He meditado muchas veces sobre el diálogo entre Jesús y la samaritana que nos propone el evangelio de este III Domingo de Cuaresma. Nunca salgo de mi asombro. ¿Cómo es posible concentrar tantos mensajes de vida en menos de 40 versículos? Aunque nos puede suceder algo parecido con las buenas obras de literatura (o sea, que encontremos nuevos y más profundos significados cada vez que las releemos), el caso de la Biblia es único. No se trata solo de encontrar tesoros escondidos, interpretaciones sorprendentes, sino de experimentar que Dios mismo nos habla con acentos nuevos cada vez que nos acercamos con corazón humilde a su Palabra.
Es verdad que me siento reflejado en la mujer samaritana, pero hay algo más. En ella veo personificada nuestra cultura actual. También a nosotros, hombres y mujeres de una Europa secularizada, generación casada con cinco maridos (que es como decir con cinco ídolos), Jesús nos dice: “Dame de beber”. A pesar de que nos hayamos vuelto muy escépticos, de que nos cueste mirar al futuro con esperanza, Jesús nos pide que saciemos su sed. Sigue contando con nosotros. No da la batalla por perdida. Ante el escepticismo de la mujer samaritana (o sea, el nuestro), Jesús pronuncia una frase que esta vez me resulta muy reveladora: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva”.
¿Qué pasaría si “conocieran el don de Dios” quienes dicen que no necesitan a Dios para llevar una vida honrada y feliz? ¿Qué pasaría si “conocieran el don de Dios” los adolescentes y jóvenes que están pensando en suicidarse porque creen que todas las puertas del futuro están cerradas? ¿Qué pasaría si “conocieran el don de Dios” quienes se han cansado hace tiempo de una religión rutinaria y alejada de las preocupaciones de la gente corriente? Jesús mismo nos da la respuesta. Si “conociéramos el don de Dios”, entonces seríamos nosotros los que le pediríamos a él que saciara nuestra sed, que diera un sentido a nuestras vidas, que nos ayudara a vivir este tiempo con menos zozobra y más serenidad, que revelara en nosotros el rostro escondido de Dios.
Probablemente durante un tiempo seguiríamos siento adictos a nuestros cinco famosos maridos/ídolos (tal vez el ego, el sexo, el dinero, el poder y la envidia), pero estaríamos más atentos a la advertencia de Jesús: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. Los ídolos producen una felicidad efímera. Nos dejan siempre más sedientos. Exigen continuos peajes y sacrificios. Crean ataduras. Por el contrario, quien acepta el agua de Jesús “nunca más tendrá sed”. Más aún, descubrirá que dentro de él hay “un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”.
El relato de Juan termina haciendo de la mujer samaritana, no solo una mujer enamorada de Jesús y reconocedora de su identidad (profeta mesías, salvador), sino una evangelizadora de sus propios paisanos. Lo mismo puede suceder con nosotros. No hay mejor evangelizador que quien ha experimentado en carne propia que Jesús es el único que puede saciar la sed del corazón humano. Estoy convencido de que el futuro de la fe en Europa dependerá de las personas que “han experimentado algo”, que se han encontrado con Jesús en el camino de la vida y se han dejado seducir por él. No importa si tienen o han tenido “cinco maridos” (es decir, si han vivido una buena parte de su vida atados a los ídolos contemporáneos). Lo que cuenta es que se fíen de Jesús, que crean en él y que no tengan miedo de compartir su experiencia con sus familiares, amigos y conocidos.
Desde el pasado 28 de febrero estoy en Camerún. A pesar de las temperaturas tropicales y de un plan de trabajo extenuante, disfruto con mis hermanos africanos. Sus diálogos son chispeantes y agudos y, sobre todo, su forma de celebrar la liturgia me parece energizante. Ayer, por ejemplo, cantaron el Psaume de la création con tal fuerza que me sentí como transportado. Mi Cuaresma de este año está siendo muy enriquecedora. Espero que la vuestra también.
Hoy, me resuena el “dame de beber” y me lleva a observar en cuantas peticiones de este tipo nos llegan y no les hacemos caso o no las comprendemos, o no nos interesan por el compromiso a que nos llevan… Me pregunto: ¿nos… me dejo interpelar por las palabras de Jesús?: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva”
ResponderEliminar¿Me atrevo a pedirle “que revele en mí el rostro escondido de Dios?
Desde Camerún nos estás ayudando a vivir la Cuaresma con una visión diferente, universal y sí, también enriquecedora.
Gracias Gonzalo por compartir el Psaume de la création.