) adquieren sentido y significado. Podemos cansarnos, pero no desgastarnos. Cuando amamos nos retroalimentamos expresando ese amor a través de obras diversas. 

Necesitamos periodos de reposo, pero no nos quemamos porque sabemos bien por qué y para quién actuamos. Eso explica que muchas personas “trabajadoras” lleguen a la ancianidad físicamente cansadas, pero con el corazón alegre y agradecido. Quienes, por el contrario, no saben bien por qué trabajan, no tienen motivos para levantarse cada mañana. Cada acción, por pequeña que sea, les resulta pesada. En vez de recargar las pilas, se desgastan. Llegan a la ancianidad quemados y resentidos.


Es bueno que hagamos nuestra la plegaria del salmista: “En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti. / Indícame el camino que he de seguir, / pues levanto mi alma a ti” (Sal 142,8). Cuando cada mañana le pedimos al Señor que nos conceda su gracia para vivir la jornada y también que nos indique el camino que hemos de seguir, todo adquiere sentido, incluso aquellas situaciones que a primera vista parecen negativas o dolorosas. 

Lo que de verdad nos estresa no es la cantidad de trabajo sino, sobre todo, la falta de sentido y, por consiguiente, de motivación. La persona que sabe por qué vive siempre está ocupada, pero no estresada. La ocupación no se reduce solo al trabajo. También la oración y el descanso son “ocupaciones” que nos previenen tanto del estrés como de la ociosidad.


1 comentario:

  1. Sí, es una realidad que tenemos muchos frentes abiertos y es necesario y urgente que sepamos gestionar el estrés para no caer en enfermedades físicas y/o psicológicas.
    Es necesario que tengamos en cuenta, como dices, que: “Quien está desbordado puede aprender a canalizar y jerarquizar sus tareas.”
    Y también cuando nos especificas que: “La persona que sabe por qué vive siempre está ocupada, pero no estresada. La ocupación no se reduce solo al trabajo. También la oración y el descanso son “ocupaciones” que nos previenen tanto del estrés como de la ociosidad.
    Gracias Gonzalo por esta reflexión que nos compartes sobre el estrés… y recordarnos que para no caer en ello es bueno “Que nuestra motivación principal sea el amor.”

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