miércoles, 29 de marzo de 2023

Simplemente sublime


Ayer, un poco antes de las 19, 30, la gente se agolpaba a las puertas del Auditorio Nacional de Música en Madrid. Hacía una preciosa tarde de primavera. En los alrededores había varios vehículos de la policía. Enseguida se rumoreó que estaba a punto de llegar la reina madre Sofía. Un coche negro se estacionó delante de la puerta principal. De él descendió la reina acompañada por su hermana Irene. Los más cercanos prorrumpieron en aplausos. Yo me encontraba ya en el hall de entrada en compañía de un matrimonio amigo que me había invitado a la función. Enseguida entramos en la sala sinfónica con capacidad para 2.324 espectadores. Hacía más de 20 años que no volvía a este auditorio, inaugurado en 1988. Me impresionaron las cuatro enormes lámparas que penden sobre el escenario y el órgano de tubos situado al fondo. 

Pasados unos pocos minutos de la hora programada, comenzó la ejecución de una de las obras cumbre de la música sacra, la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach, a cargo de del coro Vox Luminis y de la Orquesta Barroca de Friburgo, dirigidos por Lionel Meunier. Con ellos colaboraron los Pequeños Cantores de la JORCAM. Con una pequeña pausa entre la primera y la segunda parte, la obra duró casi tres horas. Salimos del auditorio alrededor de las 11 de la noche, con tiempo suficiente para cenar algo en un restaurante cercano mientras comentábamos nuestras impresiones. 


Es imposible describir lo que uno siente cuando escucha los capítulos 26 y 27 del evangelio de San Mateo cantados por solistas y coros. Hablo en plural porque, en realidad, había dos coros, situados a la izquierda y a la derecha de la orquesta de cámara. [La foto que ilustra esta entrada no se corresponde con la representación de ayer]. Sobre algunas pantallas colocadas estratégicamente en diversos lugares de la inmensa sala se iban proyectando los textos traducidos al español. Junto al relato evangélico se incluyen en la partitura de Bach varios himnos luteranos y oraciones diversas que dan profundidad y belleza a la historia de la pasión y muerte de Jesús. No cabe mejor preparación para comenzar la Semana Santa. 

¿Es posible estar casi tres horas escuchando una música sublime sin experimentar cansancio? No solo es posible, sino que uno se siente como transportado a un mundo que tiene que ver con el que vivimos a diario y que, al mismo tiempo, lo trasciende. Los 68 números (29 en la primera parte y 39 en la segunda) fluyeron como un arroyo sereno que, por momentos, cuando los coros cantaban conjuntamente, se volvía impetuoso. Algunos de los corales (como el célebre O Haupt Voll Blut Und Wunden), así como el silencio que sigue a la muerte de Jesús, lograron emocionarme.


A la salida del auditorio pensaba que en el pasado la fe cristiana se hizo cultura. Adoptó la forma de catedrales soberbias (como la de Notre Dame en París, la de Colonia en Alemania, la de Milán en Italia o las de León, Burgos, Toledo o Sevilla en España), pinturas insuperables (como las del Bosco, fra Angelico, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rembrandt, Caravaggio, Velázquez o Murillo), esculturas que hablan (como las de Juan de Mena o Gregorio Fernández) y partituras que son oraciones (sobre todo, las de Palestrina, Tomás Luis de Victoria o Bach). 

¿Tenemos hoy la profundidad espiritual y la capacidad artística suficientes para crear obras de esa altura con la sensibilidad y las formas del siglo XXI? Tengo mis dudas. ¿No es uno de nuestros dramas contemporáneos la dificultad de transformar la fe en cultura? ¿Quiénes son los artistas de hoy que consiguen hacer que el Evangelio hable a los hombres y mujeres de nuestro tiempo con los registros del siglo XXI? ¿Quiénes son los nuevos Bach, Miguel Ángel o Velázquez? Hasta que la fe no se haga cultura, siempre estaremos expuestos a un divorcio interior que nos descoyunta.



1 comentario:

  1. Buena música, con buena compañía y en un buen local adaptado para ello, uno puede emocionarse y más con el tema adecuado para el tiempo que vivimos, preparando la Semana Santa.
    La vibración de una buena música, va transformando nuestra vida, va penetrando en nuestro interior y en tres horas, si estamos receptivos, tiene tiempo para ir modelándonos y dejarnos contagiar de la paz que nos aporta.
    Gracias Gonzalo por hacernos partícipes de esta tu experiencia…

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