En los últimos días dos amigos (uno desde Madrid y otro desde Nueva York) han mostrado su desacuerdo con la carta que el papa Francisco envió al presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana en la que −según algunos medios de comunicación− pedía perdón, en nombre de la Iglesia, por los pecados cometidos durante la colonización española. Ambos amigos me pedían que escribiera algo sobre este asunto en el Rincón. Como se sabe, varios políticos españoles han expresado también su descontento con las palabras de Francisco. El tema ha saltado a la opinión pública.
La verdad es que he estado tan ocupado en los últimos días que no he tenido tiempo para informarme con detalle sobre este asunto. No quiero dejarme llevar por los titulares de prensa −como creo que han hecho algunos políticos− o por las opiniones airadas de algunos blogs católicos. Lo primero que he hecho ha sido buscar y leer la famosa carta del Papa, fechada el 16 de septiembre. Se trata de un texto breve dirigido a monseñor Rogelio Cabrera López, presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, con motivo de la Consumación de la Independencia. No es, pues, una carta dirigida al presidente de la República (el famoso AMLO) o al pueblo mexicano en general, aunque en ella el Papa envía “un cordial saludo a ti y a los demás hermanos obispos, a las autoridades nacionales y a todo el Pueblo de México”.
En la carta el Papa invita a los mexicanos a fortalecer las raíces y a reafirmar los valores que los constituyen como nación. Hablando, en primer lugar, del fortalecimiento de las raíces, el Papa escribe que “es preciso hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país. Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos. Por eso, en diversas ocasiones, tantos mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización”. Este es el párrafo que ha provocado más reacciones. No habla para nada de la colonización española en cuanto tal, sino de la forma como se llevó a cabo la evangelización: heroica en la mayoría de los casos; desafortunada e injusta en otros.
Se
habla de una “relectura del pasado”. Ya sé que detrás de esta expresión algunos
han querido ver al Papa como un alineado con las tesis revisionistas de quienes
quieren reescribir la historia, pero yo lo único que veo es una invitación a
realizar en profundidad algo que todos hacemos de forma permanente con respecto
a nuestra historia personal y colectiva. Releer la historia no significa
alterar los acontecimientos o proyectar en el pasado nuestros puntos de vista
actuales, sino encontrar nuevas claves que nos permitan comprenderla mejor para aprender de ella. El Papa habla luego −como no podía ser de otro modo− de “luces
y sombras”. ¿Hay alguna historia que no las tenga? ¿Significa esto despreciar las grandes aportaciones de la evangelización? No lo creo en absoluto.
¿Significa esto
que el Papa no reconozca la gran contribución de España a la evangelización de México
(de América en general) o que considere la colonización solo desde sus aspectos
negativos, como pretenden hoy algunos grupos e instituciones? Creo que no. Contradiciendo
a mis amigos, no veo motivos fundados para creer que el Papa haya agraviado a
España o haya hecho una lectura sesgada de la historia. Lo que de verdad creo es
que algunos políticos no han leído la carta (se han fiado de los titulares
de prensa) o han hecho una interpretación muy ideológica. En cualquier caso, la
invitación de Francisco a “purificar la memoria” va unida a un esfuerzo por
construir un presente mejor: “No evocamos los dolores del pasado para
quedarnos ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando pasos, vistas a sanar
las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias,
y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando el bien común por encima
de los intereses particulares, las tensiones y los conflictos”.
Esto es lo que se
me ocurre robando tiempo a una agenda muy apretada en estos días previos a mi
partida de Roma. Comprendo que haya otros puntos de vista, pero respondo a
quienes me han pedido que exprese el mío.
Totalmente de acuerdo. Es una pena que tanta gente se deje arrastar por titulares y opiniones que parecen escritas por el propio demonio. ¡¡Qué poco se comenta o se vive de las palabras del Papa que nos invitan a examinar cada día y en cada momento, niestras conductas!!
ResponderEliminarGRACIAS
Muchísimas gracias Gonzalo por toda la información que nos ofreces, con ello, nos ayudas a tomar distancias... ¡Qué difícil es que la opinión pública vaya a una! Me digo que si hay cien personas, por poner un ejemplo y todas juzgan un mismo hecho, cada una lo suele ver desde su punto de vista particular, según sus experiencias.
ResponderEliminarEs curioso como hace reaccionar la frase “pedir perdón”, suele llevar el eco de humillación cuando, desde mi punto de vista es todo el contrario… Pero, tantas personas tantas conciencias… A veces nos fijamos en una sola palabra y nos hace cambiar el sentido de todo.
Gracias Gonzalo por poner “luz” en este tema… Un abrazo.