Después de casi dos años sin viajes fuera de Europa, hoy pongo rumbo a Colombia, un país al que he viajado en numerosas ocasiones desde el ya lejano 1997 en que lo hice por primera vez. Tanto la compañía aérea como el gobierno colombiano me han exigido compilar varios formularios online antes de emprender el vuelo. Resulta un poco engorroso, pero creo que facilitará las cosas. La pandemia ha complicado un poco más los viajes en avión. Todo sea por evitar las transmisiones “aéreas” (nunca mejor dicho) del virus.
Ayer por la tarde di un paseo por el centro de Madrid. A pesar del tiempo desapacible, las calles y plazas estaban abarrotadas de gente. Se ha puesto de moda, incluso para muchos que no viven en Madrid, ir/venir a “ver las luces”, expresión que quizá signifique algo más de lo que parece a simple vista. Las ciudades compiten por exhibir un alumbrado navideño original, atractivo y ecosostenible. En España, la ciudad gallega de Vigo presume de tener el alumbrado más vistoso. En la ornamentación, cada vez cuenta menos el motivo central de la Navidad. Lo que importa es hacer un despliegue estético que llame la atención y que dé luz y color en las noches invernales. La excepción la constituye el templo de la Sagrada Familia de Barcelona. Ayer, solemnidad de la Inmaculada Concepción, se bendijo la torre de la Virgen, que será la segunda más alta de conjunto de 18 torres que tendrá el templo.
En la entrevista que le hicieron al papa Francisco en su viaje de regreso a Roma, tras haber visitado Chipre y Grecia, un periodista le preguntó sobre el documento de la Unión Europea que proponía suprimir la referencia a la Navidad y sustituirla por la denominación genérica de “fiestas”. El Papa improvisó esta respuesta: “Es un anacronismo esto, un anacronismo de la historia. Tantas dictaduras han buscado hacerlo: piensa en Napoleón, piensa en la dictadura nazi y la comunista. Es una moda de la laicidad diluida, agua destilada. Esta es una cosa que no funcionó durante la historia”. A continuación, se despachó sobre el sentido y el futuro de la Unión Europea.
Me llamó la atención la referencia histórica a algunas dictaduras. Para dominar al pueblo han querido eliminar las fiestas y ritos que unen a las personas con objeto de convertirlas en masa manipulable. Esto mismo se puede hacer de manera agresiva o se puede hacer con la sutileza con que lo hace el comercio. Hoy no se persigue la celebración de la Navidad (como en tiempos de Hitler o de Stalin), pero se la convierte en la fiesta del consumo. Las famosas luces callejeras son, sobre todo, un reclamo para aumentar las ventas. De hecho, si no estoy mal informado, muchos comerciantes contribuyen también a financiarlas.
¿Y si quienes salen a “ver las luces” buscaran algo más que meros destellos publicitarios? A veces pienso que la atracción que muchas personas sienten por las luces navideñas se asemeja a la atracción de los magos que, al llegar a Jerusalén después de un largo viaje, preguntaron: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo” (Mt 2,2). Las estrellas modernas son los hermosos alumbrados navideños de nuestros pueblos y ciudades. La atracción que ejercen sobre nosotros, ¿tendrá algo que ver con nuestra búsqueda de Dios o será solo un placer estético para sacudirnos la modorra de las largas noches de invierno? ¿Podríamos decir también nosotros ─parafraseando a los magos─ que hemos visto las luces y que andamos tras la Luz que ilumine nuestras oscuridades?
No soy muy dado a piruetas espiritualistas, pero adivino en ese deseo casi universal de “ver las luces” algo más que una moda o un rito costumbrista. Es tal vez la expresión inconsciente del anhelo que todos tenemos de ver con más claridad el camino que transitamos, de poner sentido, color y alegría en unas vidas que se han vuelto algo mortecinas y rutinarias. Si así fuera, merece la pena salir del calor hogareño y lanzarse a las calles para “ver las luces”. ¡A lo mejor se remueve algo dentro!
También los pueblos pequeños y las ciudades pequeñas, están llenas de luces… Pero, si vamos vislumbrando, tras las ventanas, o espacios en las periferias de las ciudades, allí no llega la luz. Hay oscuridad… Oscuridad en el ambiente y oscuridad en el interior la gente…
ResponderEliminarLas luces nos atraen, comercialmente y también descubriendo belleza y valorando el talento de las personas, pero también, por contraste, nos ayudan a descubrir la oscuridad interior, la oscuridad de los barrios pobres y marginados donde no llega ni la luc material.
Parece que a más luz exterior, más oscuridad interior.
Comercialmente, la Navidad también es ruido… nos absorbe… nos llama al consumo… Es agradable encontrar el silencio cerca del pesebre que nos lleva a reflexionar sobre la auténtica Navidad.
En las casas, el árbol, adornado también con luces y objetos de colores, va desterrando al pesebre…
No nos desanimemos, Jesús vino parar mostrarnos quien es el Padre y lo hizo “con sus preferidos”… ¡¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!!