martes, 27 de julio de 2021

Sin asombro, todo es sombra


La entrada de hoy no es original. Reproduzco un texto que me envió ayer un amigo mío. Me he permitido solo algunos mínimos retoques. Sintonizo con su contenido y, sobre todo, con la expresividad del título: “Sin asombro, todo es sombra”. No es solo un juego de palabras. Salimos de las sombras en las que a menudo vivimos cuando nos abrimos con asombro al misterio de la vida. He aquí las palabras de mi amigo:

“Una de las peores cosas que pueden ocurrir en la vida es sufrir una enfermedad, y no sólo de carácter físico, sino ─a las que menos referencia hacemos─ de carácter mental. En España casi el 20% de la población sufre algún tipo de trastorno mental. Cierto es que en la gran mayoría de las ocasiones no se sabe cómo evitar dichos trastornos que pueden venir derivados de la propia historia personal o de condicionantes educativos y morales cuya complejidad es como la vida misma. Pero existen otras ocasiones, en las que sí que podemos contribuir a higienizar esa salud mental desde una vida sencilla, sin grandes pretensiones, buscando ser la mejor imagen de nosotros mismos.

Cuando Jesús nos dice que quien no se haga como un niño no entrará en el Reino de los Cielos, me parece que está haciendo referencia a la capacidad de asombro, de sorpresa, de dejarse empapar, de estar abierto a aprender, de sentirse pequeño y necesitado de los demás. Por el contrario, no es que un adulto por sistema tenga una capacidad nula de asombro, no le ilusionen las sorpresas de la vida, deje de aprender cada día, o sea un soberbio y autónomo absoluto. No es eso.


Creo que nos habla de esa capacidad de ver la grandeza en las cosas pequeñas: en un amanecer, una puesta de sol, el olor del café recién hecho, la sonrisa de un amigo, un campo de lavanda, el verdor de la montaña, el sonido de la lluvia. Todo aquello con lo que podemos vivir cotidianamente, y sin darnos cuenta, puede ser irrelevante en nuestra vorágine de trabajo y lucha por conquistar los bienes necesarios para vivir.

Si perdemos esa capacidad de asombro, todo se oscurece, y dejamos de ser niños para convertirnos en autómatas de la conciencia; los acontecimientos se suceden sin que tomemos parte en ellos, nos dejamos invadir poco a poco por un desánimo existencial que nos impide disfrutar de lo que hacemos, porque nos vemos abocados a ese avanzar contra el que no podemos luchar.

Es ahí cuando podemos luchar contra muchas de las enfermedades mentales que nos afligen, tomar conciencia de nuestra pequeñez, querer ser niños, desear que el mundo no nos absorba en su dinámica de modas, donde lo bello tiene una fecha de caducidad, al contrario que lo perenne de lo natural. Es en el valor de querer ser diferentes y únicos donde nos jugamos la capacidad del asombro.


¿Nos hemos parado a pensar cuántas veces leyendo un versículo de la Biblia, recitando un salmo, pasando por un lugar concreto, hablando con un amigo, sentimos que vemos algo nuevo, algo distinto, que es capaz de transformarlo todo? ¡Eso es el asombro!

Para asombrarse hay que hacerse pequeño, creer que no todo está visto, que siempre hay algo nuevo, un matiz distinto. La vida no es blanca ni negra, es gris, todo depende del matiz, como dice Mägo de Oz, en Molinos de viento. Sencillamente, a cada momento le basta su afán, simplemente, empapémonos de la vida, de los regalos que Dios nos brinda cada día”.

Cuando las sombras lleguen, que no oscurezcan tu ilusión.
Sal de ti y contempla, la grandeza de la creación.
Si niño ya no eres, achicarte puedes,
pues un elefante puede entrar por el ojo de una aguja
Sin asombro todo es sombra, y sin sombra todo es Luz.



2 comentarios:

  1. Necesitamos personas que sepan acompañar a salir de la sombra, pues una vez se ha caído en ella, cuando ya aparece la enfermedad mental, la persona por sí sola no es capaz de dar el salto, necesita poder agarrarse de la mano de alguien que le ayude a volver a asombrarse en la vida, a descubrir las pequeñas manifestaciones de Dios en ella… Las pequeñas, porque si aparece demasiada luz de golpe, quedamos cegados y tampoco veremos el camino.
    Nos parece que es, un momento, el hecho de pasar del asombro a la sombra, pero no es así. Es un camino invisible que, cuando nos damos cuenta ya hemos caído en ella, luego es necesario desandar el camino que nos ha llevado hasta la sombra, haciendo pequeños pasos… Ayuda también el poder ser conscientes de los momentos, pequeños o no tan pequeños, en los que hemos podido vivir la experiencia del asombro.
    Cuando estamos en la sombra siempre ha habido, anteriormente, la experiencia del asombro que cada cual ha vivido de una manera diferente.
    Gracias Gonzalo, a través del Blog, tú haces muchas veces de esta mano amiga que ayuda a volver a asombrarnos.

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